Dom 14.01.2007

EL PAíS  › EN CONCORDIA LAS URGENCIAS SOCIALES SE IMPONEN AL CONFLICTO AMBIENTAL

Un pueblo que mira a Botnia por TV

En la ciudad natal de Busti la discusión por los bloqueos se reduce a un puñado de militantes sociales y justicialistas. Allí el comercio con Uruguay y las plantaciones de eucaliptus, que abastecen a las pasteras, son algunas de las pocas fuentes de ingreso y ocupación.

› Por Marta Dillon

Desde Concordia

Así como para los enamorados la mínima distancia entre sus cuerpos resulta un abismo, entre Concordia y Gualeguaychú los 200 kilómetros que las separan no pueden medirse con instrumentos convencionales; o con las algo más de dos horas que se tarda en viajar de una a otra ciudad entrerriana. Las abruptas diferencias quedaron claras el último viernes cuando, desde Gualeguaychú, la asamblea vecinal se jugó la apuesta más alta en la larga pulseada contra la instalación de la planta de celulosa Botnia, al desparramar a sus asambleístas cual apóstoles en cada uno de los puentes que unen Uruguay con Argentina con la intención de cortar completamente el tránsito entre un país y otro. Si Colón logró sumar sus fichas en esa apuesta cortando el paso a Paysandú durante todo el fin de semana, Concordia se mostró como el punto débil. Débil frente a la influencia del tres veces gobernador entrerriano Jorge Busti, nacido en Concordia y durante dos períodos intendente de la ciudad, quien previsoramente impulsó una asamblea ambientalista local cuyo lema principal es “No a las papeleras, no a los cortes”, y débil porque esta ciudad que hace treinta años era una promesa de prosperidad hoy tiene problemas más urgentes –casi un 25 por ciento de la población con las necesidades básicas insatisfechas– que empañan el cristal con que se mira a la pastera de origen finlandés transformándola en una amenaza de muerte, como insisten en repetir en Gualeguaychú.

Sin embargo, el intento de “colaborar” con sus distantes vecinos más empecinados en evitar el funcionamiento de la planta de celulosa existió. La llamada Asamblea Ciudadana Ambientalista, formada fundamentalmente por el Movimiento Tierra y Liberación –integrante de la CTA– y la Federación Agraria local, movilizó dos micros y unas cuantas camionetas que aportaron unas 150 personas que se instalaron el viernes cerca de las seis de la tarde sobre la ruta 015 que conduce al puente internacional sobre la represa de Salto Grande. Claro que desde dos horas antes y algo más cerca del puesto aduanero se había apostado un grupo más o menos equivalente de militantes justicialistas que integran la histórica Asamblea Ambientalista de Concordia, histórica porque lleva una ventaja de dos años y medio de funcionamiento sobre la primera. El resultado es conocido: el corte de la ruta hacia el puente duró dos horas y los más perjudicados fueron los camiones y los minibuses que llevan y traen ciudadanos uruguayos a diario para hacer sus compras en Argentina donde el cambio los favorece. En el medio quedaron discusiones que, de haber sido grabadas, podrían dar cuenta de la precariedad que tiene la causa que en Gualeguaychú moviliza a un pueblo y aquí en Concordia enfrenta a militantes justicialistas y sociales pero deja afuera a la inmensa mayoría de la población.

