Dom 26.11.2006

EL PAíS  › EL ENDIABLADO CONFLICTO DE LAS PASTERAS

Las aguas bajan turbias

La crispación ulterior a la decisión del Banco Mundial, un escenario que pudo atenuarse. La propuesta argentina de relocalización de Botnia sigue en pie. Una desmesura de Busti y un reto en voz baja. Adivinen dónde es el primer test match electoral de 2007. Una sensata y noble propuesta de un lector.

› Por Mario Wainfeld

Opinion

El enviado del rey Juan Carlos regresó a España y nadie puede asegurar que retornará a estos pagos. Quizá, como Mambrú, no vuelva más si no hay un viso de acercamiento entre la Argentina y Uruguay. El encono entre los dos gobiernos crece. Los argentinos reprochan al presidente Tabaré Vázquez “intransigencia” en público y, apenas en privado, sumisión a la empresa finlandesa Botnia, amén de una suicida falta de coraje para zafar del abrazo del oso de los partidos Blanco y Colorado. En la versión de los argentinos, la alusión a los cortes de ruta como impedimento para el diálogo es una coartada, los orientales (dicen) no quieren negociar nada. Del otro lado del río, las cosas se ven diferentes: los piquetes son un hecho de fuerza, prohijado desde el poder público en la Argentina. El peor de los mundos posibles, los dos gobiernos no se hablan pero se acusan de doble discurso. Demasiadas complejidades para añadir a un conflicto de por sí peliagudo: el mundo está lleno de polémicas sobre los costos ambientales del desarrollo económico capitalista. Lo ordinario es que el debate entre beneficios y perjuicios divida a una sociedad. En este caso, los beneficios están de un lado del río, en un país, y los damnificados están en otro, menudo rollo para el facilitador mejor predispuesto.

La concesión de un crédito del Banco Mundial (BM) a Botnia era un trámite burocrático incontenible. El gobierno argentino propuso esa instancia como un hito en su lucha. Esa opción transformó un hecho anunciado en una derrota dolorosa. La reacción visceral de Gualeguaychú no se hizo esperar y el Presidente la acompañó con declaraciones muy severas respecto de su par uruguayo. En la Argentina, se le resta lesividad pensando que su tribuna primera son los exasperados vecinos a quienes desea representar y moderar. Pero esa lectura polisémica tiene pocos adeptos fuera de nuestras fronteras. “Tira nafta al fuego”, repiten a este diario diplomáticos europeos y de la región, de países que tienen muy buena onda con la administración Kirchner. “El discurso de Kirchner es un revés para Antonio Yánez Barnuevo”, menean la cabeza, hablando castellano funcionarios avezados que se tratan de “tú”.

La Casa Rosada no es un ámbito donde cunda la introspección. Kirchner propone una línea interpretativa y de ahí nadie se aparta. El Presidente justificó el dispendio de energía y la ansiedad creada desplegados ante el BM como tributo a sus convicciones. En rigor, a los mandatarios se les exige eficacia, amén de congruencia. Pretender que, como se tiene la razón, cualquier táctica utilizada es indiscutible es incurrir en un sinsentido lógico y político. La ética de las convicciones y la ética de la responsabilidad deben combinarse e imponen standards más rigurosos.

Toda acción frustrada queda expuesta a la discusión contrafáctica. ¿Qué ganó el Gobierno con exacerbar la ansiedad en su propia ciudadanía, desde el vamos insaciable? Si lo sabía ¿para qué magnificó el escenario? Si tenía alguna ficha a otro desenlace (ésta es la impresión que domina al cronista), ¿no leyó muy mal la realidad?

