EL PAíS › UNA VOZ FINLANDESA PARA EL DEBATE
Las empresas finlandesas de celulosa y papel, tan criticadas tanto en Argentina y Brasil como en Chile, ¿cómo afectaron a su país de origen, donde varias generaciones convivieron con ellas? Una periodista y bióloga finlandesa, que cubre temas medioambientales hace ya más de veinte años, describe la historia y la estrategia futura de esas empresas.
› Por Jaana Kanninen
Cuando yo era niña, en los años ’50, el odioso olor a huevo podrido formaba parte de mi vida todos los veranos. Cuando el viento venía del otro lado del lago, donde estaban las viejas fábricas de celulosa, el olor hacía la respiración casi imposible.
Me acuerdo también del agua clara del lago de mi juventud. Durante los años ’60 comenzó a estar visiblemente contaminado, hasta que al final un alga asquerosa cubrió las rocas de la playa y fue imposible nadar y disfrutarlo. Las familias que solían pasar las vacaciones en el campo empezaron a vender sus casitas de verano y lo mismo hizo mi familia a finales de la década.
Sin embargo, en la Finlandia de mi infancia, la industria forestal tenía una posición privilegiada. El país estaba luchando contra la recesión económica resultado de la última guerra mundial. Con los productos forestales y los de la industria metalúrgica, Finlandia pagó la inmensa deuda de guerra a la Unión Soviética. Los pagos representaron, en algún momento, hasta el 16 por ciento de todos los gastos del Estado, lo que significó grandes sacrificios para los ciudadanos comunes y corrientes.
Pero cada centavo de la deuda fue pagado. El último tren, que llevó los productos de pago, pasó la frontera con la Unión Soviética el 18 de septiembre de 1952.
La industria forestal era considerada la salvadora del país y por eso se aceptaban las desventajas, que no hubieran sido toleradas a otras industrias. En esa época no se podía criticar la industria forestal. No habían activistas protegiendo los bosques finlandeses y poniendo límites a los ingenieros forestales, que cada vez se ponían más codiciosos. El bienestar de Finlandia era el bienestar de la industria forestal.
El problema que causaban los desechos líquidos de la industria forestal empezó a atraer la atención durante la década del setenta. Yo misma empecé a estudiar el tema de conservación de aguas en el año 1974. Era una carrera muy nueva. En la misma época la conciencia ambiental de los ciudadanos estaba creciendo y empezaron las confrontaciones entre los ambientalistas y la industria forestal. Esto continúa hasta la actualidad. Después se ha trabajado bastante para recuperar la condición de las aguas, esto incluye a los ríos, los lagos y al mar Báltico.
Todavía hay pequeñas fábricas de celulosa muy antiguas, que siguen contaminando las aguas. Son aceptadas únicamente por políticas regionales, para no generar desempleo. Pero la mayor parte de pasta de celulosa y papel es producida en fábricas grandes y modernas, cuyas emisiones contaminantes son hoy día una pequeña parte de lo que fueron anteriormente. En cincuenta años la producción de papel y cartón se ha duplicado. Al mismo tiempo, la contaminación disminuyó de manera impresionante, por ejemplo: las emisiones de partículas son ahora menos de una décima parte de lo que fueron antes. Las emisiones de fertilizantes como fósforo y nitrógeno no han disminuido en la misma proporción, pero también muestran una tendencia favorable: ahora son la tercera parte de lo que fueron en los años ’80.
La mejor manera de describir la tendencia a bajar las emisiones contaminantes es mencionar que en los años ’70 se necesitaban 250 metros cúbicos de agua para producir una tonelada de celulosa y ahora sólo se necesitan entre 20 y 50 metros cúbicos. Se puede decir que la historia de la disminución de los desechos de la industria forestal es una de las pocas historias exitosas dentro de la conservación de la naturaleza.
A pesar de eso, no habría que soñar con lo imposible. Desde que tengo memoria, se ha hablado de fábricas con un sistema cerrado de circulación de agua, es decir, sin derramar desechos en los ríos y lagos. Sin embargo, en ningún lugar del mundo se ha logrado desarrollar una fábrica que no produzca desechos.
Además, de vez en cuando, el ser humano comete errores. Hace un par de años una fábrica de pulpa de celulosa de la empresa finlandesa UPMKymmene contaminó las playas cercanas para todo el verano. Como resultado de un juicio contra la empresa, la gente local y los propietarios de las casas de verano fueron bien indemnizados.
Uno de los temas más discutidos es el uso del cloro en el proceso del blanqueo de la pulpa. En Finlandia no se ha podido dejar de usar cloro. Generalmente se aplica el blanqueo ECF (Elementary Chlorine Free), el mismo blanqueo que Botnia va a montar en Fray Bentos, Uruguay. Este método usa dióxido de cloro, peróxido de hidrógeno y oxígeno para blanquear la pulpa. La única fábrica finlandesa donde se ha contado con el blanqueo sin cloro TCF (Totally Chlorine Free, usando el oxígeno) es la de Botnia, en Rauma. Pero incluso allí están en proceso de cambio hacia el blanqueo ECF. En algunas fábricas se pueden usar los dos métodos.
