EL PAíS › ESCENARIO
› Por Santiago O’Donnell
Los norteamericanos suelen usar un viejo proverbio para contestarles a quienes intentan negar lo obvio: si camina como un pato, hace cuac como un pato y se parece a un pato... pues debe ser un pato. George Bush y la Casa Blanca se han cansado de explicar que la gira presidencial de esta semana no tiene nada que ver con el ascendente de Hugo Chávez en la región, pero en cada parada la realidad se encarga de desmentirlos.
En Brasil, Bush dio estatus de líder mundial a Lula, principal competidor del venezolano en la región, y lo invitó a visitarlo en Camp David, su casa de fin de semana, convirtiéndolo en el primer líder latinoamericano en 16 años que recibe semejante distinción. En los acuerdos por el biocombustible siempre está presente la referencia a la necesidad de Estados Unidos de deshacerse de su dependencia del petróleo venezolano y del iraní.
En Uruguay, Bush activó el tratado de inversión y comercio (TIFA, en inglés), un instrumento de presión sobre el eslabón más débil del Mercosur, una alianza que, vista desde Washington, promueve a Chávez y excluye a Estados Unidos y a sus principales aliados en la región.
En Colombia, país que comparte una frontera caliente con Venezuela, Bush dará un espaldarazo a su aliado Alvaro Uribe en su lucha contra los guerrilleros y los narcos a quienes, según Washington, Chávez da su apoyo.
En Guatemala, la presencia de Bush premiará al país que se prestó a ser el vehículo por el cual Estados Unidos frenó la candidatura de la Venezuela chavista al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, asiento que finalmente fue a parar a manos de Panamá.
En México, Bush se fundirá en un abrazo con Vicente Calderón, el único presidente latinoamericano que se trenzó en una guerra de insultos con Chávez y no se arrepintió después. A Bush le encanta cómo el mexicano militarizó su campaña antidroga, minimizó el problemita del muro y usó la figura de Chávez para galvanizar el voto de la derecha en las últimas presidenciales.
“Gracias señor Chávez” editorializó el New York Times a propósito del viaje presidencial.
“Bush visita América latina, el patio trasero de Chávez”, tituló irónico el Los Angeles Times.
“Habló de la terrible pobreza y tildó de escandalosa la deuda de la democracia y el capitalismo con los latinoamericanos. Los pobres necesitan un cambio, declaró. Invocó a Simón Bolívar, ‘el gran libertador’, y prometió ‘completar la revolución’, para traer ‘justicia social’ verdadera a la región. ¿Hugo Chávez? No, George W. Bush”, escribió Peter Baker en el Washington Post. Si camina como un pato...
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A pesar de los mejores esfuerzos de la Casa Blanca y del discurso que Bush en persona dio para promover el viaje antes de salir de Washington, en la prensa de allá apenas se movió el amperímetro. De la movida salieron artículos o editoriales en los tres diarios grandes (el New York Times, el Washington Post y el Los Angeles Times), más el diario de la ciudad de Bush (el Houston Chronicle) y la revista Newsweek. También un par de cables de Associated Press que levantaron la CNN.com y algunos diarios regionales. Los analistas se encargaron de puntualizar que el viaje era una excusa, y no muy buena, para olvidarse por unos días de Irak. Un manotazo de ahogado de un presidente débil, sin respaldo en el Congreso ni con posibilidades de influir en la elección de su sucesor, que busca una victoria diplomática rápida para posicionarse mejor, cumpliendo con el ritual presidencial de dedicar los dos últimos años de mandato a la política exterior.
Recordaron cómo Clinton buscó pasar el mal trago del Monicagate tejiendo un acuerdo de paz en Medio Oriente. Y cómo en medio de Watergate Nixon sacó un conejo de la galera al restablecer las relaciones con Pekín. Y cómo Eisenhower, después de perder las legislativas de 1958, emprendió una gira por el mundo. Pero también recordaron que Eisenhower y Clinton eran muy queridos en el mundo y Nixon un desconocido en la China mientras que Bush, en su visita del 2005 a la Argentina y Brasil, la pasó bastante mal. Y que ahora lo quieren menos que antes.
