EL PAíS › OPINION
› Por Eduardo Sigal *
El resultado de la segunda vuelta en Brasil tiene una gran importancia para el desarrollo del Mercosur en el próximo período. No se trata de “ideologizar” el proceso de integración; por el contrario, éste se convertirá en un curso irreversible cuando su densidad institucional así lo asegure y cuando la sociedad haya hecho propio ese rumbo en cada uno de nuestros países. Así se desprende de la experiencia internacional en la materia.
Sin embargo, las coyunturas políticas internas de nuestros países tienen incidencia en el dinamismo que pueda adquirir en un período concreto la construcción de la institucionalidad regional. Mucho más cuando nos estamos refiriendo a Brasil, el país de mayor volumen, población y desarrollo de nuestra región, la decisión de su ciudadanía no puede sino repercutir con gran fuerza en la región.
Lo cierto es que el gobierno de Lula ha expresado en sus formulaciones y en los hechos la voluntad de avanzar en la construcción del Mercosur. En la última cumbre del bloque, el reelecto presidente Lula realizó una magnífica intervención sobre la responsabilidad de Brasil para con sus socios de la región. Dijo entonces que el Mercosur debía avanzar aun a costa de concesiones y sacrificios de los países que estaban en mejores condiciones de hacerlos. La afirmación se refería a un problema central del Mercosur, como son las asimetrías en su interior, que suelen justificar presiones centrífugas, especialmente en Uruguay y Paraguay. Todos sabemos de la existencia –en todos nuestros países y también en Brasil– de fuertes presiones corporativas antiintegracionistas; en ese contexto cobran particular importancia los dichos de Lula.
También el gobierno de Lula ha sido, y seguramente seguirá siendo, un impulsor de la alianza estratégica brasileño-argentina. Al respecto, cabe traer a la memoria hitos recientes fundamentales como la firma del Consenso de Buenos Aires y el de Copacabana, en los que se subraya la necesidad de articular la posición de ambos países en los foros internacionales más importantes.
Lejos de constituir una “bilateralidad” perniciosa para el Mercosur, la fortaleza de los vínculos entre los gobiernos de los dos países es una fuerza motriz decisiva para la dinámica integradora. Si Brasil y Argentina siguen destrabando conflictos y disminuyendo “ruidos” en su relación, será sumamente provechoso para el futuro del bloque regional.
Los gobiernos de Brasil y Argentina comparten en profundidad una visión sobre el mundo actual y sobre el rol de nuestra región en esa realidad. Esa afinidad es inseparable del esfuerzo compartido por avanzar en un desarrollo productivo socialmente justo de ambos lados de nuestra frontera. Una frontera que fue hipótesis de conflicto cuando los autoritarismos campeaban en ambos países y que ahora une dos proyectos políticos hermanados.
No comporta ninguna injerencia en asuntos internos decir que sentimos una enorme alegría por el triunfo de Lula.
* Subsecretario de Integración Económica.
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