EL PAíS
› RUCKAUF Y EL NOMBRAMIENTO DE ROTSZTAIN
Por un amigo
El flamante “embajador argentino” ante la comunidad judía argentina es un lobbysta al que el canciller le debe favores. La indignación de la comunidad.
› Por Raúl Kollmann
Saúl Rotsztain, a quien el canciller Carlos Ruckauf designó con rango de embajador en el increíble cargo de “representante especial para los temas vinculados con la comunidad judía en el ámbito de la sociedad civil”, es un famoso lobbysta que a veces junta gente para hacer negocios y otras le arma –por ejemplo al ex presidente Carlos Menem– un desayuno o almuerzo en Nueva York con dirigentes de la comunidad judía norteamericana. Allá, en Estados Unidos, posaba de representante de la DAIA y de los judíos argentinos en general. Acá, ofrecía conexiones con la comunidad judía norteamericana y con el famosísimo abogado norteamericano Melvin Weiss, quien le cedió en su momento a Carlos Ruckauf una colección de obras de Pablo Picasso para que se luciera exhibiéndolas en La Plata cuando era gobernador. “Se ve que para el gobierno argentino los judíos somos un problema –le dijo anoche el titular de la DAIA, José Hercman a Página/12- y tienen que poner alguien a cargo para que trate con nosotros. No es que también nombren un funcionario para que se ocupe de la comunidad española, la italiana o la islámica. Es sólo para tratar la cuestión judía, algo que remite a la Alemania de la Segunda Guerra Mundial. Además, designan un embajador, como si nosotros no fuéramos argentinos.”
Cualquiera entiende que quien llega a un encuentro de negocios con el rango de embajador en temas judíos tiene más posibilidades, más punch, que quien sólo es un simple lobbysta. Y en especial si se trata de gestiones que uno vaya a hacer en la comunidad judía norteamericana. Esto es lo que obtuvo Rotsztain con su designación publicada el jueves en el Boletín Oficial: está claro que Ruckauf le hizo un favor y le armó un puestito a su medida, con el que se le abrirán las puertas para hacer negocios en Washington o Nueva York.
Rotsztain es conocido porque hizo gestiones para Carlos Menem, María Julia Alsogaray o Carlos Ruckauf, tratando de conseguirles cosas en la comunidad judía norteamericana. A Ruckauf lo llevó a la casa de Miami del multimillonario abogado neoyorquino Melvin Weiss: allí el ahora canciller vio la colección de Picassos y por eso se la pidió prestada para florearse en La Plata. Paralelamente, se encargaba de gestionarle a Weiss .-en cuyo estudio tiene empleados a 600 abogados– algún título honorífico en las universidades argentinas. Pero al mismo tiempo Rotsztain se ocupa aquí profesionalmente de mover sus influencias para gestionar los permisos, por ejemplo, para construir una cancha de golf, conseguir relaciones en municipios, provincias o en el gobierno nacional. Ninguna de estas actividades resulta ilegal y, en verdad, en Estados Unidos la profesión de lobbysta está aceptada y difundida.
Quienes conocen de cerca de Rotsztain tienen una definición que lo dice todo: “Es Zelig”, afirman, refiriéndose al personaje creado por Woody Allen que, no se sabe cómo, siempre aparecía pegado a figuras históricas y políticas de primer nivel. Así, la leyenda indica que Rotsztain llevó a Menem al Museo del Holocausto en Washington, que armó desayunos a políticos argentinos con el Council of the Americas o la America’s Society, que hizo una loable campaña en Estados Unidos para establecer la Plaza de la Memoria en el predio donde se produjo el atentado contra la Embajada de Israel (llevando, por ejemplo, a Menem a la cena donde se recolectaban fondos), y que invariablemente les decía a los gobernantes argentinos que podía conseguir lo que fuera en la comunidad judía norteamericana, mientras que allá se presentaba como representante de los judíos argentinos.
Alguna vez protagonizó un pequeño incidente en Estados Unidos:
–¿Usted a quién representa en verdad? Usted no es representante de la DAIA ni de nadie –lo increpó un dirigente norteamericano que conocía al dedillo su papel. –No necesito representar a ninguna institución. Yo soy tan circunciso como usted –fue la única respuesta.
Lo que más impresiona es que Ruckauf le haya pagado favores con una designación indignante: embajador para la cuestión judía. “No necesitamos a ninguna persona judía como interlocutor con el Gobierno: hablamos el mismo idioma y somos integrantes de la misma nación que nuestros representantes”, señaló Luis Czyczewski, integrante de la agrupación Familiares y Amigos de las víctimas del atentado contra la AMIA. Esa agrupación estudia hacer una denuncia contra el gobierno nacional por violación de la Ley Antidiscriminatoria. La DAIA, por su parte, pidió la inmediata revocatoria del decreto.
El texto, que se publicó en el Boletín Oficial del viernes pasado, tiene una redacción totalmente confusa que muestra de por sí que la designación es un favor de Ruckauf a Rotsztain. “Considerando que diferentes organizaciones de la sociedad civil vinculadas a la comunidad judía actúan tanto en el ámbito regional como global, y que la interdependencia y profundización de las relaciones entre los países ha operado una multiplicación de los espacios de discusión en el ámbito internacional, se designa al señor Saúl Rotsztain como Representante Especial para los Temas Vinculados con la Comunidad Judía en el Ambito de la Sociedad Civil”.
Por supuesto que no faltan quienes recuerdan otro Representante Especial que se hizo famoso en su momento: Karim Yoma, encargado de gestionar negocios del menemismo en tierras de Medio Oriente. En aquel caso, no era ad honorem y los costos para el país excedieron en muchísimo el pago de algún sueldo. En lo referente al nuevo embajador, el decreto no prevé sueldo, pero a este lobbysta de 64 años no parece hacerle falta: tiene casa en barrios prósperos de Miami y Nueva York, y en Buenos Aires para en la mejor zona de Recoleta. Si se le pide una tarjeta en estos pagos, suele repartir la “argentina” de su colección, que lo describe como “asesor del directorio” de la empresa SADE-Skanska.
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