La Casa Rosada no es un ámbito de introspección. Puertas adentro no se admite un tropiezo, un error, un desvío. Aun en ese fárrago de autoafirmación, permaneció tendido un puente a la negociación. Alberto Fernández refrescó la propuesta más precisa de Argentina: “Hacer un análisis conjunto de impacto ambiental y, si se corrobora su existencia, relocalizar la planta de Botnia. Argentina se haría cargo de la compra del terreno de la nueva implantación y de los gastos de la edificación”. Esa moción, insiste el jefe de Gabinete, fue conversada entre Kirchner y Vázquez en Chile e iba a ser el núcleo de las conversaciones que comenzarían con una minicumbre en la estancia de Anchorena, Uruguay. Una tregua de 90 días, de cortes y de trabajo en las pasteras (a esa altura Ence estaba en Fray Bentos) precedería al fasto. Fue el ratito más propicio del año que ya se va. Pero como todo lo bello, ay, no duró.

“Tabaré no tuvo el coraje suficiente para persuadir a Botnia”, se enfadan en el primer piso de la Rosada y hay quien susurra que eso indignó a integrantes del Frente Amplio como el secretario de la Presidencia Gonzalo Alvarez. Desde entonces, sigue la historia oficial, todo empeoró.

La proposición sigue en pie, porfían en este borde del Plata.

–¿La conoce el facilitador español? –inquiere Página/12 en Cancillería y en la Rosada. La confidencialidad pactada sella muchos labios pero las cabezas asienten.

–¿Se plasmó por escrito? –meneo de cabezas.

–¿Hay alguna estimación de los costos? –un empinado integrante del gabinete nacional mira al techo y pondera que “en su momento eran algo así como 25 millones de dólares. Estábamos dispuestos a pagarlos”.

–En aquel entonces, Página/12 publicó que eran alrededor de 40 millones. Ahora serían más, las construcciones avanzaron –conmemora y extrapola este diario.

“Si hubiera una solución, la cifra no sería un escollo”, afirma el interlocutor de postín.

Una solución exigiría la confluencia de varias partes. Botnia debería sentarse a la mesa, pero Uruguay debería catalizar la instancia. Hoy suena utópico.

La revuelta

El primer anhelo del Gobierno, que es encauzar la protesta entrerriana, se le piala entre las manos. No es sencillo conformar a los ambientalistas cuyas propuestas exorbitan toda lógica de convivencia: ruptura de relaciones, corte del suministro de gas y electricidad, cortes eternos.

Los límites de la acción oficial, cabe reconocer, son estrechos. El Presidente rehúsa reprimir la protesta social y lo bien que hace. La experiencia de los últimos años de historia local es persuasiva, la “prevención” es terra ignota para gendarmes y policías. Toda acción cautelar o disuasiva deriva en palos, las voces de alerta se metamorfosean en balas de goma, éstas se trasmutan en balas dendeveras. Las agencias de seguridad tampoco reportan al paradigma weberiano, su modo de monopolizar la violencia legítima no responde a pautas de racionalidad y economía de esfuerzos.

Lo aconsejable en una sociedad herida que no ha restaurado del todo su paz social es una paciencia casi zen con la acción directa, eventualmente mayor a la del actual gobierno, jamás menor. Cabe darle la derecha al oficialismo, en esa polémica con la oposición política. Cuesta imaginar cómo podría implantarse la supuesta templanza de Roberto Lavagna o Elisa Carrió sin desbarrancar a la represión de una multitud de vecinos habituados a la movilización pacífica y masiva. Mauricio Macri fue más sincero y frontal, pidió sin más “desocupar el puente”. Un decisionismo catoniano que no le cabe cuando de combatir a las barras bravas se trata.

Fuegos artificiales
y mechas

Es correcto transitar el desfiladero de acompañar los reclamos, pedir ponderación y no reprimir. Tal vez no sea funcional ni congruente la oratoria beligerante que excita permanentemente a un colectivo vecinal de por sí muy irritable. La verba triunfalista pre La Haya, pre BM, acentuó la depresión y la bronca ulteriores.

