Lun 12.03.2007

EL PAíS

Malvinas, también un tema de derechos humanos

Los ex combatientes de Corrientes preparan un informe sobre torturas y hasta un asesinato en las islas. Y lo van a presentar ante la Justicia.

› Por Joaquín Arqueros
Desde Corrientes

Los ex combatientes de Malvinas de Corrientes están denunciando torturas físicas y psicológicas, estaqueamientos, maltratos, privación de alimentos y hasta un asesinato cometidos en las islas contra reclutas durante la guerra. Los denunciados son personal permanente de las Fuerzas Armadas –oficiales y suboficiales– y la denuncia se hace con la idea de que “los conscriptos fuimos víctimas del terrorismo de Estado”, como lo define Orlando Pascua, uno de los denunciantes. La iniciativa salió del Centro de Ex Soldados Combatientes en Malvinas de Corrientes, que realizó un congreso en Curuzú Cuatiá, y se tradujo en un documental y presentaciones ante la Justicia Federal. Los ex soldados, ahora de más cuarenta años, también entregarán un informe al presidente Néstor Kirchner, con el pedido de que encuadre el tema en el marco de su política de derechos humanos.

Los maltratos a soldados rasos durante la guerra de 1982 ya son leyenda, pero fue la película Iluminados por el fuego lo que movió a los veteranos correntinos a formalizar denuncias. El año pasado, el Centro hizo un trabajo conjunto con la Subsecretaría de Derechos Humanos de Corrientes, recogió testimonios y decidió presentarlos ante la Justicia Federal. Según Pascua, Malvinas “debe estar dentro de la política de derechos humanos porque son los mismos protagonistas que torturaron a miles de personas en centros clandestinos de detención”. Cita como ejemplo a un oficial identificado como Vinoti, de la Infantería de Marina, que después de la guerra siguió cumpliendo funciones en la ESMA, en donde tenía fama de sangriento torturador. En Malvinas, Vinoti acostumbraba a estaquear a los soldados por un día.

Hambre y malos tratos

“Yo recuerdo a Remigio Fernández, que murió de hambre en Puerto Howard, en la Gran Malvina, porque no le llegaban las raciones y si mataban una oveja los estaqueaban.” Los ingleses, al desembarcar por el estrecho de San Carlos que separa las islas, dejaron incomunicado Puerto Howard, y como no se había previsto una cocina para el lugar, los soldados no tenían qué comer y fueron varios los casos de muerte por inanición.

Otro caso que sale a la luz 25 años después es el posible asesinato de un conscripto por parte de un cabo. Dos soldados se rebelaron ante el maltrato de un cabo de la Infantería de Marina y éste los amenazó diciéndoles que no saldrían vivos. Esa misma noche ocurrió. Cuando sonó la alarma de ataque, uno de los soldados se dirigió a su posición y recibió una descarga de ametralladora. Su amigo corrió hacia el lugar y encontró al cabo que los amenazó sospechosamente parado junto al cuerpo. Para colmo resultó que era una falsa alarma y no había enemigos cerca. El soldado denunció la situación ante su superior: días después le trajeron su declaración cambiada y quisieron obligarlo a firmar, pero se negó.

Los estaqueamientos de soldados y los golpes eran moneda corriente, por diferentes motivos, pero principalmente por robar comida. “Pero cómo no vamos a robar, si nos cagábamos de hambre”, dice Fernández. “En el servicio militar te trataban mal, pero eso es inadmisible en medio del campo de batalla.” Los ex combatientes aclaran que no todos los oficiales y suboficiales tenían esta actitud. “Yo no generalizo, pero, por qué los demás no denunciaron a sus camaradas, esto debieron hacerlo las propias fuerzas armadas, que al callarse son cómplices”, afirma Pascua.

La entrega de condecoraciones es otro punto que se cuestiona. “Resulta que el 90 por ciento de las medallas las tiene el personal de carrera. ¿Qué pasó? ¿Los conscriptos no peleamos?”, dice José Galván, presidente del Cescem. “Hay muchas medallas mal otorgadas, no todas. Resulta que al milico de carrera por hacer su trabajo se lo reconoció y al conscripto no.”

“Tengo miedo de que haya un suicidio masivo por los 25 años, el ex combatiente siente que se olvidaron de él, que no lo reconocen”, dice Galván. “Por un vecino, un amigo o un pariente, todos saben qué pasó en la guerra, pero no saben cómo estamos ahora. Tenemos camaradas con serios problemas psíquicos y físicos”, explica.

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