El analista Julio Godio, especialista en temas gremiales, asegura que “el hecho de que una ceremonia masiva haya finalizado con un enfrentamiento ha puesto en el centro de la política argentina una gran preocupación acerca del estado del movimiento sindical”.
A Julio Godio se lo conoce como sociólogo, pero es doctor en Filosofía. Desde hace años dirige el Instituto del Mundo del Trabajo y es un perseverante investigador sobre el movimiento obrero argentino, la economía y la política. Fue funcionario de la Organización General del Trabajo (OIT) e integra la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (Ciosl). Publicó, entre otros, los libros Historia del movimiento obrero argentino: 1870-2000. Se reconoce orgulloso de su formación socialista, pero es consultado por dirigentes de todo tipo de filiación partidaria. En una entrevista con Página/12 señala qué características de la historia gremial del país pueden explicar los sucesos de la quinta de San Vicente. “El mantener la verticalidad a la larga desemboca en lo que pasó el otro día. Los militantes son formados más como fuerza de choque que como dirigentes de los trabajadores en las empresas”, asegura.
–¿Qué análisis se puede hacer de los incidentes en el acto del traslado de los restos del general Perón al Mausoleo de San Vicente?
–Sin duda el hecho de que una ceremonia masiva como esta haya finalizado con un enfrentamiento brutal entre agrupamientos sindicales ha puesto nuevamente en el centro de la política argentina una gran preocupación acerca de cuál es el estado del movimiento sindical. Este triste acontecimiento hizo imposible que participara en la ceremonia el presidente Kirchner y también impidió que hablaran los oradores. Fue sin duda una gran frustración porque era auspicioso ver cómo el movimiento sindical, sin abandonar sus banderas y considerando que los avances que se lograban eran insuficientes, avanzaba su participación en la concertación social y también en la ampliación de los contenidos de la negociación colectiva. Digo esto porque las negociaciones que se llevaron en el 2004, 2005, 2006 fueron salariales, pero los trabajadores tienen otros ítem que reclamar, especialmente las condiciones de trabajo. En este momento en el que hay expectativas para el 2007 se produce el enfrentamiento en San Vicente. Si uno lo observa desde el lado fenoménico, lo que aparece claro es que fue un enfrentamiento intersindical que demostró que los organizadores del acto no estaban en condiciones de garantizar la suficiente disciplina en un país en el que los valores generales de los trabajadores han sido sustituidos en los últimos tiempos por valores más vinculados a sus identidades sindicales específicas.
–¿Por qué su forma de expresión termina siendo a través de la violencia?
–Los sindicatos argentinos se organizaron en forma de uniones o de confederaciones antes del peronismo. Eran sindicatos que se agrupaban por rama que tomaban la forma avanzada de unión u otra más descentralizada a través de confederaciones territoriales. En los años ’20 adquieren una característica: los trabajadores tienen una fuerte identidad basada en el principio de la unidad sindical. Entre el ’20 y el ’40 en Argentina ya había muchas uniones y confederaciones, pero cuando se dividían las centrales, las uniones iban a una u otra, pero no se dividían hacia adentro. Hay una fuerte tradición de lo que se llama unicidad sindical en los trabajadores argentinos; eso fue lo que heredó el peronismo en 1945.
Pero le agregó un ingrediente, el sindicato tenía que tener una estructura vertical muy fuerte con dos componentes: un período en el cual lo central no fue la empresa para los trabajadores, sino la negociación colectiva y los derechos laborales, y por otro lado servir como componente sindical de una idea de partido-milicia que se iba desarrollando acá a partir del Partido Justicialista. Al no organizarse también poniendo la preocupación al servicio del funcionamiento de la empresa, priorizaban la verticalidad para el comportamiento político-sindical y dejaban muy poco espacio para el arraigo como organizaciones de trabajadores que participaban también en la gestión empresaria.
–¿Durante la primera presidencia de Perón y en la Resistencia estas características se fueron acentuando?
–Entre el ’45 y el ’50 los sindicatos le sirvieron al peronismo porque tuvieron una batalla feroz con la oligarquía. Con el tiempo el sindicato se volvía una entidad manu militari con poca capacidad para entrar en un dialogo sobre la empresa y al mismo tiempo representar intereses sociales que eran externos al sindicato, pero que lo influenciaban, por ejemplo la vida en los barrios, actividades sociales en los barrios donde vivían los trabajadores. Entonces los sindicatos se construyeron hacia adentro.
Se generaron estructuras verticales, muy cerradas, con una fuerte cohesión hacia adentro, con una disciplina sindical muy marcada. Estas características les permitieron sobrevivir a la Revolución Libertadora.
–¿Se puede cambiar esta forma de acción político-sindical?
–El dilema es que los sindicatos no prepararon a sus cuadros para el proceso que se vivió a partir de finales de la década del ’60, cuando el modelo nacionalista industrialista ya presentaba problemas. Porque hacer esto implicaba producir rupturas con las formas históricas de organización sindical y encima el partido de pertenencia de los sindicatos, el Justicialista, también en esos años ya estaba obsoleto, tan dividido que ya no pudo nunca más volver a tomar la iniciativa política. Esto quedó bien claro en la última experiencia con Perón en el gobierno, en el ’73.
Esta forma de mantener la verticalidad promoviendo otros tipos de cuadro sindical a la larga desemboca en lo que pasó el otro día, en donde los militantes son formados más como fuerza de choque que como dirigentes de los trabajadores en las empresas. Esta es la explicación de fondo, porque una explicación folklórica nos haría hacer un conteo de cuántos barrabravas había y cuántos revólveres sacaron, pero si nos vamos a remitir a esto nos olvidamos de algo muy serio: la violencia en la Argentina no la instalaron los sindicatos, la instaló desde 1930 un núcleo constituido por militares, políticos y empresarios conservadores que optaron por conquistar el poder por la fuerza por su incapacidad de construir un partido que los representara sin tener que apelar al fraude.
–¿Qué proyección se puede hacer sobre el futuro inmediato de las organizaciones de trabajadores?
–La CGT y la CTA tienen un problema parecido hacia el interior, de tener sectores kirchneristas y otros antikirchneristas. Estos procesos de polarización que van a estar muy ligados al año electoral y a cómo se acomoden los actores pueden generar una nueva ruptura de las centrales sindicales. La unidad de la CGT en el fondo va a depender de la capacidad que tengan los sectores que la componen, los moyanistas y los gordos, para llegar a establecer un compromiso de acción común. En la CTA también se puede llegar a dar este proceso, no ligado a espacios de derecha como los gordos, sino con un corrimiento hacia espacios de izquierda. La situación política del año que viene va a funcionar como una fuerza de tracción en donde se van a ver casi en la obligación de tomar partido.
Informe: Julián Bruschtein.
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