EL PAíS
› DELLA PAOLERA, DE LA DI TELLA A PARIS
“Aquí hubo mucho bolazo de la banca extranjera”
Elegido mediante concurso internacional para conducir la American University en Francia, el ex rector de la UTDT cree que los ahorristas tienen razón. Y piensa que Eduardo Duhalde no abre el corralito porque teme que sobrevenga una híper y los barra a él y a toda la clase política.
› Por Julio Nudler
“Todavía faltan dos o tres años para que se quemen todos los malandras. Por algo (Eduardo) Duhalde teme tanto abrir el corralito. Tiene miedo que venga una híper y los barra a todos. Creo que el país recién empezará a encarrilarse después del 2005.” ¿El FMI no debería ayudar? “El Fondo solo entiende de programas monetarios. Pero acá hace falta mucho más que eso. Para mí el Fondo es irrelevante. No sé por qué le dan tanta importancia.”
Será porque alguien debería poner la plata... “Este es un problema de 300 mil millones de dólares, si uno cuenta todo. Lo que hace falta son políticas sensatas y una sociedad que sienta ganas de tener un proyecto común. De todos modos, la salida no será lineal, porque aquí se rompieron premisas básicas.” De paso por Buenos Aires, Gerardo della Paolera, quien por años condujo la Universidad Torcuato Di Tella, dialogó con Página/12.
Pronto se va con su familia a París, donde fue elegido, en un concurso internacional, como rector de la American University, institución con 40 años de vida, dependiente de una fundación privada y que por primera vez será dirigida por un no estadounidense. Tiene 1100 estudiantes provenientes de países diversos, que –salvo los becados– pagan 14.000 dólares anuales. Della Paolera ve muy complicado el futuro inmediato de la Argentina, y prefiere “resguardarse por unos años”, para después volver.
En su visión, lo que ahora hay es “una colusión tácita entre los dirigentes políticos para tratar de aguantar y desaparecer lo más tarde posible. Así como dicen qué suerte que no explotó la hiperinflación, también podría pensarse qué mala suerte que esto está aguantando tanto”.
–¿Qué piensa de la devaluación?
–Estos precios relativos son absolutamente irrazonables. Se mantienen porque no hay mercado de capitales ni financiero. El ahorro interno fue confiscado, y ya no puede haber contrato alguno entre el público y los mismos bancos que practicaron la exacción de depósitos. ¿Cómo podría un banco equis, el Francés o el Citi, darle a alguien un crédito aunque solo sea de 5000 pesos después de haberse quedado con su plata? Cuando quiera recuperarlo, el deudor le hará un corte de manga.
–¿Alguien volverá a invertir?
–Por mucho tiempo el ahorro externo no volverá, salvo en un pase de activos, como el de Petrobrás con Pérez Companc, en el que uno entra y otro sale. El problema es que la inversión será cero durante dos o tres años. Antes hay que ver quién encarna la autoridad política legítima que pueda hacer un plan económico de largo plazo. Mientras no se resuelva el problema de los depósitos bancarios (corralito y corralón) y del default no habrá inversión significativa y el crecimiento será lento, limitado a la capacidad de autofinanciación de las empresas. Otro tema son los derechos de propiedad y las reglas de juego. Hay una cuestión de sentido común: si no son los argentinos los primeros en ir trayendo de vuelta los 150 mil millones de dólares que tienen afuera, ¿por qué confiarían otros?
–Se habla mucho de la violación del derecho de propiedad ¿Pero ese discurso no oculta el hecho básico de que la política económica terminó haciendo quebrar al país?
–La convertibilidad fue un plan rengo: le faltó la pata fiscal, la creación de un Estado eficiente, necesario para sostener a un sistema capitalista progresista. Yo estoy muy contento de poder hablar por teléfono, incluso cuando llueve o se inunda la ciudad. Hay cosas que se han hecho bien, pero otras muy mal. Faltó una concepción de Estado, la concepción de una economía democrática.
–En ese “plan rengo”, ¿la pata cambiaria y monetaria era acaso sana? ¿En un mundo tan cambiante, puede un país atarse a un esquema tan rígido?
–No olvidemos que en la Argentina dejó de haber moneda en 1989. Había que encontrar el modo de remonetizar la economía. La única forma era adherir a un patrón dólar en el que los argentinos pudiesen creer. El problema de la Argentina sigue siendo que no tiene moneda.
–¿Le da la razón entonces a los dolarizadores?
–Con cada error se reducen aún más los márgenes de libertad para la política económica. La dolarización surge por default.
–Se impone por defecto...
–Sería mucho mejor que la Argentina tuviera capacidad de hacer algo de política monetaria, como Chile o en menor medida México. Pero la perdió a lo largo de décadas.