El semanario británico The Economist le puso cifras al descontento. Apuntó que el 64 por ciento de los argentinos, el 57 por ciento de los brasileños, el 53 por ciento de los mexicanos y el 51 por ciento de los chilenos considera “más bien negativa” la influencia de los Estados Unidos. Que el 85 por ciento de los brasileños y el 80 por ciento de los mexicanos se opone a la guerra de Irak y que en Uruguay Bush tiene una imagen positiva de sólo el 12 por ciento. Pero nada es blanco o negro en política. Dos de cada tres uruguayos están de acuerdo con firmar un tratado de libre comercio con Estados Unidos.
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Conmovedores los discursos de Bush sobre la pobreza y la desigualdad en América latina. Sin dudas marcan un cambio. Tras seis años de hablar solamente de libre comercio y democracia, la llamada agenda social se ha colado en el mensaje. Lástima que para Bush todo se trate de un problema de comunicación. “Hasta ahora hemos actuado bastante bien en la región”, dijo antes de partir. “Estuve revisando planillas y la ayuda a la región se incrementó mucho durante el gobierno de Bush”, redondeó un funcionario del Departamento de Estado. Lo que no dice es que de los 1600 millones de dólares enviados a la región este año más de la mitad se concentró en asistencia militar para Colombia, ni que el gasto en proyectos de desarrollo se viene reduciendo y que en el 2008 se recortarán 300 millones de la ayuda total.
La agenda social que anunció Bush esta semana es un pálido reflejo de la asistencia directa e indirecta que Chávez prodiga sobre la región, ni hablar si se mide en términos relativos. Mientras Bush anunció que mandará un barco-hospital de gira para atender a miles de pobres y realizar decenas de miles de operaciones, Venezuela financia el trabajo de decenas de miles de médicos cubanos, que atienden a millones de pobres y realizan cientos de miles de operaciones. Mientras Bush anuncia un plan de créditos hipotecarios por 175 millones de dólares para Brasil, Chile y Centroamérica, Chávez compra tres mil millones de dólares de bonos de deuda argentina, manda fuel oil y rescata a la principal empresa de productos lácteos de este país. Mientras Bush anuncia un modesto programa para promover la enseñanza del inglés en los colegios y para financiar becas de estudio a los Estados Unidos, Chávez soluciona el problema energético de Nicaragua, lo cual permite a su presidente decretar la gratuidad universal en la educación.
Pero no todo se mide con el vil metal. Bush dice estar convencido de que la intervención estatal no ayuda al desarrollo de la economía y sus asesores marcan diferencias entre la “izquierda buena” que cree en el libre mercado y la “izquierda mala” que lo combate. En un extremo ponen a Chile, Brasil y Uruguay, en el otro a Cuba y Venezuela y en el medio, más cerca de uno u otro polo, a Perú, Paraguay, Argentina, Ecuador y Bolivia. Dicen que la visita a dos referentes de la “izquierda buena” sirve para romper el aislamiento de Colombia y México, los aliados liberales de Estados Unidos en la región.
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Mientras tanto, cada cual atiende su juego. Chávez ya sabe que cuanto más ruido hace, más ayuda norteamericana atrae para la región. Su golpe maestro fue promover la gira por Venezuela, Nicaragua y Ecuador del presidente iraní Mahmud Ahmedinejad el año pasado. “Esa gira realmente nos conmovió”, reconoció un alto funcionario del Departamento de Estado al Los Angeles Times. Néstor Kirchner recibirá a Chávez en medio de un año electoral, en un país con los índices de antinorteamericanismo arriba mencionados. No gusta, pero se acepta. Al final del día se trata de un país capitalista enfrentado con Irán, con el cual se puede conversar. No problem. Rafael Correa y Evo Morales agradecieron la invitación pero no aceptaron el convite al festival antiimperialista. El ecuatoriano y el boliviano tienen demasiadas cosas para negociar con Washington como para subirse a la tribuna. No hay problema, chico. El vecindario late como la casa de Gran Hermano. George... estás nominado.
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