Lun 19.03.2007

EL PAíS  › OPINION

¿Qué costo es éste?

› Por Eduardo Aliverti

La semana pasada sobresalió el problema riojano y fue generalizado volver a leer y escuchar que el Gobierno podría pagar un alto “costo político” por lo sucedido. ¿Qué querrá decir?

Porque lo mismo dijeron cuando el revés kirchnerista en Misiones. Señalaron que el oficialismo había sufrido el golpe más duro de su gestión. Y lo unieron a la caída de las pretensiones reeleccionistas de Solá, y a las de su colega Fellner en Jujuy. Como si Kirchner, también cabe acordarse, alguna vez hubiera habilitado las aspiraciones de Solá. Como si en Jujuy, postergado el gobernador, fuese a triunfar sin más ni más una vertiente oficialista opuesta a él, o la oposición. Y como si algún factor no permitiese admitir que algunos distritos electorales son extraños a la agenda de cualquier habitante de la Casa Rosada, no sólo de Kirchner. Ahora pasó, encima, que los catamarqueños recontraeligieron al gobernador radikal, para urgente silencio de los gurúes que después de Misiones presagiaron un nuevo aire en todo el país. Y sobre Entre Ríos, la nota o el título se pueden escribir, desde hace tiempo, antes de conocerse el resultado: todos los candidatos con probabilidades, con la única diferencia de que unos más y otros un poco menos, anduvieron a los codazos para quedar mostrados como los favoritos K.

El nivel de desorientación de esta gente que no para de equivocarse los lleva inclusive a contradicciones grotescas que, claro, no registran o no quieren registrar ni ellos mismos. Porque están embarcados en la misma necesidad “politológica” de hallar serios nubarrones institucionales. No sea cosa que se descubra el invento de grandes riesgos donde no los hay, a falta de mejores argumentos de crítica. El caso de La Rioja, contrastado con el de Misiones en cuanto a cómo se juzgó el papel del gobierno nacional, es emblemático.

En Misiones, Kirchner cometió el grueso error de jugar a fondo, a favor de su gobernador-delfín, cuando ya había serios indicios de que el cura, Piña, tenía firmes probabilidades de triunfar (cura que, como si poco fuera, es simpatizante kirchnerista; sólo se oponía a las ínfulas de poder vitalicio de Rovira). El Gobierno recibió entonces dos chicanas: la de haberse equivocado y la de haberlo hecho inútilmente, porque todo el mundo era conteste en que las elecciones constituyentes misioneras gracias si importaban entre los límites de la propia provincia; con lo cual, ninguna premura de ninguna índole justificaba que Kirchner se metiese. Vale. Pero resulta que frente a la situación en La Rioja, que electoral, política e institucionalmente tiene la misma irrelevancia que Misiones, le endilgan al Gobierno no haber sabido preverla ni manejarla. Le marcan que no supo “operar”. ¿En qué quedamos? ¿Si introduce sus fauces en una provincia es un avasallador con gusto hegemónico, y si deja hacer en otra es un inoperante?

Todo esto habla, muy mal, de la seriedad que hay en el esqueleto analítico del establishment de prensa y de “politólogos” varios. Pero, a su vez, es fiel reflejo del estado catastrófico en que se encuentra la oposición, para encontrar alguna ruta propositiva por donde colar confiabilidad. Desde el pornógrafo Mauricio Macri, lanzándose en un basural con trata de niños incluida; pasando por las vanidades personales e interminables de los pollitos de la derecha; y llegando a los juegos metafísico-obstétricos de Carrió, que, asimilándose a las prácticas politiqueras con cuya denuncia más se delecta, anuncia su eventual candidatura a la Ciudad, juega al misterio dejando correr nombres postulables de figuras mediáticas, termina yendo por la Presidencia y dice “vieron qué lindo lío que armé”. Impresionante.

¿Cuál es el nudo? Que no saben cómo correr a un Gobierno que tiene tanto considerable gestualidad de izquierda como concreciones de derecha. ¿Qué pueden cuestionar Macri, Carrió, Lavagna, López Murphy (obsérvese, ya que estamos, que además no se puede hablar de partidos sino de figuras individuales, que empiezan y terminan en sí mismos con proyecciones que en ningún caso van más allá de lo que proyectan como tales en el imaginario popular: no son colectivos de organización, son invitados a la radio y a la tele)? ¿Qué? ¿Que este Gobierno sigue consolidando una política impositiva que descarga en los pobres los lujos de los ricos? ¿Que este Gobierno continúa ampliando la brecha entre los de más abajo y los de más arriba? ¿Que este Gobierno negoció por debajo de la mesa los aumentos arancelarios de las empresas de medicina prepaga? ¿Que este Gobierno arregló con Washington la acusación a Irán por el atentado a la AMIA, y políticas contra el narcotráfico a gusto de la Casa Blanca? ¿Que en este Gobierno sigue habiendo gatillo fácil? Vamos. No pueden hablar de nada de eso, so pena de que no se lo creerían ni ellos mismos. ¿En qué caen, entonces? En efluvios tales como la injerencia de Chávez, los arrebatos de Kirchner –que lo son– en el manejo del conflicto con Uruguay, lo que cuestan los viajes y los vestidos de la Reina, el destino de los fondos cavallísticos de Santa Cruz. Ni siquiera tienen piné para cuestionar la ausencia absoluta de una estrategia de desarrollo de Nación a largo plazo, como no sea sembrar soja. Caen en eso. O en quedar pegados a los reclamos de la Sociedad Rural o de la cúpula de la Iglesia. O lo dicho: caen en esperanzarse con el “costo político” de lo ocurrido en Misiones o La Rioja, al estilo de cuando la rata, ya en el inicio o pronóstico de su decadencia, decía que había ganado las elecciones en Perico.

Lo más lícito de lo que pueden tomarse es la cada vez más obscena manipulación gubernamental del índice de precios. En estos días, la inenarrable comedia kirchnerista ha cruzado el límite de cualquier racionalidad, proponiendo que el pescado se consigue al precio que ellos dicen, pero mientras vaya a comprárselo a ciertos centros de distribución entre las 12 de la noche y las seis de la mañana. Pero eso también es símbolo de aquello que puede animarse a decir el Gobierno, en tanto los que dicen que están enfrente son poco serios.

Hay gente que lo sufre, porque no es joda lo que los alimentos les están insumiendo a pobres y devaluados. Y hay gente que se lo toma en joda, porque puede pagar lo que verdaderamente cuestan.

Tan en joda como el “costo político” de Misiones o La Rioja.

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