En la filial de la Uocra de La Plata funciona una bolsa de trabajo que maneja el dirigente sindical. Diálogos con los albañiles y los poco amigables empleados del gremio.
En la obra social de la Uocra filial La Plata, a 4 cuadras de la estación de tren, las empleadas administrativas miran espantadas el noticiero. Su jefe, Juan Pablo “Pata” Medina, aparece en el flash informativo echando de su oficina al periodista de Canal 9 Andrés Klipphan. “¿Qué necesitás?”, pregunta una de ellas, con evidente malhumor, al percatarse de la presencia de Página/12 en el lugar. “Los temas gremiales hablalos al lado”, responde. Luego de varias idas y venidas, se hace evidente que el Pata no concurrirá a su trabajo porque ha decidido “guardarse”.
En el edificio nadie quiere hablar sobre el asunto de San Vicente. Medina, según el camionero Hugo Moyano, es el responsable de los enfrentamientos del martes pasado durante el traslado de los restos de Juan Domingo Perón a la quinta que supiera habitar con Evita. Sin embargo, un centenar de los 1900 desempleados del sector concurrieron esperanzados a la bolsa de trabajo que maneja el Pata, aunque, como cuenta un trabajador especializado en plomerías: “Ya no hay grandes construcciones, sólo salen laburos para 5 o 10 días. Puras changas”.
Desde temprano, muchos desocupados de la zona empiezan la procesión hasta la puerta de la obra social, ubicada en 44 entre 4 y 5, a la espera de que “salga algo”. Vienen de Los Hornos, Berazategui, Quilmes y otras localidades. A las 8 se abren las puertas y se arman las listas de espera. En la vereda, donde muchos suelen esperar a la sombra de los árboles, se pueden deducir algunos de los rasgos jerárquicos del lugar: los obreros llegan a pie o en bicicleta, los sindicalistas jóvenes en moto y los “poronga” (nombre tumbero que usan los capos) en auto. De lunes a jueves, se les sirve una comida a quienes aguardan las ofertas, a veces se reparten alimentos. Los viernes, “cuando hay laburo”, se arma una asamblea donde se decide quién o quiénes ocuparán los puestos.
Según relata un albañil de 54 años: “Acá no se discrimina, soy boliviano y hace 20 años que vivo acá –informa mientras muestra su DNI– y nunca vi algo tan bien organizado. Todos trabajamos en blanco y tenés obra social. Si los demás sindicatos fueran como éste no habría desempleo. El Pata debería estar en el lugar de (el titular de la Uocra, Gerardo) Martínez”. La conversación es interrumpida por un poco amistoso sindicalista, cuyo torso desnudo puede verse en medio de los incidentes en la tapa del miércoles y viernes pasado de este matutino. Sin muchas vueltas, el hombre, macizo como un yunque, le pide al albañil que corra unos pilotes para que estacione un auto e increpa con la mirada a los demás para que se alejen. “La banda del Pata” merodea el lugar con evidente nerviosismo. Por estas horas, la Justicia la investiga por el duro enfrentamiento que mantuvo con los camioneros. No es el primero: ya había provocado incidentes contra desocupados en un acto de entrega de viviendas en La Plata, encabezado por el presidente Néstor Kirchner en junio pasado. También aprieta a algunos obreros que consiguen trabajo sin pasar por la bolsa. De hecho, el Pata estuvo detenido por “coacción agravada” hace 5 años, cuando presionó a varios constructores (que según la causa “fueron obligados a dejar de trabajar”), luego de una movilización violenta de la Uocra frente a las obras de ampliación del supermercado Nini.
Pese a la marca personal, Página/12 logró entrar al edificio y charlar con algunos trabajadores, que estaban sentados jugando al truco. El más joven de la mesa contó que “a veces se consiguen trabajos para un mes, pero después de 10 días viene el patrón y dice que la obra se acabó. Y te rajan para contratar a otro. Siempre pasa lo mismo, no hay laburo”. Nuevamente, el macizo aparece sonriente e indica, con poca diplomacia, que “si querés hablar algo, hacelo con los asambleístas. Nosotros no te podemos dar ninguna información”. En plan de huida, un cartel en el ascensor advierte que “la asamblea está suspendida”. Afuera, tres muchachos con remeras de fútbol obstruyen la salida. Una vez franqueados, uno de los pocos albañiles que quedan en la calle da charla:
–¿Te quedás porque pensás que todavía puede salir alguna oferta?
–No. Hoy no hay nada acá.
–¿Y entonces por qué seguís esperando?
–Y, me quedo igual, por las dudas.
Informe: Emilio Ruchansky.
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