El despliegue de la secretaria Romina Picolotti con el BM fue un fuego de artificio fatuo, demasiado cercano a un polvorín. La presencia de su esposo azuzando los reclamos, una inconsistencia que luego se paga.

Para colmo, aunque al oficialismo le encante negarlas, hay internas en el propio gobierno. Raúl Estrada Oyuela, un especialista en la materia que se supo ganar el corazón de los entrerrianos a fuerza de extremar posiciones talibanes, ahora puja con la joven Picolotti y la cuestiona a toda voz. “Estrada Oyuela sangra por la herida, le dio celos que Picolotti integrara la delegación a la conferencia sobre cambio climático en Nairobi. El ambicionaba ese lugar” fulminan a metros de las oficinas del Presidente. En el Palacio San Martín el hombre tiene aliados y detractores en mayor medida. “Es anti uruguayo por formación histórica. Le cayó este tema cuando está a punto de jubilarse y le agarró un ataque de mitrismo”, historiza, revisionista, una mano derecha del canciller.

Si la intención del Gobierno era robustecer a Picolotti, cuyo nombramiento fue un gesto audaz y promisorio, lo mejor era ahorrarle el papelón ante el BM y no propagarlo. Más allá de las rencillas internas, cuya existencia se niega, como la de las brujas.

Patear el tablero

El gobernador Jorge Busti anunció que instaría una denuncia penal contra los 23 directores del BM que autorizaron el préstamo. Sería una nueva versión litoraleña de una pésima costumbre argentina que es patear el tablero tras una partida que se pierde. Creo en la Justicia si gano, si pierdo.

Si Argentina mocionó ante el organismo, misiva presidencial incluida, su sumisión implica aceptar la legalidad de la instancia y excluye la pertinencia de movidas más patoteras que folclóricas. En el gobierno nacional la jugada de Busti cayó mal. “Es un error, Alberto Fernández habló con él por teléfono el viernes y le dijo que desistiera. Uno de sus asesores legales le calienta la cabeza, lo hizo entrar en un disparate”, confidencian en el primer piso de Balcarce 50.

“¿Por qué no hacer público el reto siendo que cualquiera desde afuera puede sospechar una conjura con el mandatario provincial?” Silencio.

Uno de los motivos imaginables para preservar a Busti del rapapolvo es la inminencia de las elecciones provinciales, que serán las primeras de 2007.

Sepa el pueblo

El radicalismo gobernó la provincia en los períodos 1983-1987 y 1999-2003 (Sergio Montiel). El peronismo en 1987-1991 (Busti), 1991-1995 (Mario Moine), 1995-1999 y 2003-2007 (Busti de nuevo). La Constitución provincial permite la reelección pero no consecutiva a otro mandato. Busti trató de reformarla en 2005, estuvo a un tris de lograrlo. Los desempeños, su eterno retorno, sugieren que la popularidad del actual gobernador es un dato. Su desmesura para conducir un conflicto que requiere sutileza y responsabilidad también.

Sergio Urribarri es el paladín de Busti. Su principal adversario, Emilio Martínez Garbino, se define como kirchnerista en el nivel nacional y como acérrimo crítico de Busti en la provincia. Histórico militante de la izquierda peronista, ex intendente de Gualeguaychú, actual diputado nacional, Martínez Garbino es seguramente más consistente que el gobernador saliente con el ideario nacional-popular-progresista con el que se autodefine el oficialismo. Se lanzará mañana en Paraná, en un acto que contará con la presencia de Hermes Binner, Víctor de Gennaro y Martín Sabatella entre otros.

Muchos funcionarios nacionales kirchneristas de primer nivel confiesan con sordina que sienten más cercano a Martínez Garbino que a Busti por trayectoria y en especial por lo actuado en tiempos del menemismo. Pero el favor oficial y el afán logístico del eterno operador del gobierno–peronista-que-fuera Juan Carlos Mazzón prohijan la lista de Busti.

