El presidente Eduardo Duhalde anuló anoche el nombramiento de Saúl Rotsztain como embajador ante la comunidad judía que había propiciado el canciller, Carlos Ruckauf. La designación de Rotsztain, un lobbista amigo del ex gobernador bonaerense, había sido duramente cuestionada por la DAIA.
El cargo era increíble: “Representante especial para los temas vinculados con la comunidad judía en el ámbito de la sociedad civil”, decía el decreto de designación.
En realidad, las razones del nombramiento del jueves pasado hay que rastrearlas en la relación entre Rotsztain y Ruckauf. El frustrado embajador es un reconocido lobbysta argentino en los Estados Unidos: se dedicaba, por ejemplo, a organizar desayunos a Carlos Menem con representantes de la comunidad judía de Nueva York.
En la Argentina, Rotsztain también ofrecía sus servicios. Por ejemplo, sus conexiones con Melvin Weis, el poderoso abogado norteamericano que le cedió a Ruckauf una colección de obras de Pablo Picasso para que se luciera exhibiéndolas en La Plata. Su designación como embajador para los temas vinculados a la comunidad judía, impulsada por Ruckauf desde el Ministerio de Relaciones Exteriores, le otorgaba a Rotsztain una “chapa” especial para seguir gestionando sus negocios.
Sin embargo, las críticas aparecieron desde el momento en que se conoció la designación. El domingo, Página/12 publicó la opinión de José Hercman, el titular de la DAIA. “Se ve que para el Gobierno argentino los judíos somos un problema y tienen que poner a alguien a cargo para que trate con nosotros. No es que también nombren a un funcionario para que se ocupe de la comunidad española, la italiana y la islámica. Es sólo para tratar la cuestión judía, algo que remite a la Alemania de la Segunda Guerra Mundial. Designan un embajador como si nosotros no fuéramos argentinos”, concluyó.
Ayer, después de una semana de críticas, Duhalde dio marcha atrás y anuló el decreto de designación: Rotsztain tendrá que seguir haciendo sus negocios desde el llano.