EL PAíS › OPINION
› Por Eduardo Aliverti
Por lo menos en política, no siempre las mentiras tienen patas cortas. ¿Cuántas mentiras lleva acumuladas Bush para justificar la invasión a Irak y, sin embargo conservar, tratándose de un terrorista, niveles de apoyo espeluznantes entre la población norteamericana? ¿Y qué decir de nuestra rata, que después de seis años de mentir con el salariazo y la revolución productiva se llevó más del 50 por ciento de los votos?
Pero a veces sí. A veces, en política, las mentiras tienen patas muy cortas. Y si no, veamos la “foto” noticiosa de la última semana. A las 72 horas –por ser generosos– de la impactante derrota oficialista en Misiones, el tema había desaparecido de toda primera plana. Y la ofensiva de los gordos cegetistas contra Hugo Moyano, al cabo del bochorno de San Vicente, quedó con el traste al norte porque el Gobierno resolvió no soltarle la mano al camionero.
Después de San Vicente, la violencia política estaba retornada con los niveles de la década del setenta, el costo para el Gobierno era impredecible y debía verse cómo se las arreglaría Kirchner para despegarse de unos hampones gremiales a los que supo privilegiar en su estrategia de alianzas o acuerdos coyunturales. Y el postre era que esos incidentes habían recorrido el mundo, poniendo en serias dudas la imagen del oficialismo, la confianza en el país, las inversiones extranjeras. Y luego de Misiones, y tal como venía sugiriéndolo la energía puesta allí por los unos y los otros, Argentina había entrado en un antes y un después, la oposición encontraba por fin de qué agarrarse, el golpe era letal para las aspiraciones “cesaristas” del Presidente y la salud de la República estaba recompuesta porque se descubrió que la gente no sólo o no siempre vota con la panza.
Al cabo de esos “después” resultó que volvió a aparecer con cartel francés Luis Barrionuevo (!!!), encabezando la necesidad de renovación en la CGT, y atrás de él las fotos o los nombres de lo peor de la burocracia sindical. Que la impresentabilidad de Moyano fue ocupada por esa conveniencia gubernamental de que el hombre siga al frente, porque después de todo mantuvo quietas a las bases orgánicas en las discusiones salariales. Que de Misiones quedó la caída del intento reeleccionista del gobernador de Jujuy (y la decisión oficial –dicen– de no alentar el de Felipe Solá, como si alguna vez lo hubieran alentado). Y que, por el mismo precio, las “conmociones” de esos hechos fueron suplidas por el generalizado optimismo del empresariado agrupado en IDEA, más el nuevo record de las cifras de consumo y de recaudación impositiva, más los pronósticos generalizados de otro fuerte crecimiento de la economía para el 2007.
No se trata de que este apunte macro pretende invalidar por completo algunos devenires surgidos desde el nuevo domicilio del cadáver de Perón, ni algunas enseñanzas del resultado misionero. Es un dato interesante que tras la violencia en la quinta el oficialismo haya resuelto no mover prácticamente ninguna pieza, excepto por las versiones oficiosas de que por fin le sería concedida la personería gremial a la CTA (¿resultado de San Vicente u oportunismo ante el inminente congreso de las huestes de De Gennaro?). El Gobierno optó por mantener el statu quo de sus arreglos con el comando de la CGT. O, para decirlo con alguna grandilocuencia algo simplista pero muy difícil de rebatir, Kirchner prefiere seguir acompañado por una estructura sindical filomafiosa que le garantice cierta o mucha contención de la conflictividad gremial. Y eso va en lugar de acomodarse en un nuevo tejido de apoyos, de gente más decente y progresista pero eventualmente incapacitada para asegurar tranquilidad social. Más allá de apreciaciones principistas, que no dejan lugar para otra cosa que la condena de la táctica oficial tanto como el mantenimiento de los acuerdos con las patotas duhaldistas, es una apuesta arriesgada. Porque cuando la economía registre viento en contra, aunque eso parezca hoy casi ciencia ficción, podría ocurrir lo de sin pan y sin torta: ni Moyano ni el resto de los gordos estarían en condiciones de licuar un clima denso, ni los ignorados de ahora sumarían su concurso siendo que se los dejó de lado en los tiempos de las mieles. Lo cierto es que, al margen del discurso nac&pop, para afirmar la estabilidad el kirchnerismo continúa eligiendo los acuerdos corporativos y no una democracia más participativa (siquiera eso, si es que “movilización popular” suena un tanto “extremista”).
En cuanto a Misiones, claro que también dejó consideraciones atractivas. Ganó un cura progre, así, a secas, con el aporte de las iglesias evangélicas (dato muy poco estimado en la mayoría de los análisis). El rejuntado opositor que se subió a ese caballo no aportó más que ruido mediático, salvo que algún orate crea que quienes volcaron la balanza fueron Macri, Carrió o Blumberg. Paradójicamente, el obispo triunfante respalda la gestión presidencial y sobre todo su política de derechos humanos. Y el gobernador pagó caro su notable estirpe de pato criollo, asqueando o promoviendo el rechazo, inclusive, de los sectores más humildes, “beneficiados” por su asistencialismo. Pero es igualmente verosímil, o directamente veraz, que habría ganado si en vez de una Constituyente se hubiera plebiscitado su gestión, como para sumar paradojas. En concreto, un castigo relevante del pueblo de Misiones, sí, pero con una calidad de matices obviados, en forma grosera, por los urgidos de que pase algo que los mantenga con vida o discurso políticos.
¿Es sensato sacar de ese conjunto de consideraciones, o de otras, la conclusión de que en las últimas dos o tres semanas cambió el panorama institucional del país, cual llegada del Mesías desmembrador del oficialismo? ¿Tiene un dedo de frente creer que esos episodios le pueden hacer mella a la sensación térmica de que se está mejor, o igual o peor pero sin oposición a la vista?
Quien quiera responder a esa clase de preguntas con dignidad intelectual tiene al alcance la foto de Barrionuevo resucitado, de Moyano aguantado por el Gobierno, de la esfumación de lo que ocurrió en Misiones y de la alegría en el coloquio de IDEA.
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