Mar 21.11.2006

EL PAíS  › EMPEZO EL CORTE Y EL BANCO MUNDIAL DEFINE EL CREDITO A BOTNIA

En la ruta, a la espera de lo peor

Los vecinos de Gualeguaychú arrancaron con el nuevo corte del puente, mientras aguardan la decisión del BM sobre el dinero para la pastera. Todo indica que el crédito será otorgado.

Los vecinos de Gualeguaychú volvieron a la ruta. La medida votada por una asamblea con miles de personas se inició ayer a las dos de la tarde y posiblemente no terminará rápidamente. En lo inmediato, esperan que hoy mismo el Banco Mundial se niegue a otorgar un crédito de 170 millones de dólares destinado a la papelera Botnia, asentada del otro lado del río Uruguay y eje del conflicto. Si como todo indica eso no sucede y el Banco habilita el crédito, el corte podría extenderse indefinidamente. En la ruta se levantaron tinglados, mesas, sillas y parrillas para esperar el verano. En el gobierno nacional discutían anoche los pasos a seguir: la reunión convocó al jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y a la secretaria de Ambiente, Romina Picolo-tti. Uruguay, por su parte, presentó un reclamo formal y protestó por los “daños irreparables” por “segundo año consecutivo”.

“¿Y ahora qué vamos a hacer?”, se pregunta Marta Gorosperrazú, secretaria de la Asamblea Ciudadana de Gualeguaychú. “La verdad es que yo no sé qué pasará con nosotros en los próximos días, lo que sé es que será difícil mantener un corte durante mucho tiempo: todos tenemos familia, trabajo, cosas para hacer ahora que las clases todavía no terminaron.”

A pesar del esfuerzo, ella era una de las muchas personas que a las dos de la tarde de ayer se reunieron en la ruta internacional 136, a la altura del paraje Arroyo Seco, un lugar ya histórico para las asambleas y sus cortes, ubicado a unos 6 kilómetros del Puente Internacional General San Martín, en la frontera con Uruguay.

Allí, la asamblea empezó el corte. Y lo hizo con un clásico: un camión con acoplado cruzado en medio de la ruta con una foto inmensa del presidente uruguayo Tabaré Vázquez envuelto en la bandera de Finlandia.

Gorosperrazú había dejado su trabajo a las 12.55 para llegar a tiempo. Volvió a su casa a la tarde, se dio una ducha y regresó a la ruta a las 19.30, porque una hora después se iniciaba la asamblea de evaluación del día, como sucederá con cada jornada de aquí en adelante y mientras se prolonguen los día del corte.

Las escenas no fueron ni serán aparentemente muy distintas a las que se repitieron en la ruta entre diciembre y abril, cuando los vecinos recurrieron a esa modalidad para protestar contra la instalación de las papeleras. En los últimos meses, sin embargo, esas imágenes se habían alejado de la ruta. El último 30 de abril, la Asamblea abandonó los cortes para encaminar otras alternativas de diálogo, especialmente con el gobierno uruguayo, que no aceptó negociar con los asambleístas bajo lo que una y otra vez llamó “la presión de los cortes” (ver aparte).

Desde entonces, un sinfín de iniciativas se sucedieron para resolver el conflicto y mantenerlo lejos de la ruta. Hubo una presentación formal ante el Tribunal de La Haya, gestiones del gobierno argentino ante los directivos del Banco Mundial y hasta la incipiente gestión del rey Juan Carlos de España. Hasta ahora, nada sirvió.

“Tengo la impresión de que todo esto volvió a retrotraerse a un punto cero nuevamente, al momento en el que levantamos el corte”, dijo en este caso José Gómez, uno de los asambleístas más antiguos. Ayer terminaba con el trabajo de alambrador en una estancia mientras preparaba el ánimo para pasar las primeras horas de la noche en la ruta. “No crea que voy a estar despierto toda la noche –explicó–, más bien me echo a un costado en la camioneta y me duermo.” Al día siguiente, Gómez empieza a trabajar muy temprano, a las 5.30 de la mañana. Unas horas antes dejará la ruta. Entregará su puesto y su guardia a algún otro compañero.

“Yo estoy cansado, pero me entusiasmo porque en el corte hay gente nueva.” Gómez actuó como delegado de la Asamblea en varias gestiones ante organismos y autoridades nacionales o de Uruguay. Siempre buscó nuevos canales de diálogo. O una alternativa para comprometer al gobierno de Uruguay a trasladar la planta, pero sus gestiones fracasaron. Esa experiencia se convirtió en otro de los factores del nuevo “no va más” de la Asamblea: “Le aseguro que hasta a mí me daba vergüenza, porque la gente cuando volvíamos de una reunión ya no nos creía. Nosotros repetíamos las promesas que nos hacían de que las cosas iban a cambiar porque al principio yo me las creía sinceramente, pero al final eso mismo nos hizo quedar como devaluados frente a la Asamblea”.

El proceso de desgaste terminó de completarse las últimas semanas. “Porque nosotros no estamos pidiendo los cortes solamente por el crédito del Banco Mundial (para Botnia), eso es sólo la gota que rebasó el vaso”, apuntó Gorosperrazú.

En ese vaso a punto de rebasar, los asambleístas cuentan tres factores determinantes. Por un lado, el crédito del Banco Mundial. El préstamo de 172 millones de dólares que la Corporación Financiera Internacional (CFI) analiza tiene un significado especial para Botnia, porque con su aprobación podrían dispararse otras líneas de crédito desde el sector privado, como soporte a la inversión de 1200 millones de dólares que lleva adelante. Ese punto debía resolverse la semana pasada, pero una gestión de la Asamblea en Washington y de funcionarios del gobierno argentino demoró la decisión. El Banco ahora prevé anunciar oficialmente hoy la definición, que según los trascendidos beneficiará a Botnia.

Por otro lado, los asambleístas evaluaron como “una nueva violación” al Tratado del Río Uruguay el hecho de que Botnia recibiera un cargamento de maquinarias para la planta en el puerto de Fray Bentos, al que consideran “ilegal”.

El último aspecto que precipitó el corte fue la intervención del “facilitador” enviado por el rey de España: “Pretendíamos que su presencia fuese una solución política y el comienzo del diálogo verdadero entre los dos países –dijo la secretaría–, pero todo hace pensar que no lo logramos.”

A las seis de la tarde, Rafael Alipi estaba bajo un tinglado de la ruta. Contaba unos 50 autos estacionados. Y unas 120 personas alrededor. “Ahora se está techando una parte del tinglado para tapar el sol, se ponen unas mesas, parrilla y una lona negra por si llueve.” Un poco más allá, corría un mate, el sol o alguna charla. “Acá se habla de estar en la ruta todo el verano”, sintetizó.

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