–¿Hay que resignarse o se puede seguir intentando tener moneda propia?
–El régimen monetario y financiero revienta por no haber arreglado el problema fiscal, que es la contracara de toda moneda. En esta situación adoptar el dólar no resolvería la cuestión, porque el día de mañana, ante una tensión muy fuerte, algún Duhalde prima decidiría emitir duhalditos, y andá a cantarle a Gardel. La convertibilidad tenía 120 por ciento de respaldo en dólares. Era indestructible, e igual la reventamos. Parte se la comió la fuga de capitales, y parte el Gobierno. Si ahora viene alguien, con este grado de atomización política, y promete que va a regenerar una moneda nacional, yo me caigo al suelo de risa. Pero la dolarización no impedirá que de nuevo le roben la plata a los ciudadanos.
–¿Y los economistas qué proponen?
–A los economistas nos falta fuego, ideas creativas, pero hasta que no se resuelva arriba el problema de la gobernabilidad no se podrá arrancar. Yo tomaría la estrategia de tener dos monedas de curso legal: el dólar y un peso nuevo argentino como cambio menudo, y, a medida que renazca la confianza, podrían emitirse billetes de peso más grandes, de cinco, de diez, hasta que en algún momento haya un sistema bimonetario pleno.
–¿Y los bancos?
–No volvería a una banca con encaje fraccionario. Tendría una banca para administrar pagos, y otra separada para inversión. En ella, los depósitos no estarían garantizados. El depositante tendría una cuota parte en las inversiones que realice su banco. De este modo se amortigua el efecto macro y fiscal, y se evita terminar subsidiando a los banqueros, como hace ahora Duhalde, porque ese subsidio revienta la relación entre las reservas y la cantidad de dinero interno.
–¿El Estado es el cuco?
–El sistema fiscal puede perforar instituciones tan fuertes como eran la moneda y los bancos en la convertibilidad. La banca empezó a llenarse de bonos públicos... Lo crítico es la reforma fiscal, y ahí está metido el tema político...
–¿Reforma fiscal quiere decir ajuste?
–Exige ante todo un replanteo de la coparticipación. ¿Por qué una provincia de 260 mil habitantes recibe a través de ella un subsidio infernal, y alumbra un presidente de la Nación que es un dador de empleos a través del sector público? No es que tome como paradigma el sistema federal estadounidense, pero allí Nevada no se rasga las vestiduras por tener pocos habitantes en relación a California, y tampoco se la pasa pidiendo transferencias gigantescas a los demás estados. Aquí incluso la provincia poderosa, que era Buenos Aires y que en este esquema debería haber subsidiado a las otras, rifó sus recursos a la marchanta. Así se terminó en una catástrofe.
–¿El sector privado se portó siempre bien?
–No, muy mal. La colusión de los empresarios para licuar sus deudas es un siniestra. Los banqueros debieron haber rechazado el corralito, pero no osaron ponerle límites a Cavallo ni a nadie, y luego no estuvieron dispuestos a admitir que debían pagar con su capital el error de haber llenado sus activos con bonos basura y frenar así la corrida. El señor (José Ignacio) De Mendiguren es un hecho fantástico. Alguien puesto por grupos empresarios para una única acción. Una vez cumplida, se acabó el ministro de la Producción. Ahora esos mismos grupos empresarios buscan que el Estado se haga cargo de sus deudas. Si el Gobierno llega a acceder a esto, los argentinos lo pagarán con diez años de salarios muy bajos.
–¿Cómo ve la conducta de la banca internacional?
–Esta considera a sus sucursales en países como la Argentina como riesgo soberano (no comercial). Aquí hubo mucho bolazo, y por eso los ahorristas tienen razón. En la publicidad se les decía que tal banco era el grupo HSBC, aunque después la letra chica aclarara que no. El marketing le decía al depositante “usted invierta aquí porque va a estar seguro gracias a la diversificación del riesgo que tenemos”. Esto era falso. También hubo un error de diseño de la política bancaria argentina. La ley debería haber dicho que si un banco ponía, por ejemplo, que era el HSBC, debía responder a través de la ley de donde tuviese su casa matriz.
–¿Se saldrá alguna vez del colapso?
–No mientras en la Argentina seamos todos desiguales ante la ley. Esto es la inversa de lo que sucede en una democracia liberal europea. Pero el país tiene mucha potencialidad. Por de pronto, posee un enorme capital latente, que es la plata que los residentes mantienen afuera. Pero lo más importante son los recursos naturales y el nivel de educación que todavía tiene una parte de la población. Un primo mío dice que ésta es la economía más fuerte del mundo, porque pudo resistir tanto tiempo a los argentinos. Es indudable que el problema somos nosotros.