“Lo único que les pedimos es que nos dejen cortar por lo menos 15 minutos”, reprodujo el diario online Junio, de boca de Luis Román, dirigente local de la Federación Agraria, dirigiéndose a Hugo Medina, candidato a concejal por Concordia y puntero reconocido de Busti. “Han dejado la zona liberada, hacemos responsable al gobierno por lo que nos pueda pasar”, se encrespó el viernes Alfredo de Angelis, representante provincial de la misma federación y asambleísta gualeguaychuense, frente a la ausencia de fuerzas de seguridad que pudieran mediar entre los grupos enfrentados. “Yo no me puedo meter porque no se sabe quién es quién, lo único que veo son dos grupos con carteles que dicen ‘No a las papeleras’”, se excusó salomónicamente el jefe del Escuadrón 4 de Gendarmería, Ricardo Neris Canale. De todas maneras, la orden del gobernador de que no llegue la sangre al río –o al menos al arroyo Ayuí, altura de la ruta 015 donde se produjo el enfrentamiento– había sido dada temprano. Si bien hizo gala de una envidiable ingenuidad diciendo ese mismo viernes que se había enterado por los medios de que militantes de su línea justicialista impedirían el corte del puente internacional, el sábado llegó hasta Concordia y felicitó públicamente a su fuerza de choque: “Y por supuesto que les agradecí –le dijo a Página/12 después de una recorrida de campaña por barrios periféricos de Concordia–, porque es militancia que me sigue y que entiende que cortar rutas es perjudicial para el camino que se inició en La Haya. El candidato a concejal (por Medina, de la Asamblea Ambientalista) trabaja para el acuífero guaraní, la gente de Concordia recibe todos los días a los hermanos uruguayos en sus comercios. Yo no macarteo al MTL ni al Polo Obrero, no entiendo por qué se discrimina a la militancia justicialista”.

A todas luces, el gobernador estaba satisfecho. Y es que el método de usar su militancia para evitar la interrupción del paso internacional a la ciudad de Salto, en Uruguay, se había puesto a prueba el último 9 de diciembre y el recuerdo de entonces lo obligó a prevenirse enviando un elíptico mensaje por los medios a esa misma militancia: “Si se producen incidentes violentos, sabremos que hay quienes quieren hacerme cargar el costo político”. Ayer, ya más relajado y después de repartir besos a los niños en su caravana electoral –Entre Ríos tendrá elecciones generales el 18 de marzo–, dijo aliviado: “Decían que iba a estar lleno de borrachos y drogadictos y lo que vimos es militancia civilizada”. Tan civilizados fueron los que querían cortar como los que tenían la misión de impedir el corte. La mayoría de los manifestantes que llegaron el viernes a la zona, exceptuando a los dirigentes, eran mujeres, niños y niñas.

Primero, resistir

Si en Gualeguaychú no hay comercio, oficina, auto o casa de familia al que le falte su cartel en rechazo a las pasteras; en Concordia la indiferencia es la consigna. “¡Pero si estamos doscientos kilómetros arriba de Botnia! Yo entiendo la preocupación de nuestros vecinos, pero acá es difícil pensar la vida sin que vengan los uruguayos”, dice Josefina, dueña de un bar sobre la costanera desde donde se ven los techos de las casas de Salto. “¿Ve esa lancha?”, pregunta y señala hacia el río una embarcación como las colectivas que suelen verse en El Tigre. “Va y viene con gente que acá compra desde gasoil hasta ropa o alimentos, que viene a estudiar, estamos muy unidos”, explica. Esta comerciante, como ningún otro u otra en la zona, acudió a la ruta el viernes. Es más, la cámara que los agrupa se manifestó públicamente en contra de la medida. Y es lógico, porque si esta actividad muestra un repunte desde 2001, cuando el comercio expulsaba trabajadores todos los días –en ese momento la desocupación afectaba a más de un tercio de la población activa–, se debe en buena medida al aporte de quienes cruzan el río en busca de mejores precios.

