EL PAíS › OPINION
› Por Washington Uranga
El itinerario romano de los obispos argentinos formó parte de una estrategia planteada por el presidente del Episcopado, cardenal Jorge Bergoglio, para posicionar de una manera diferente a la Iglesia argentina ante las nuevas autoridades romanas. Sabidos son los problemas que en los últimos tiempos afrontó la cúpula eclesiástica local, que muchas veces se sintió burlada por el canal “directo” montado entre el Secretario de Estado, Angelo Sodano, y el gobierno de Carlos Menem, a través de quien fuera secretario de Culto y embajador ante la Santa Sede, Esteban Caselli. Pero aun después de la partida de Menem y durante el gobierno de la Alianza y hasta en el mismo gobierno de Néstor Kirchner, la continuidad de Sodano en Roma alargó la influencia del menemismo eclesiástico y terminó influyendo en la designación de obispos conservadores contra la opinión y las sugerencias que habían partido de Buenos Aires a través de la Nunciatura. El malestar llegó a tal punto que los obispos, normalmente reservados en estos temas, dejaron trascender su descontento. Producido el recambio en la Secretaría de Estado, a través del ingreso de Bertone por Sodano, fue el propio Bergoglio quien tomó la iniciativa de encaminar las relaciones con Roma. Para eso usó su influencia tanto en el Vaticano como entre sus pares y promovió este viaje en equipo para recorrer todos los lugares en los que se toma decisión en la curia romana, incluyendo el encuentro de ayer con el Papa. La relación con Bertone es diferente que con Sodano, aun cuando desde el punto de vista doctrinal la perspectiva no se haya modificado sustancialmente. Pero Bertone es lo que la Iglesia se llama “un pastoralista”, más preocupado por las cuestiones vinculadas a la misión religiosa. Sodano es esencialmente un diplomático que utilizó ese puesto con fines eclesiásticos, pero también políticos y personales. En la Secretaría de Estado aun sobrevive quien fuera uno de los fieles ejecutores de la política de Sodano, el arzobispo argentino Leonardo Sandri. En Roma aseguran que en poco tiempo Sandri será “promovido” a otro cargo lejos del lugar actual y fuera de la curia. La actual cúpula del Episcopado argentino seguramente verá con agrado que esto se produzca, porque el compatriota ha sido un obstáculo difícil de salvar. Pero el objetivo del viaje a Roma no fue solamente intraeclesial, aunque ése haya sido el principal motivo. Bergoglio sabe que las buenas relaciones con el Vaticano lo posicionan también de mejor manera para el diálogo político institucional en la Argentina. Por eso los obispos también llevaron al Vaticano sus prevenciones respecto de ciertos temas de la política local que a su juicio son contrarios a la doctrina de la Iglesia respecto de la familia y la defensa de la vida. Esas son cuestiones sensibles para Roma y la Iglesia local recibirá sin duda apoyo vaticano si el debate con el Estado se plantea en esta línea. Pero está claro que esta alianza con el Vaticano puede ser útil para otras discusiones con el gobierno de Kirchner, con quien Bergoglio en particular mantiene una relación distante y carente de diálogo fluido. También hay que decir que esa falta de diálogo directo entre Néstor Kirchner y Jorge Bergoglio no se reproduce de la misma manera en otros niveles. Existe un contacto más que fluido entre el secretario de Culto, Guillermo Olivieri, y el secretario general del Episcopado, Sergio Fenoy, y lo mismo ocurre en distintas áreas de trabajo como acción social y educación. Pero es indudable que Bergoglio regresará de Roma fortalecido para su actuación en el terreno local.
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