La elección a gobernador se gana por mayoría simple y las encuestas que maneja el oficialismo vaticinan una victoria segura de Urribarri. Claro que, al ampararse en los sondeos, en la Rosada tocan madera y exorcizan el recuerdo de Misiones.

¿Cómo influirá Gualeguaychú en el voto entrerriano?, interroga Página/12 a allegados a los dos principales candidatos de la provincia. Ambos coinciden, primero en pedir la tutela del off the record, luego en señalar que existe la solidaridad y luego en agregar que cada paraje es un mundo y que la pasión de Gualeguaychú no está propalada por toda la provincia, en la que tallan intereses locales, broncas, competencias.

Mediaciones

“El pleito se les fue de las manos a los gobiernos y es necesario tender puentes, ayudar a la mejora de las relaciones políticas”, dijo el gremialista uruguayo Juan Castillo, dirigente de la central de trabajadores PIT-CNT. Los sindicalistas le entregaron una carta al embajador argentino Hernán Patiño Mayer y analizan promover una jornada de trabajo conjunto con sus pares de la CGT y la CTA argentinas. Sería una iniciativa estimulante, las sociedades civiles también están en mora en un contexto en el que sobran las declaraciones de amistad y faltan conductas a la altura.

La Fundación Gorbachov, cotillean en Gobierno, también ha ofrecido sus buenos oficios. Mediadores, en verdad, no faltan pero sí es patente la carencia de aptitud negociadora de ambos lados.

El entredicho se ha transformado en un precedente infausto, su evolución se escapó de todas las manos lo que torna un tanto insustancial recriminar las conductas augurales o aferrase a ellas. Todo lo ulterior, la evolución de la protesta de Gualeguaychú a un caso de “licencia social”, la retractación de la española Ence que algo dice acerca de la inconveniencia del esquema original, deberían integrar el cúmulo de preocupaciones de los uruguayos. La creciente rabia de los ciudadanos uruguayos debería integrar el inventario de problemas a reparar por los argentinos.

Las características de las contrapartes, su arrogancia o su timidez, su síndrome de país grande o de país chico, no deberían ser escollos insalvables ni pretextos fútiles sino desafíos a superar.

Los crecientes gestos chauvinistas, la torpe exaltación de las banderas de la patria grande balcanizada no contra los imperios sino contra el aliado histórico son responsabilidades que los mandatarios han propiciado con sus malentendidos y deben ayudar a desandar.

Menudo entuerto requiere gobernantes dúctiles, negociaciones largas, diplomáticos inteligentes. Comprender los móviles, los límites y hasta los prejuicios del otro son el bagaje mínimo del político que quiere acordar. Ni los argentinos ni los uruguayos pueden permitirse tener otro designio, lo que justifica repetir que todos están fracasando en lo básico que es cimentar la convivencia pacífica y fructífera en las próximas décadas, un objetivo de mínima irrenunciable.

Nada de final abierto

Este tipo de columnas desemboca ecológicamente (valga la metáfora) en la remisión al final abierto o algo así. Para huir de esa perezosa tentación, el autor prefiere sintetizar un correo electrónico que recibió de un lector uruguayo de Página/12. Se llama Alvaro Giusto y dice así: “Creo que en este asunto hay un encare periodístico que está faltando. Hay algunas formas de pensar en Argentina, que son muy ‘naturales’ ahí, que son difíciles de entender desde Uruguay. Por ejemplo: que una asamblea de vecinos determine de esa forma la política internacional de Argentina, los piquetes de todos los días, etc. Lo inverso también se da: el peso de las pasteras en la economía uruguaya, la impericia de Vázquez en aquella fallida negociación con Kirchner, el tratado de protección de inversiones con Finlandia, etc. Creo que sería muy interesante, no sé si fácil, un encare del estilo: ‘Lo que todo uruguayo debe saber de la política y mentalidad argentina para entender el conflicto’ y viceversa”.

Vaya si sería interesante en un instructivo para negociadores desrumbeados.

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