Las urgencias, en esta ciudad que tiene índices de natalidad que superan en al menos dos puntos a la media del país y que recién ahora logró bajar la mortalidad infantil para llegar al 16 por mil –un dato comparable a los que se registran en los lugares más desprotegidos del NOA–, evidentemente, andan por otros carriles. La última semana el gobierno provincial mostró con orgullo bajas en los niveles de desocupación en Concordia. Sin embargo, entre desocupados y subocupados, el porcentaje sigue firme en un 20 por ciento. Aunque Ramón Cabrera, secretario de Acción Social de la Mesa provincial de la CTA, afirma que “ahora mismo no podemos estar en menos del 30 por ciento. Porque la cosecha de citrus termina en noviembre y la de arándano es una actividad que no dura más que dos meses al año. En la zona norte de la ciudad hay una pobreza estructural que ni siquiera se registra porque es gente que vive desahuciada, que no busca trabajo y vive de la asistencia pública”. Claudio Gastaldi, director del diario digital Junio, también hace foco en las políticas asistencialistas para explicar cierta inercia en los barrios periféricos que se extienden sobre las lomas verdes que rodean la ciudad convirtiendo la geografía urbana en un manto de ranchos construidos con sobras de madera, tan permeables al agua como la tierra misma. “Acá quisieron explicar la pobreza de una ciudad que prometía ser pujante en la época en que se construyó la represa diciendo que la causa son los migrantes uruguayos que toman trabajo destinado a los argentinos. No hace falta más que quedarse en la frontera para darse cuenta de que es una teoría ridícula”. Ridícula pero tan común como impulsar el miedo al otro para conseguir cierta cohesión entre quienes se suponen iguales. “El problema –continúa Gastaldi– es que se ha acostumbrado a la gente a recibir dádivas. La planta de empleados municipales se duplicó después de las dos intendencias de Busti hasta llegar a un 30 por ciento de trabajadores estatales. Si hay cierta reactivación se la debemos a la inercia nacional, acá no hubo políticas de recuperación productivas, solo asistencialismo.”

Pero hay un dato contundente que podría explicar por sí mismo la falta de interés en la oposición a que se instalen pasteras de celulosa en la costa uruguaya: en Concordia se concentra el 44, 21 por ciento de la producción de eucaliptos de la provincia. El rollizo de esa variedad –el corte menos trabajado– útil como materia prima para el proceso del papel mantiene viva esta industria que emplea a buena parte de las personas ocupadas. El día anterior al corte y contracorte en las proximidades del puente sobre la represa de Salto Grande, los productores forestales de la zona hicieron pública una carta al gobernador Busti reclamando “que de ninguna manera se impida la exportación de madera sea cual sea el destino”, en referencia a la anunciada medida de prohibir la provisión de rollizo a la cuestionada Botnia. “Usted sabe de la importancia del sector forestal, ya que en su pasada gestión se estableció un régimen de promoción forestal provincial, como también se impulsaba la instalación de alguna planta celulósica”, comienza la carta que, con la firma del secretario y el presidente de la cámara de productores forestales recuerda que si existen en la zona de Concordia 130 mil hectáreas dedicadas a la forestación es por aquella promesa. Aunque reclaman tecnologías que protejan el medio ambiente, también piden la instalación de pasteras que reciban su producción y la liberación de la posibilidad de exportar más allá de las fronteras, aun cuando actualmente el eucalipto se destine principalmente a Santa Fe y Buenos Aires.

Un debate que se apaga

Bajo cerca de 44 grados de sensación térmica, Concordia parece el fin de semana una ciudad dormida. Apenas se ven unos pocos grupos bañándose en el río Uruguay. Desde allí Salto se ve tan cercana que hasta sería posible saludarse de una costa a otra. Cerca de la única playa en la que es posible bañarse evitando la contaminación de los arroyos internos que desembocan allí y que arrastran los residuos cloacales de los barrios más vulnerables se puede ver la estación de tren abandonada desde los noventa y el puerto dormido desde la construcción de la represa de Salto Grande. La promesa de una ciudad industrial y productora que se insinuaba en los años ’70 no fue cumplida. Si bien el comercio y el turismo parecen haber impulsado cierta reactivación, las actividades más expandidas parecen ser el cirujeo y el horneado de ladrillos en el que trabajan familias enteras. Lejos, muy lejos de la discusión en torno a los cortes de ruta, el río Uruguay sigue siendo una fuente de alimento para quienes saben sacarle sus peces. En Concordia dicen que la posibilidad de volver a bloquear el paso al país vecino quedó en un cuarto intermedio hasta el próximo fin de semana. Esa es la intención de la Asamblea Ciudadana Ambientalista. Seguramente entonces volverán a toparse con la Asamblea Ambientalista que sigue a Busti. El juego está planteado, pero la ciudad ni siquiera ha sacado plateas para ver cómo se desarrolla.

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