Mar 26.12.2006

EL PAíS  › EN GUALEGUAYCHU DECIDEN SI BLOQUEAN EL PUERTO EN BUENOS AIRES

Un brindis por el cierre de Botnia

La Nochebuena en la Ruta 136. Comida, baile y arbolito. Las boletas de los asambleístas para impugnar el voto en las próximas elecciones. La posibilidad de bloquear el puerto.

Desde Gualeguaychú

En medio de una oscuridad absoluta, el pestañeo de un árbol de Navidad armado con luces de neón oficiaba de señal para quien quisiera acercarse al corte de ruta de los vecinos de Gualeguaychú. Más adelante, cinco postes de luz iluminaban el kilómetro 28 de la Ruta 136. Allí un centenar de asambleístas pasó la Nochebuena bailando hasta las dos de la mañana, cuando comenzó la tormenta. Dispuestos en una mesa larga resguardada por un micro destartalado que oficiaba de casa, los personajes más habituales del Arroyo Verde brindaron por el cierre Botnia. Hoy la asamblea se reunirá para analizar un bloqueo en el puerto de Buenos Aires para impedir que salgan los barcos hacia Uruguay.

El asambleísta Adolfo Weinberg no descartó ayer que las nuevas medidas, que hace tiempo se vienen discutiendo se realicen en forma “sorpresiva”. De todas formas la discusión se retomará en la asamblea.

“Es una Navidad distinta, que va a quedar en la historia”, resumió José Pouler, uno de los coordinadores de la asamblea, agradecido por las donaciones de budines, pan dulce y sidras que se compartieron en el corte. Luego de 37 días ininterrumpidos, el lugar se convirtió en un paisaje casi turístico, una “mini ciudad” comentaron algunos visitantes, fascinados con el recambio permanente de gente y la organización. “Si llamamos, en quince minutos tenemos 5 o 10 mil personas acá”, es una de las frases favoritas de los asambleístas. De hecho, estos últimos días, cuando el temporal voló una de las carpas y al mismísimo árbol navideño, una caravana de autos y camionetas asistió a quienes hacían la guardia.

Pese al rumor de que el Gobierno intentaría encontrar “una solución política” con su par uruguayo, para los comensales el problema es Botnia y, por extensión, Finlandia. Por eso, ya se chusmea con la vuelta de los escraches a la embajada y a Nokia, una empresa del país báltico con fuertes inversiones en Argentina. También se habla de una lista 136 para las próximas elecciones en Entre Ríos, que serviría para impugnar el voto. “Me muero por ver las cara de los fiscales cuando vean nuestras boletas”, comentó un asambleísta. Dicen que de noche, durante la guardia, los vecinos juegan a que gobiernan el corte y hasta se reparten ministerios.

La mesa chica

“La lucha es para que se vayan, pero la alegría no se pierde ni se va a perder”, aclaró Gerardo “el Talibán”, vestido con un kimono azul traído de su viaje por Oriente durante la época menemista. Testigo de la primera asamblea, “cuando sólo éramos 10 personas”, se ganó el apodo por proponer “meterle bomba a lo que estaban construyendo”. El Talibán insistió en que nadie se fuera sin probar las empanadas, el pollo y las ensaladas que preparó para la ocasión. “¿Qué hacés con un kimono?”, le gritaban. “Estoy disfrazado”, bromeaba. Desde la otra cabecera de la mesa llegaba su competencia: lechón y ensalada rusa.

“En Fray Bentos piensan que la papelera va a dar trabajo, eso es pan para hoy y hambre para mañana”, reflexionó Gustavo Giusto, hombre menudo y de bigotes, preocupado por la “zona de riesgo” que podría generarse si funcionan las papeleras. “Los europeos van a dejar de comprar miel, arándanos, trigo y todos los productos que salen de acá. Lo que decimos es cierto: si nace Botnia muere Gualeguaychú”, advirtió. Gustavo piensa que el rumor de una “solución política” del Gobierno es como “un premio consuelo”. “Aunque armen un acueducto, tapen la papelera y pongan plata en la zona, lo que nosotros queremos es que se vayan. Y punto”, sentenció. Antes de ofrecer pan dulce y turrón, este asambleísta pidió los platos y cubiertos desocupados para los que todavía no habían cenado.

