EL PAíS
› PANORAMA POLITICO
“Estados Unidos no tiene candidato”
› Por Luis Bruschtein
Vino el funcionario del Departamento de Estado de Estados Unidos, Otto Reich, y manifestó que su gobierno no tenía candidato en la Argentina. Pero hizo una lista con las características que debería tener un candidato para llevarse bien con su gobierno. La enumeración era bastante larga si uno piensa que se trata de un funcionario de una nación extranjera. En esa lista, la defensa de la libertad de mercado estaba en subrayado, por lo menos en la intención.
El señor Reich hizo algunas bromas, como por ejemplo congratular a la Argentina por tener la suerte de contar con la amistad del pueblo y el gobierno de Estados Unidos. Resulta alarmante que un funcionario influyente de la administración norteamericana sea incapaz de reflexionar más en profundidad sobre la crisis argentina y los sentimientos que despierta en la gente.
En el escenario internacional se da por sentado que la Argentina ha sido tomada para dar un ejemplo aleccionador a cualquier país que quiera poner en discusión sus deudas. No hay ayuda sino más bien reprimenda, humillación y castigo. En Europa o en Estados Unidos no se mueve un solo peso hacia la Argentina, ya sea de bancos, fundaciones u ONG mientras el FMI no dé luz verde, sin importar el drama que signifique para la gente.
El Fondo y Estados Unidos quieren que la situación argentina opere como advertencia. Pero ya funciona así, aunque en sentido inverso al que ellos quisieran. Porque será muy difícil después del descalabro argentino que en los próximos años se privatice algo en América latina. Cuando se comparan, los demás países reconocen que la causa del desastre sureño no fue el déficit fiscal en un país que redujo a la décima parte su aparato estatal, ni la corrupción –que existe en todos los países–, sino la apertura brutal estimulada justamente por el Fondo y Estados Unidos.
Como ningún otro país cumplió tan obedientemente las pautas del Fondo, la crisis argentina se convirtió en la peor propaganda de esas políticas. Si las cosas son así pese a tener la suerte de contar con la amistad de George Bush –como dice Reich–, uno se pregunta qué haría entonces si fuera el enemigo. Reich es un duro en la política norteamericana y, más que apoyos concretos, su visita dejó advertencias sobre el futuro.
En otras épocas, un funcionario norteamericano se habría limitado a advertir sobre la propiedad privada. Pero ahora se pone como condición la libertad de mercado que, como ellos la entienden, es prácticamente un programa económico. Cualquier gobierno que aplique las mismas medidas proteccionistas con que los norteamericanos enloquecen a los mexicanos, sus socios en el Nafta, o los subsidios con que ellos apoyan a parte de su producción, será considerado enemigo.
El endurecimiento del Fondo y Estados Unidos no le hacen ningún favor a los posibles candidatos que podrían plantear esquemas que se aproximen a sus demandas. El retorno al planteo que se desplomó en diciembre, profundizado con la idea de la dolarización, es prácticamente imposible sin el desembarco de grandes inversiones del exterior que, al parecer, han cerrado un ciclo.
Carlos Menem no puede seducir a nadie, ni a los mismos empresarios, si no llega con la valija llena de dólares. Ningún economista sensato –y que no sea operador interesado– puede pensar en el retorno a un esquema económico basado en el sector financiero y los servicios y con un peso sobrevaluado. Más allá de las posibilidades concretas de su proyecto económico, el ex presidente, seguramente el principal responsable del desastre nacional, aparece como el precandidato más decidido del Partido Justicialista.
La crisis se encargó de desgastar a su principal enemigo, el presidente Eduardo Duhalde, triturado por la dureza del Fondo y Estados Unidos y la lenta capacidad de reacción de los grandes grupos exportadores de la industria y el campo a los que quiso favorecer con su gobierno pero que prefirieron hacerse a un lado y esperar. El desmoronamiento del modelo y el fracaso de Duhalde dejó con pocos argumentos y propuestas creíbles a los partidos tradicionales o a cualquiera de los políticos que intente tejer alianzas con los grupos económicos que apoyaron a Menem o los que más tarde tendrían que haber apoyado a Duhalde. En ese contexto es más fácil entender la retirada de Carlos Reutemann, el candidato justicialista que se ubicaba más alto en los sondeos de opinión. Reutemann dijo que actuó “por intuición”, pero lo cierto es que los grandes grupos económicos, o plantean el retorno a un esquema imposible o no se ponen de acuerdo para ofrecer un ordenamiento estratégico distinto. Con ese flanco débil y el PJ enfrentado en una guerra sin cuartel entre Duhalde y Menem, cualquier candidato justicialista, en el caso de ganar las elecciones, se vería con fuertes problemas para gobernar un país sumido en la pobreza y con un alto grado de protesta social.
El empresario y presidente de Boca, Mauricio Macri, y el gobernador cordobés José Manuel de la Sota, parecen dispuestos a disputar el espacio que dejó vacante Reutemann. Macri no conoce los laberintos del justicialismo y De la Sota se desgasta cada día que pasa en la gobernación cordobesa. La deserción de Reutemann favoreció de hecho las posibilidades de Menem en la interna, quien hasta incluso alienta la participación del boquense.
Entre los colaboradores de Elisa Carrió se especula con que si Menem saliera airoso de esa interna, la competencia no dejaría lugar a matices para convertirse en un torneo sin términos medios entre Carrió y Menem. Los espacios para otras candidaturas justicialistas por fuera de la estructura partidaria, como las de Néstor Kirchner y Adolfo Rodríguez Saá e inclusive el espacio para una posible coalición de partidos de izquierda, quedarían muy reducidos.
Si Menem no gana la interna y no se produce esta polarización, sería más difícil para Elisa Carrió unificar a la oposición tras su candidatura. Los partidos de izquierda esperan lograr la mejor elección de toda su historia si consiguen atraer a sus filas a un indeciso Luis Zamora. Pero al diputado de Autodeterminación y Libertad no le simpatiza la idea de convertirse en principal abanderado de experiencias sobre las que desconfía de su capacidad para expresar las decisiones populares. De todos modos, los partidos de izquierda parecen haber madurado a medida que fueron creciendo y en las últimas convocatorias se expresó un esfuerzo por romper con las viejas tendencias al sectarismo y el hegemonismo.
Desde distintos estamentos del movimiento social de protesta, un sector de la CTA, algunas asambleas y grupos de piqueteros, se analiza también la posibilidad de que la convocatoria no provenga de Carrió ni de los partidos de izquierda, sino del movimiento social y que desde allí los contenga a todos sobre la base de un compromiso orgánico de los candidatos con sus bases. La experiencia de la izquierda en las últimas elecciones de Francia pesa en todas estas discusiones. La trampa fue fatal: la división de la izquierda y el socialismo llevó al fortalecimiento del derechista Le Pen y luego a tener que votar todos al neoliberal Jacques Chirac, lo que desembocó finalmente en una fuerte baja de la izquierda y los socialistas en las elecciones legislativas posteriores. Un triunfo parcial podría convertirse así en una derrota aún más espectacular.