Vie 09.03.2007

EL PAíS  › UN GRUPO DE MILITANTES ESPERO A CHAVEZ EN EL SHERATON

“Che yanqui, una cosa te diré”

“Che yanqui, una cosa te diré, que hoy la Patria Grande está de pie, con los huevos de Chávez y de Fidel, sangre de Evita y del Che”, cantaban los militantes del Movimiento Libres del Sur, apostados en las dos entradas del Hotel Sheraton a la espera de un demorado Hugo Chávez. “Nos dijeron que venía a las 8 de la noche, después nos confirmaron que caía a las 10. Van a ser 10.30, y seguimos esperando”, comentaban dos chicos de la villa 31, que sostenían una bandera enorme con la cara del Che. “Igual mañana (por hoy) vamos a Ferro”, decían, al borde de la resignación, sobre el acto antiimperialista que encabezará el mandatario, en simultáneo con la llegada de su par norteamericano a Uruguay.

Los policías de guardia no sabían mucho más que los chicos de la villa 31, aunque el más experimentado especulaba que el presidente venezolano había llegado en un avión DC3, “posiblemente de 1946”. Su compañero completó: “Seguro que se lo regaló Fidel”. El miércoles, quince integrantes de la custodia de Chávez estuvieron requisando el lugar y organizando la entrada del mandatario al hotel. ¿Y dónde están?, preguntó este cronista: “Mirando el partido de River contra Caracas –buchoneó un oficial–, el plan era que (Chávez) llegara antes para ver el partido con su comitiva”. Al rato, empezaron a circular rumores de que habría un encuentro con las Madres de Plaza de Mayo en el hotel... pero ahora se habían trasladado a Aeroparque, hacia donde partieron de inmediato un cronista brasileño, su par uruguayo y un fotógrafo venezolano. Allí, Hebe de Bonafini también lo esperó: Chávez llegó con dos horas de retraso.

De sobretodo negro, el mandatario saludó en la pista al canciller Jorge Taiana y escuchó el Himno Nacional, interpretado por la orquesta de los Granaderos y empañado por el ruido del motor del avión. Detrás, el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, caminaba en círculos a la espera de su turno para recibirlo. En el Sheraton, los policías se seguían quejando. “El otro día vino el presidente de Angola, ¿alguien se enteró?, nadie. También vino el de Uruguay y no lo esperaban”, se quejaban los policías, que ninguneaban a los militantes: “Cuando vinieron los Rolling había una multitud”.

Informe: E. R.

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