Mar 21.11.2006

EL PAíS  › SORPRESIVAS REVELACIONES DE UN TESTIGO CLAVE DEL CASO AMIA

“Quieren que cambie mi testimonio”

Claudio Lifschitz fue secretario del ex juez Galeano y testigo fundamental en la causa por el atentado. Pide protección. Dice que lo amenazan para que no declare contra Carlos Corach.

› Por Raúl Kollmann

La causa AMIA no deja de producir sorpresas. Claudio Lifschitz, ex secretario del ex juez Juan José Galeano, y quien resultó un testigo clave para revelar las irregularidades en la investigación del atentado contra la AMIA, se presentó ante la Justicia para pedir protección. De forma asombrosa, Lifschtiz cuenta en su escrito que desde hace siete años trabaja para Raúl Martins, un ex agente de la SIDE famoso por ser propietario de boliches nocturnos en los que –según varias denuncias– se ejercía la prostitución y se hacía espionaje. Recientemente, el juez Ariel Lijo ordenó un careo entre Lifschtiz y Galeano para determinar si el ex ministro Carlos Corach tuvo responsabilidad en las irregularidades de la investigación del atentado. En ese momento, según Lifschitz, Martins lo presionó para que ayudara a Corach en el careo. Eso ocurrió en Cancún, lugar en el que el ex secretario de Galeano también trabajaba como abogado en causas relacionadas con los boliches nocturnos que el ex SIDE tiene en ese paraíso turístico en México. Pero, además, Lifschitz relata que el 18 de julio pasado le dispararon un tiro de Itaka para amedrentarlo y desde un auto le tiraron un ejemplar del libro que escribió sobre las irregularidades en la causa AMIA con varios agujeros también producidos por disparos de Itaka. Ese mismo día hizo la denuncia.

Página/12 accedió al escrito presentado por Lifschitz ante el juez Lijo en el que revela la trama de su relación con Martins. Dice el ex secretario de Galeano que “habiendo tenido que volver de Cancún, México, antes de lo previsto en razón de haber recibido presiones por parte de quien me llevara para la estructuración de un estudio jurídico, a fin de que cambiara mi testimonio al momento que se concretara el careo, por usted ordenado, con el procesado Galeano. Esa persona que me presionó es Raúl Martins, ex SIDE, para quien laborara como abogado durante siete años en Argentina y luego en Cancún, donde posee dos lugares nocturnos”.

Resulta asombroso que Lifschitz admita que trabajó durante tanto tiempo con el hombre que regenteaba, por ejemplo, el boliche The One, sobre la calle Chacabuco, en pleno centro porteño. Distintas cámaras ocultas de programas periodísticos mostraron a Martins a cargo del local y se vieron imágenes del movimiento en los pasillos que daban a las habitaciones donde las chicas prestaban servicio. En el ambiente de la noche se hablaba del enorme poder y la protección que tenían los locales de Martins a raíz de su pertenencia a la SIDE. Tiempo después se produjo el escándalo del prostíbulo gay Spartacus. Allí la SIDE filmaba a los clientes famosos, algo que no se sabe si también ocurría en los boliches de Martins.

“Una vez publicitado el careo que usted ordenó –le dijo en el escrito Lifschitz al juez Lijo–, Martins me indicó la necesidad de que cambiara mi testimonio a fin de no comprometer al doctor Corach. En primer lugar, porque Martins me dijo que se encontraba negociando con un abogado supuesto socio de Corach la compra de una propiedad donde posee uno de los locales nocturnos, Artigas 1444. Y en segundo lugar, porque Martins dijo ser amigo de un hijo del precitado Corach. Yo me negué rotundamente a cambiar mi testimonio, por lo que días después no solo cambió su trato conmigo en Cancún, sino que me varió las condiciones de trabajo por las cuales me llevara a ese país. A raíz de ello decidí volver. Ya aquí, me impidió seguir trabajando en su empresa.”

El careo de Lifschitz y Galeano tiene un punto clave. El ex secretario del juez contó en la Justicia que Galeano estuvo en la Casa Rosada reunido con Corach y volvió de allí con la instrucción de que la causa AMIA debía ser orientada hacia los policías bonaerenses que terminaron detenidos. En una palabra, Lifschitz dice que el poder político, por vía de Corach y habría que suponer que también de Carlos Menem, se inclinó por una pista que el Tribunal Oral consideró falsa y que tenía la enorme ventaja de que apuntaba contra el archienemigo de Menem, el entonces gobernador bonaerense Eduardo Duhalde. El careo está pendiente y Lijo debe fijar fecha.

Hasta el momento, Lijo procesó a Galeano, al ex titular de la SIDE Hugo Anzorreguy, a los ex fiscales Eamon Mullen y José Barbaccia, al ex presidente de la DAIA Rubén Beraja, al desarmador de autos Carlos Telleldín y a su abogado Víctor Stinfale por una serie de delitos en los que incurrieron plantando una pista falsa en el caso AMIA. Una de las debilidades del fallo de Lijo es que presenta las maniobras como hechas por Galeano y Anzorreguy, sin que tuvieran participación las máximas instancias del gobierno menemista, entre ellas el propio ex presidente y su ministro del Interior. Lijo deja entrever que aunque la lógica indica que hubo una “orden de arriba”, no existen pruebas para sostener esa hipótesis. El único vínculo que tiene estado judicial es lo que Lifschitz cuenta sobre el regreso de Galeano de la reunión con Corach. Por eso, Lijo ordena el careo.

