Horacio Verbitsky y Eduardo Jozami destacaron en la Biblioteca Nacional la personalidad y la obra de Rodolfo Walsh, al cumplirse 30 años de su muerte y de la difusión de su Carta a la Junta Militar.
› Por Angel Berlanga
“Para mí fue un acto perfecto”, redondeó Horacio González, el director de la Biblioteca Nacional, al cierre del homenaje a Rodolfo Walsh que coordinó ayer ante un público que colmó el auditorio Borges para escuchar a Eduardo Jozami y a Horacio Verbitsky, quienes evocaron al autor de Operación Masacre. Notoria la multiplicidad de miradas y pronunciamientos sobre Walsh por estos días próximos al 25 de marzo, fecha en la que se cumplieron treinta años de su desaparición y de la puesta en circulación de la “Carta Abierta de un Escritor a la Junta Militar”; más allá de matices, esa diversidad de enfoques subraya la importancia decisiva de su trabajo como escritor, periodista e intelectual.
Verbitsky contrastó este consenso, que ubica a Walsh hoy como “una de las personalidades más reconocidas de la Argentina”, con la sensación de que fuera casi un desconocido para los lectores a poco del retorno de la democracia, cuando escribió sobre él en El periodista de Buenos Aires. “Por eso no voy a repetir algunas cosas que ya están claras”, dijo, y prefirió contar algunas “cosas parciales” que vivió junto a Walsh y no son tan conocidas. “En primer lugar, la obsesión de Rodolfo por la excelencia, por las cosas bien hechas y el trabajo perfecto”, lo que derivó en “una calidad que no abunda y tiene que ver con el impacto duradero que tienen su vida y su obra”. Textos como la Carta a la Junta y Operación Masacre, dijo, “nos llevan con mucha facilidad y eso es consecuencia de un trabajo de burro impresionante, derivado de su obstinación por encontrar exactamente cada palabra”.
“Walsh acompaña hoy todo intento por construir una Argentina con justicia para todos, el mismo objetivo irrenunciable por el que entregó su vida”, señaló Jozami en el ensayo que leyó, en el que destacó el compromiso intelectual del escritor, sobre todo a partir del rescate de su palabra en un reportaje publicado a mediados de 1971 en Nuevo hombre, donde daba cuenta de su experiencia en el periódico de la CGT de los Argentinos. “Recordamos hoy a un notable escritor sensible a los dolores de la gente y a las demandas de su tiempo –dijo Jozami, autor del libro Rodolfo Walsh, la palabra y la acción, publicado el año pasado–. Un periodista comprometido con la verdad que sabía escuchar y registrar las voces de los otros, un intelectual decidido a suscribir con todo el cuerpo sus pensamientos y sus dichos. Un compañero de otros tiempos y otras luchas, que cada vez nos parece más actual y a quien sentimos cada vez más cerca.” Entre los asistentes al acto de la Biblioteca –que organiza un concurso de trabajos a medio siglo de la publicación de Operación Masacre–, estaban, entre otros, Tununa Mercado, Rogelio García Lupo, Daniel Divinsky y Lilia Ferreyra. “Era mucho más indulgente y bondadoso con los demás que con él mismo: con él era impiadoso, y supongo que eso tiene que ver con la formación religiosa de su infancia”, recordó Verbitsky, que en su intervención desgranó escenas que pintan la personalidad de Walsh. Así describió, por ejemplo, cómo descubrió accidentalmente, mientras intentaba sintonizar un televisor, la frecuencia en la que transmitía la policía, y cómo a partir de allí consiguió, muy trabajosamente, perfeccionar un método de escuchas clave en los años ’70.
“Operación Masacre se lee como la mejor novela argentina del siglo XX”, dijo Verbitsky y señaló el contraste entre esa afirmación, “que hoy puede decirse con una sonrisa”, y lo dramático que era para Walsh alcanzar el objetivo de escribir una novela. Sobre el final, el periodista subrayó que la mayoría del grupo de tareas que lo cercó treinta años atrás “hoy está bajo arresto” y alentó la expectativa de que sean condenados por la Justicia a lo largo de este año. También se manifestó esperanzado respecto de la recuperación de los escritos robados por los asesinos del escritor: “Me cuesta creer que esa maquinaria represiva haya destruido ese material”, dijo, y apostó a que alguno de los hijos de los represores lo siga guardando y algún día se puedan recuperar.
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