EL PAíS › OPINION
› Por Eduardo Aliverti
¿Por qué todos los tontos se pusieron de acuerdo a la vez para comparar a Ezeiza con San Vicente?
¿Por qué en circunstancias como éstas tiene que aflorar mucho de lo peor del periodismo argentino? ¿Es sólo una cuestión de liviandad analítica, que no parte de convencimiento profundo alguno respecto de lo que se afirma, sino de un analfabetismo informativo absoluto, atroz? ¿O es peor que eso, y se trata de que realmente creen en las similitudes entre lo ocurrido cuando regresó Perón, hace más de 30 años, y cuando trasladaron su cadáver, el otro día?
¿Por qué puede pasar por la cabeza de alguien que son cotejables una etapa del país con violencia política institucional, bandos ideológicos irreconciliables, la muerte como moneda de cambio diaria y la preparación de lo que sería el terrorismo de Estado, con otra en donde sólo es cuestión de que se enfrentaron dos mangas de fascinerosos contratados por un grupo de dirigentes sindicales, al solo objeto de ver quiénes son los que la tienen más larga para hacer negocios y ocupar espacios de poder?
¿Por qué se cae tan fácil en la tilinguería gorila de decir que los peronistas son todos iguales; o en la pretensión intelectual de querer descubrir en San Vicente, o en el Hospital Francés, los síntomas de una República en descomposición, como dice la derecha, o de “un antes y un después” que tensa la definición sobre el rumbo de este Gobierno, como dice alguna izquierda? ¿Por qué casi nadie baja un cambio y se pregunta si no será mucho?
¿Por qué no les da vergüenza, o un poco de pudor, semejar a un fascista del tamaño de Osinde con “La Tuta” Muhamad, o a cualquiera de la Triple A con “Madonna” Quiroz?
¿Por qué se habla con la misma ligereza del “costo político” de San Vicente? Excepto la operación, dicen que en ciernes, para desmontar a Moyano de la conducción cegetista y reemplazarlo por revolucionarios como Luis Barrionuevo o Armando Cavalieri, ¿cuál es el costo político? ¿El pueblo enardecido después de lo que pasó votará en masa a Macri, a Sobisch, a López Murphy, a Rodríguez Larreta? ¿Por qué? ¿De qué hablan?
¿Por qué prendemos la radio y tras la voz de los animadores y periodistas espantados por el “retorno de los violentos” sale la voz de oyentes reclamando que “a ésos hay que matarlos a todos”?
¿Por qué Kirchner comete la increíble ¿torpeza? de decir que hay una conspiración en su contra? ¿Conspiración de quién, en todo caso? ¿De la mafia del PJ bonaerense y de los hampones gremiales con los que su Gobierno anuda acuerdos? Y más “en todo caso” todavía: ¿hay una conspiración en su contra y el Presidente iba a ir a un acto con la sola custodia de los mafiosos conspiradores? ¿Será por eso que se huele que la única conspiración es la del propio Presidente, para victimizarse y seguir ocupando el centro de la escena? Y si es así, ¿por qué? ¿Acaso necesita de una batalla campal para ocupar el centro de la escena?
¿Por qué tiene uno la afiebrada idea de que el caso de López es relacionable con San Vicente? Es decir: si la policía y los servicios de inteligencia (?) quedan al margen de la seguridad en un episodio necrofílico-pasional custodiado por patotas, ¿por qué creer seriamente que tienen alguna seriedad para investigar el paradero de un testigo desaparecido?
Hablando de eso casi entre paréntesis, ¿por qué algunos organismos de Derechos Humanos, en el caso López, no adhieren al pedido de que el Gobierno limpie de una buena vez a todos los represores que anidan en las fuerzas de seguridad? ¿Por qué? ¿Cómo es posible que el kirchnerismo los haya comprado ideológicamente hasta el punto de renunciar a la exigencia de barrer la basura? ¿Ahora resulta que también desde la esfera de los Derechos Humanos se habla de marchas “politizadas”? Epa.
¿Por qué se triplica la seguridad policial –llamémosle de alguna manera– si juegan Boca-Racing, All Boys-Atlanta, Almirante Brown-Laferrere, Chacarita-Tigre o Alem-Luján; pero si juegan los camioneros de Moyano contra los albañiles de Martínez y del “Pata” Medina dejan la seguridad en manos de los camioneros de Moyano y los albañiles de Martínez y del “Pata” Medina? ¿Por qué no hay forma de que eso no parezca la mejor manera de defenderse de una conspiración?
¿Por qué Cafiero pregunta si acaso “Madonna” Quiroz mató a alguien y ningún notero le repregunta: “Oiga, Antonio, ¿usted nos toma de pelotudos?”?
¿Por qué tanto valiente colega se muestra indignado frente a los esperpentos cegetistas y no frente a los esperpentos empresariales? ¿Por qué tiene uno esa horrible sensación de que todo lo que aprietan a los capomafia sindicales y su relación con la violencia es inversamente proporcional a todo lo que no le preguntan a Macri, pongámosle, a propósito de su relación con la dictadura?
¿Por qué el Gobierno no salió a despegarse, enseguida y de modo indubitable, de los hechos del Francés y de San Vicente? ¿Por qué no hay forma de que eso no parezca la mejor manera de defenderse de una conspiración?
¿Por qué no hay manera de entender, salvo que alguien descubra la cuadratura del círculo y demuestre lo contrario, que las escenas de San Vicente fueron contempladas cual choque de barrabravas y que después la vida siguió y sigue en medio del crecimiento de la economía, y la inflación controlada, y el boom de la construcción para los pudientes, y la industria que continúa creciendo, y el récord de compra de celulares, y el “y bueno, algo mejor estamos”?
¿Por qué –perdón la insistencia– hablan del costo político? ¿Vuelve Alfonsín, después de San Vicente? ¿Retorna la rata? ¿Reaparece Duhalde? ¿Resucita De la Rúa? ¿Asume Bergoglio?
La comparación con Ezeiza, el chofer del hijo de Moyano mezclado con las bandas de López Rega, el costo político por un hecho que queda a un año de las elecciones, la indignación con los violentos y la violencia de los mensajes de los oyentes, la carencia de preguntas elementales...
La gran mayoría del periodismo, ¿por qué no paga costo político por las tonterías que dice?
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