Cerca suyo merodeaba el hijo de “la Uruguaya”, que vino a visitarla porque hace casi dos meses que no la ve. Su madre pasó el día vendiendo remeras en la inauguración de la temporada del Ñandubaysal, el tradicional balneario de Gualeguaychú que está frente a la papelera. Mientras sonaba de fondo la Misa Criolla, el joven albañil descorchó la primera sidra; otro asambleísta, que reemplazó al cura que iba a oficiar la misa de Nochebuena, leyó algunos salmos. En la mesa chica, un funcionario, un profesor y un alumno ligados a la Universidad de La Plata contaban sorprendidos cómo la noche anterior cinco asambleístas se habían reunido para determinar si podía pasar una señora, que supuestamente iba al entierro de un familiar en Uruguay. “Les avisaron por radio y decidieron que pasara por Colón”, comentó Fabricio, el más joven de este grupo de amigos que optó por “La Navidad del Arroyo Verde”. La misma respuesta recibió una abuela alemana que el sábado se acercó hasta el corte pidiendo permiso para pasar a buscar un arbolito de Navidad. “Era la dueña de Ostrillón, una fábrica de chapas, y de varios campos de la zona”, detalló una activista de la Federación Agraria recién llegada de Santa Fe. Durante el fin de semana muchas familias pasaron de un lado al otro llevando sus regalos. El único requisito era cruzar el corte a pie, detrás aguardaron combis y remises para completar el traslado.

Susurros en la oscuridad

Los petardos anunciaron la cercanía de la medianoche. Todos los vecinos se levantaron para brindar, abrazarse y saludar a los presentes. “Estaremos una, dos o 10 navidades. Lo que haga falta. El corte es una moneda de cambio, si ellos no se van, nosotros no nos vamos”, aseguró Juan Fritzler, uno de los asambleístas. Desde la ruta podían verse los fuegos artificiales de Gualeguaychú.

De estricto flequillo y con pose arengadora, el “pollero” Bauer prendió sus dos órganos y dio comienzo al baile. “Va a haber premio para la mejor pareja”, anunció. “Un pasaje a Botnia”, completó el Talibán. El repertorio incluyó samba, chacarera y cumbia y hasta una versión de “pechito con pechito” en alemán. En la pista otros dos chicos acompañaron con guitarra y pandereta. “Esto es otra familia. Acá conocí mucha gente, con algunos puedo estar en desacuerdo pero respeto su decisión”, relató un policía encargado del sonido, que asegura que aunque su profesión está mal vista: “La preocupación de ellos es la preocupación nuestra”.

“¿La están pasando bien? ¿Necesitan algo? ¿Les gusta la fiesta?”, repetía a los invitados José, un señor que vino desde Lomas de Zamora y se instaló en la ruta hace tres semanas. “Acá es más tranquilo, la gente te saluda y te ayuda, no como en Buenos Aires”, explicó el ayudante de cocina del Talibán, que tiene una habilidad increíble para acordarse de todos los nombres y procedencias de los visitantes. “Es como la cinta de Moebius, nunca para... de hablar y dice siempre lo mismo”, definió el funcionario platense. A su lado, su amigo Fabricio señaló a Alipi, el “portero del colectivo”: “Es el que más tiempo se queda en el corte”. Mientras los vecinos bailaban, los rayos retumbaban sin que nadie se preocupara. “La lluvia está a 20 minutos”, le susurró una chica a su pareja de baile.

Solo uno de los nueve gendarmes que miraban desde lo lejos a los vecinos es entrerriano. “Hay mucha plata ahí”, comentó el más experimentado. ¿Por qué no participan de la fiesta?, le preguntó Página/12. “Somos apolíticos. Para nosotros ellos están cometiendo un ilícito. Nosotros estamos acá por ellos”, sentenció el gendarme.

A pocos kilómetros, en el último puesto de Gendarmería antes del cruce, dos colegas suyos festejaban Navidad: “Ellos están mejor, tienen una casa. Nosotros estamos en este remolque, por suerte tenemos aire acondicionado”. Mientras caían las primeras gotas, los gendarmes aprovecharon para saludar. “Feliz Año”, le furceó el más experimentado a una señora.

Informe: Emilio Ruchansky.

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