EL PAíS
Cuál es la verdad
› Por Martín Granovsky
Ayer, este diario publicó dos versiones sobre por qué The New York Times había incluido el testimonio del desertor iraní involucrando a Carlos Menem como segundo título de tapa. Una versión indicaba que simplemente el corresponsal del diario había escrito una nota con todas las irregularidades del Estado argentino para no descubrir la verdad de la AMIA, y que su editor en Nueva York publicó ese artículo porque le pareció interesante. Otra versión hablaba de una conspiración internacional en la que habían participado el presidente Eduardo Duhalde, el embajador norteamericano James Walsh, el secretario de Estado Colin Powell, el secretario de la Presidencia José Pampuro, el candidato José Manuel de la Sota y la diputada Nilda Garré. Esa segunda versión incluía detalles sobre la supuesta proyección de un video con una orgía estilo Calígula. Después de verla junto con Duhalde, decía la nota, fue que Carlos Reutemann desistió de la candidatura a presidente.
La nota aclaraba que se trataba de versiones inventadas por el periodista. Sin embargo, ayer fue sorprendente la cantidad de llamados y consultas. Por ejemplo, un senador se mostró preocupado por los videos (que no existían). Un funcionario del gobierno de Santa Fe quiso saber si el diario tenía más información (o sea, información a secas, porque la anterior no lo era). Un diputado menemista dio por cierta la conspiración (inventada) de Walsh.
Preocupados por fantasías, muchos políticos argentinos no repararon en cuestiones mucho más importantes.
Una es que otra vez, y con mayor solidez que antes, reapareció una punta para investigar el enriquecimiento de Carlos Menem.
Otra es que Menem recibió un golpe durísimo. Más duro que cualquier otro candidato en condiciones similares. El ex presidente confiaba en ofrecer, como candidato a la presidencia, su presunta condición de salvador en medio del desastre. Para eso intentaba presentarse como el único capaz de conectar con los Estados Unidos para garantizar los créditos a la Argentina. Es una idea ridícula, porque si hay una decisión de enviar fondos frescos vendrán para cualquiera y si no la hay, no habrá dinero, pero así Menem estaba seguro de ser fiel a su máxima: gobernar, suele decir, es cabalgar el potro de lo inevitable.
The New York Times no es el diario izquierdista que algunos ignorantes creen ver desde aquí. Lo leen los intelectuales del Village, naturalmente, pero también el establishment con oficinas de Wall Street. Y tiene gran capacidad de multiplicación. La información de la nota del corresponsal Larry Rohter salió ayer también en todos los diarios importantes del mundo, desde The Washington Post a Financial Times, pasando por The Independent y Correio Braziliense.
En todos apareció el nombre de Menem puesto bajo sospecha y en todos quedó claro que el Estado argentino nunca quiso investigar la masacre de la AMIA.
En cuanto a los buscadores de fantasías, es mejor que lean seriamente los diarios, y no solo éste. El Washington Post de ayer. La tapa está dedicada a que, por primera vez en los últimos cinco años, la Administración Bush cambiará de política hacia Irán. Si antes apostaba a los moderados del presidente Mohamad Khatami, ahora solo apoyará a la oposición democrática interna. Por eso Irán (Menem incluido) fue noticia.