La industria defiende el método ECF con el argumento de que exige menos energía y madera y por eso es más favorable para el medio ambiente. Pero la verdadera razón puede ser el hecho de que produce una celulosa más clara para el consumidor, que está acostumbrado al papel blanco y lujoso.
Sin embargo, en la actualidad el cuatro por ciento de la celulosa producida mundialmente se blanquea sin cloro.
Mucho tiempo será necesario para deshacerse del olor a huevo podrido. El pestilente olor cerca de las fábricas de celulosa es causado por las combinaciones del azufre (hidrosulfato o combinaciones orgánicas), producidas en diferentes etapas del proceso. Se trata de detener las emanaciones de los gases, pero se escapan fácilmente ante cualquier mal funcionamiento del proceso. Como nuestro sentido del olfato es muy sensible a esos olores, hasta el momento no existe una fábrica de celulosa que no tenga, de vez en cuando, el mal olor de mis recuerdos infantiles.
Finlandia es un país con decenas de miles de lagos y con bosques interminables.
Las áreas boscosas cubren más de 80 por ciento del territorio. A pesar de la industria forestal intensiva, esta proporción se ha mantenido. Pero la calidad de los bosques naturales sí ha cambiado. Casi todos ellos, tanto los privados como los estatales, están al servicio de la industria. El porcentaje de los bosques protegidos y parques nacionales es de entre 4 y 7 por ciento de las áreas boscosas, dependiendo del método con que se calcule. La distribución varía de una región a otra. En el Norte puede llegar a ocupar hasta 40 por ciento, mientras que en el Sur, donde vive la mayor parte de la población, es menos de uno por ciento.
Los ambientalistas exigen que por lo menos el 10 por ciento de los bosques sean protegidos.
A nivel mundial, la legislación finlandesa está muy avanzada. Ya a finales del siglo XIX no estaba permitido cortar ni un solo árbol sin sembrar uno nuevo. Pero ese mismo método favoreció un crecimiento rápido destinado al uso de la industria forestal. El pino (Pinus Sylvestris) comenzó a ocupar cada vez más territorio en detrimento de otras especies, resultando muchas veces casi en un monocultivo. Como consecuencia, la diversidad boscosa se ha empobrecido significativamente. Los biólogos informan cada año sobre nuevas especies en peligro de extinción, el 40 por ciento de las cuales está en peligro debido a la industria forestal intensiva. Además, la celulosa detuvo la vieja tradición de la madera: la producción de muebles artesanales y la construcción de casas de madera fueron casi olvidados.
Hoy en día los problemas ambientales se ven más claramente que antes. La legislación ha sido renovada y se favorecen métodos menos dañinos. Pero en el Norte la naturaleza se renueva muy lentamente y los errores ya cometidos estarán presentes por largo tiempo. Creo que ni yo ni mis hijos vamos a ver los antiguos y oscuros bosques que tanto han enriquecido la mitología finlandesa y su fantástico mundo de los seres del bosque. Por suerte se han conservado muchos poemas, cuentos y cantos con que las antiguas generaciones compartieron con las nuevas, su sabiduría y conocimientos.
La industria de pasta de celulosa y papel está viviendo un cambio sin antecedentes. La competitividad de la industria del Norte está deteriorándose con el proceso de la globalización. En su necesidad de mejorar la competitividad, la industria está buscando mano de obra barata, madera barata y la cercanía de los mercados. En América latina la mano de obra es económica y el eucalipto está listo para ser cortado en menos de diez años. En cambio, los árboles que crecen en Finlandia pueden ser cortados solo después de 60 o incluso 120 años. Muchos de los países del Tercer Mundo ofrecen exoneración de impuestos, un control estatal débil y otros beneficios para las empresas extranjeras.
Como consecuencia, en este momento las empresas finlandesas están construyendo fábricas de celulosa en América latina y Asia. Muy conocidos son los casos de Botnia en Uruguay y el de Stora Enso en Brasil. En Chile no hay empresas finlandesas de celulosa, pero en las fábricas de Celulosa Arauco y Constitución usan muchas maquinarias de la empresa finlandesa Metso. En todos los casos las firmas finlandesas han sido fuertemente criticadas.
Con la apertura de la industria finlandesa en los países latinoamericanos, en Finlandia se siente en el aire la presión por cerrar fábricas. Y no sólo en nuestro país sino en toda Europa. La empresa suecofinlandesa Stora Enso acaba de cerrar una fábrica en Francia y otra en Holanda. En Finlandia, en los últimos años se han cerrado parcialmente algunas papeleras y la fábrica de UPMKymmene en Voikkaa fue clausurada (2006).
La industria acaba de publicar una investigación proyectiva hasta el 2030, que refleja su propia visión sobre el futuro. Según ella, la industria forestal no desaparece de Finlandia en su totalidad, pero sí cambia de forma. Finlandia va a concentrarse en productos muy modernos y desarrollados, en vez de la pulpa y el papel tradicional. Se puede leer entre líneas que el futuro del Norte es de todo tipo de productos “high tech” o productos “inteligentes”, de los cuales algunos ya son realidad.
Simplificando un poco, según los sueños de los empresarios finlandeses, las fábricas de celulosa y papel se construyen en el Sur y la producción más sofisticada se concentra en el Norte. En su estrategia actual, los problemas medioambientales no juegan un rol importante.
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