Sáb 13.07.2002

EL PAíS

Que se rompa, que no se doble y que no se desatornille de la banca

Rozas propuso en un encuentro entre radicales la caducidad de los mandatos y desató una tormenta en su contra. Hubo otra a la hora de juzgar a la UCR bonaerense. Alfonsín prefirió no ir.

› Por José Natanson

Angel Rozas reclamó la caducidad de todos los cargos partidarios y la mayoría de sus correligionarios (que se aferran hasta a eso) le contestaron con un no rotundo. El único que podría intentar un papel digno en las elecciones, Rodolfo Terragno, habló y despertó todo tipo de críticas entre sus compañeros, que prefieren a un candidato perdedor, pero bien radical. Si a esto se le suman las mil internas que cruzan el partido –ex delarruistas contra ex alfonsinistas, bonaerenses contra representantes del interior– se obtiene un cuadro más o menos preciso de la reunión ampliada del Comité Nacional que se realizó ayer, en la que los radicales debatieron, sin resultados concluyentes, cómo evitar que su partido quede reducido a la nada.
Al megaencuentro de ayer en Exaltación de la Cruz concurrieron unos 300 radicales, entre autoridades partidarias, legisladores, intendentes y gobernadores. El primero en hablar fue Rozas, que comenzó su discurso con una autocrítica a la gestión de la Alianza y continuó con la confusa fórmula que han acuñado para definir la relación con el Gobierno: “Apoyo institucional con absoluta independencia política”. Finalmente, Rozas propuso la renovación de todos los cargos partidarios, además de la reforma de la Carta Orgánica.
Las réplicas fueron generalizadas. El jefe del bloque de diputados, Horacio Pernasetti, sostuvo que la propuesta de Rozas abre una puerta a la caducidad de los cargos legislativos que impulsan otras fuerzas políticas, y a la que los radicales se oponen en bloque, conscientes de que implicaría un golpe fulminante a su poder parlamentario.
No fueron los únicos cruces. En sus discursos, los jefes de los comités de las diferentes provincias criticaron el acuerdo con el Gobierno de Eduardo Duhalde piloteado desde el radicalismo bonaerense. La respuesta quedó a cargo de Leopoldo Moreau, ya que Raúl Alfonsín decidió pegar el faltazo: indignado por la progresiva reducción de su predicamento interno, el ex presidente decidió, por primera vez en mucho tiempo, perderse una reunión importante de su partido.
En realidad, es difícil imaginar una situación peor para el radicalismo. Con la oposición en manos de Elisa Carrió, un escenario de polarización que los excluye, sin un liderazgo que los unifique y sin figuras de peso, lo único que pretenden es que el tiempo pase rápido y la sociedad olvide la gestión de Fernando de la Rúa. Mientras tanto, la consigna es salvar lo que se pueda en cada distrito, estrategia que –aunque tiene su lógica– puede llevar a la disolución final del partido.
Igual, en algún momento van a tener que designar un candidato. “Hay que avanzar en la caducidad de los mandatos legislativos”, dijo ayer Terragno. Aunque las encuestas lo señalan como el único con ciertas chances de sacar al radicalismo del subsuelo electoral, sus correligionarios, que nunca lo quisieron, no pararon de cuestionarlo. “El radicalismo debe resguardar su identidad y tener propuestas al drama nacional, que no da margen para irresponsables pontificadores que lo único que piensan es ver de qué manera sacan provecho político personal”, dijo el ex martillero José María García Arecha.

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