EL PAíS
› ELISA CARRIO DESPUES DEL ENCUENTRO CON IBARRA Y KIRCHNER
Las coordenadas de la diputada
Carrió está cansada de que le pregunten si hará un frente electoral: quiere concentrarse en la agenda de gobierno y en lograr acuerdos para renovar todos los mandatos.
› Por Marta Dillon
Elisa Carrió está harta de la pregunta, que le resulta banal y le empaña la alegría de haber pateado el tablero de la agenda política de la semana que pasó. Repetida hasta el hartazgo, la pregunta del millón, que insiste en averiguar si la foto del jueves con Néstor Kirchner y Aníbal Ibarra debe verse como un futuro frente electoral, se contesta en el ARI con fastidio. El problema para Carrió, dicen en su partido, no es ganar las elecciones, al contrario. El problema, en todo caso, será gobernar. Y en ese momento acuerdos puramente electorales pueden convertirse en salvavidas de plomo. La estrategia, entonces, es dar las batallas de a una e intentar domar los díscolos tiempos políticos. La primera se desató con la carta a Carlos Reutemann y siguió con el acuerdo con el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y el gobernador de Santa Cruz para que el reclamo popular de que se vayan todos, incluidos los jueces de la Corte Suprema, empiece a habitar también espacios institucionales.
En los próximos días las lanzas se cruzarán en el Congreso. La apuesta es profundizar el consenso que empezó a generarse el miércoles entre distintas fuerzas para convertir en ley el proyecto de Carrió. De ser así, se revocarían todos los mandatos ad referéndum de una reforma constitucional que, a su vez, ratificaría esta decisión y el cese en funciones de los ministros de la Corte y los jueces del fuero federal. Esto es central para Carrió y su gente. Porque les daría una chance más de asegurarse la gobernabilidad en caso de necesitarla, y porque la abstención activa de la que habló la líder del ARI podría ser peligrosa si el candidato termina siendo Menem. Y es contra él, según la misma Carrió, la batalla final. Que podría jugarse “en las urnas o en la calle, si es necesario”.
Por ahora, las movidas con las que Elisa Carrió acomodó la agenda política de la semana son toda una fuente de buen humor para quienes integran el ARI. Aun cuando algunos miren con recelo eso que Aníbal Ibarra no puede ocultar: tener a Carrió en la lista que lo propondría para la reelección como jefe de Gobierno es para él un deseo que le aseguraría votos. En el ARI, sobre todo entre los socialistas, hay quienes aspiran a candidatearse para el mismo puesto, aunque no hay ninguna candidatura definida más allá de la presidencial. “Podría ser que termine habiendo más de una lista a jefe de Gobierno con Carrió como presidente”, se aventura una diputada del ARI, ex radical, con las cicatrices de la Alianza todavía frescas. “Si hubo algún temor frente a la foto del jueves es por las lecturas posibles, que se hagan paralelos con la Alianza o con el Frepaso en el modo de construcción”, agrega. Pero todos saben que el proyecto para la caducidad de los mandatos no se puede hacer en soledad y “tampoco hay tantos con respaldo institucional que quieran juntarse con nosotras”, como dice otra diputada. La buena fe de quienes defienden esta traducción del que se vayan todos se irá viendo en el camino: “Sólo se podrían sumar los que se vayan legitimando en la práctica. Quien no sea socio en las prácticas no lo será electoralmente”, asegura la ex radical.
En cuanto a Néstor Kirchner, la evaluación es distinta. Caída la candidatura de Lole Reutemann, en el ARI se vio con claridad el cambio de actitud del gobernador de Santa Cruz. Y el gesto que lo delató fue uno asociado a los viejos códigos de la política que, por supuesto, todavía gozan de buena salud. El encuentro del jueves podría haber fracasado por un detalle menor: el lugar en el que se sentarían los tres referentes. Si bien fue un diputado justicialista del grupo Talcahuano el que sugirió que se reunieran en el Club del Progreso, por buscar un lugar neutral, el no de Reutemann endureció la posición de los santacruceños. La reunión sería en la Casa de Santa Cruz o no sería, y en el ARI prefirieron ceder. Siguiendo su estilo, Elisa Carrió nunca se preocupó demasiado por el lugar de los hechos. Si quiere que su proyecto de caducidad de los mandatos se convierta en ley es necesaria la aprobación con los dos tercios de lacámara. Un horizonte que sigue demasiado lejos como para perder aliados en el camino.
El escenario legislativo no es el único en el que el ARI piensa para instalar que se vayan todos. La carta en la manga es llamar a una consulta popular con los mismos mecanismos que usó el Frenapo en noviembre del año pasado. Las conversaciones están iniciadas y la estructura para la consulta –cuando se utilizó, consultando sobre la necesidad de un seguro de desempleo, fue masiva– podría estar disponible. Y es justamente entre las organizaciones sociales que integran ese frente con quienes Elisa Carrió se siente más cómoda.
Lo cierto es que la apuesta por la caducidad de los mandatos es fuerte y no es un dato menor incluir a los jueces de la Corte. “El Congreso está parado justamente porque el Gobierno quiere garantizar impunidad a la Corte. En este contexto no hay lugar para especulaciones electorales, eso se va a decantar solo. Sí es necesario unificar los proyectos de ley que hay en torno a esto”, opina la diputada del ARI Capital. Con el diputado Ricardo Falú ya hay un principio de acuerdo –su proyecto habla de renuncias voluntarias–, en el Senado, en cambio, todavía falta aunar posiciones con Cristina Fernández de Kirchner, que impulsa su propio proyecto de modificación de la ley de acefalía –sin reforma constitucional– y a pesar del acuerdo no está tan bien dispuesta como Vilma Ibarra, que rápidamente tomó y presentó el de Carrió sin discutir. En el ARI creen que a pesar de los memorables cruces entre Fernández de Kirchner y la candidata durante la comisión de lavado de dinero, es posible acordar.
Elisa Carrió, mientras tanto, se prepara para lo que viene. Sigue enunciando su preocupación sobre la posibilidad “de una salida autoritaria por vacío de poder”, pero eso no le impidió haber encontrado una nueva metáfora para describir los escenarios políticos y sus protagonistas, esta vez para definirse a ella misma. De Harry Potter sabe que es un pequeño que se enfrentó a grandes males. Nunca leyó el best seller infantil, pero Carrió se siente cómoda en el lugar de ese aprendiz de mago que jaqueó al poder que intentaba domesticarlo. Y ahora lo dice con esa sonrisa algo pícara de quien sabe que ha dado un golpe certero y tiene resto para el próximo.