Vie 16.03.2007

EL PAíS  › DEMORAS Y QUEJAS EN AEROPARQUE

Un día para no volar

Las demoras que se venían arrastrando desde hacía diez días en Aeroparque a raíz de los problemas del radar –o los problemas de las aerolíneas, según quién fuera el interlocutor– se agravaron ayer cuando los pilotos de Austral se declararon en huelga a las 15. Caras largas, bronca agitada, muestras de indignación, sorpresa y algunos pocos rostros de resignación mostraron los usuarios que al llegar hasta la pantalla electrónica descubrían, a último momento, que sus viajes estaban cancelados, demorados o reprogramados.

“Estamos bien en el horno”, se sinceró José, entre risas. El, al igual que sus compañeros de trabajo, decidió tomarse con calma las dos horas que tenían que esperar para la salida de su vuelo. “Sabemos que hay un paro de Austral. Hay un problema con los radares. No sé nada más”, contó su colega de oficina. Su viaje con destino a la provincia de Neuquén estaba previsto para las 19.20. Al llegar al aeroparque se enteraron de que había sido reprogramado para las 21.20.

No es la primera demora que sufre en carne propia este grupo de viajantes, luego de que un rayo destrozara el radar primario del aeropuerto internacional de Ezeiza y obligara a reprogramar vuelos para garantizar la seguridad área. “La semana pasada viajamos de Neuquén hacia Buenos Aires y el vuelo con hora de salida de 20.40 terminó despegando a la 0.55”, recordó.

El Aeroparque Metropolitano comunicó oficialmente recién a las 17 que casi todos los vuelos de Austral estaban demorados por una medida de fuerza de los pilotos. Las largas colas ante las ventanillas y las caras de desconcierto de los usuarios evidenciaban que la situación ya venía de antes.

Algunos pasajeros se disponían entonces a ponerse cómodos en los cafés del aeroparque para pasar las largas horas que tenían por delante. Otras personas recién llegadas al lugar se encontraban con un panorama complicado. La pantalla electrónica repetía sin pausa las mismas indicaciones de advertencia. Los más desafortunados se enteraban de que su vuelo había sido cancelado o demorado. A otros, con un poco más de suerte, les señalaba que consultaran a la compañía. Los aspirantes a pasajeros se esperanzaban entonces de que la empresa les ofreciera una alternativa o solución al inconveniente.

Ese fue el caso de Rafael, que cuando llegó a la ventanilla de la empresa Austral se enteró de que se había suspendido su viaje a Montevideo. La única solución que vislumbró en ese momento fue anotarse en lista de espera para un viaje programado por Aerolíneas Argentinas. “Mi viaje estaba previsto para las 19, pero se canceló”, contó. “La empresa nos dijo que nos había llamado para avisarnos, pero no”, se quejó su acompañante de viaje.

No fue la única persona disgustada por la escasa y, en algunos casos, inexistente información por parte de la empresa. La misma situación padeció Adriana. “Hace dos días que venía llamando al 0-800 de la empresa y la línea está totalmente colapsada. Nunca me atendieron. No me quedó otra que venir hasta acá y encontrarme con este desastre”, relató. De todas formas, su espera no era tan larga. Su vuelo programado para las 18.19 fue suspendido hasta las 19.30. “Sé que el problema es por los radares. Viajo cada tres meses y siempre pasa algo. Estoy cansada”, contó sin dejar de mirar la pantalla electrónica. “Me enteré del problema recién en ventanilla. La verdad es que no sabía que hay inconvenientes con los radares”, reconoció Claudia, que intentaba viajar ayer a la noche a Misiones, pero finalmente no lo logró.

Otros pasajeros prefirieron tomarse con humor el conflicto. “Me quedo en el aeropuerto hasta que salga el vuelo, qué vamos a hacer”, respondió una pasajera que se iba de viaje de placer con un grupo de amigas. Algunos se animaban a salir en móviles televisivos y luego llamaban rápidamente a un familiar o amigo para preguntarle si lo habían visto en TV. “¿Cómo salí?, ¿bien, no?”, preguntó, a través de su celular, un hombre de camisa a cuadros a los pocos minutos de haber dado su testimonio.

Pero no todas eran mieles con la televisión. Algunos ofuscados se enojaban aún más cuando los carros donde llevaban sus valijas se trababan con los cables de las cámaras. Una señora que viajaba junto a su familia a la provincia de Mendoza decidió tomarse la demora con mucha serenidad. Se acomodó en el asiento, se descalzó y subió sus piernas a la valija para descansar, ajena al ir y venir de pasajeros y valijas.

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