En la causa judicial, Lifschitz declaró con precisión y la gran mayoría de los datos que aportó antes del juicio oral se vieron corroborados después. Incluso, el ex secretario del juez, que estuvo en toda la cocina de la causa AMIA junto a Galeano, dio detalles de la forma en que se hizo el pago de 400.000 dólares a Telleldín, dónde y cómo se entregó el dinero y cómo llegaron los fondos desde la SIDE. Las pruebas contundentes de ese pago, que incluyeron dos videos que Lifschitz describió con minuciosidad, derrumbaron la causa, significaron el fin de Galeano como juez y pueden incluso llevarlo a la cárcel. Pero, también, Lifschitz dijo que el magistrado había destruido otras pruebas, que coaccionó a testigos y que hubo torturas contra César Fernández, un integrante de la banda de Telleldín. Todo ello fue dado por probado por el Tribunal Oral.

La óptica que Lifschtiz introdujo en el caso AMIA es que la SIDE sabía del atentado de antemano. Incluso que tenía en la mira a un grupo de iraníes y que por esa razón fotografió al agregado cultural de Irán en la Argentina, Moshen Rabbani, en la avenida Juan B. Justo preguntando precio de una camioneta Trafic ocho meses antes del ataque. La teoría de Lifschitz era que la SIDE tenía todo para prevenir el atentado pero se le escapó, y después tapó las pruebas con maniobras para que no se percibiera la responsabilidad de los espías. Con la investigación sin resultados, se produjo la reunión Galeano-Corach en la que se decide avanzar contra los policías bonaerenses para darle algún culpable, aunque sea falso, a la sociedad.

En razón de ese enfoque se pensó que Lifschitz jugaba contra la SIDE y a favor de la Policía Federal, acusada en la causa AMIA por estar vinculada al negocio de los autos truchos. La SIDE quedaba más inculpada y la Federal más aliviada. El indicio de que Lifschitz jugaba ese partido era que el ex secretario de Galeano había sido integrante de la Federal y abogado de esa fuerza. La sorpresiva admisión de ahora, acerca que desde hace siete años que trabaja para Martins –es decir justito cuando salió a denunciar las irregularidades– deja la sospecha de que jugó para un sector de la SIDE contra otro sector de la SIDE. Sea cual fuera el motivo de sus denuncias en la causa, incluso el arrepentimiento por haber sido parte del juzgado, la realidad es que esas denuncias fueron claves para develar las maniobras de la investigación del atentado.

En el escrito presentado ante Lijo, Lifschitz hace otra revelación. Cuenta que el 18 de julio pasado, “en circunstancias en que caminaba hacia mi domicilio particular en horas de la madrugada, pasó un vehículo por detrás de mí, del que me dijeron ‘esto es para vos’, arrojándoseme el libro que sobre las irregularidades en la investigación del atentado escribiera. En ese momento me efectuaron un disparo de arma de fuego que impactó en frente mío. El libro parecía tener el impacto de distintos proyectiles, como efectuados por una Itaka, o arma similar. Inmediatamente llamé al 101 de la Policía Federal, que envió tres patrulleros, radicando la respectiva denuncia ante la seccional 50ª e implantándose una custodia policial por 48 horas”.

El texto termina pidiendo se le dé protección y arremete contra Jaime Stiusso, uno de los hombres fuertes de la SIDE. Según cuenta en forma poco clara, Martins le contó a Lifschitz que “hace algunos años, Jaime –por Jaime Stiusso– me pidió que te colocara en un lugar que previamente me iba a decir. A lo cual le contesté que ni loco, que vos sos mi abogado”. O sea que supuestamente Martins debía llevar a Lifschitz a un lugar y que hombres de la SIDE lo matarían. En función de eso, y como Lifschitz explica que Stiusso tiene un cargo alto en la SIDE, le pide al juez Lijo que se lo proteja y que se active nuevamente un permiso de portación de armas que tenía en años anteriores.

El magistrado no se pronunció sobre ninguna de las dos medidas: ni sobre la protección ni sobre el permiso de portación de armas, pero derivó el asunto al Ministerio de Justicia. Para ello envió un escrito judicial diciéndole al Poder Ejecutivo que evalúe incorporar a Lifschitz al programa de protección de testigos. El abogado se negó, porque no quiere cambiar de identidad, y también dijo que no quiere dinero. Por ahora, lo que se decidió –hay una orden judicial firmada por Lijo– es otorgarle custodia policial. Al mismo tiempo, el juez le pidió que ampliara su declaración y, por supuesto, está pendiente el careo con Galeano relacionado con el papel que jugó Corach en la causa AMIA.

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