EL PAíS
Pista argentina para que Pinochet no siga siendo un loco suelto
El reclamo de la jueza Servini de interrogar a Pinochet por el asesinato en Buenos Aires de Prats, general y ministro de Allende, avanzó ayer un casillero importante: la Justicia chilena aceptó examinar el pedido de quitarle los fueros al dictador.
› Por Martín Granovsky
Cuando el escritor Elías Canetti vivió en Viena, eligió residir frente al manicomio. “Quiero controlar que los locos estén todos adentro”, decía. “Que ninguno ande suelto.” Como Canetti, el martes que viene los chilenos podrán instalarse frente a los tribunales. La Corte de Apelaciones de Santiago admitió ayer que hay elementos para analizar el pedido de quitarle la protección de ex presidente al dictador Augusto Pinochet. Si después anula los fueros, la jueza argentina María Romilda Servini de Cubría podrá interrogarlo por el asesinato en Buenos Aires del general constitucionalista Carlos Prats.
La abogada de la familia Prats se mostró contenta con la nueva instancia judicial. “En la audiencia vamos a demostrar que Pinochet está perfectamente lúcido, cuerdo, razona, piensa, toma decisiones y se interrelaciona con personas”, dijo Pamela Pereira.
En el caso de la Caravana de la Muerte, como se conoce a la patota militar que en octubre de 1973 cumplió la orden de Pinochet de matar y secuestrar a 75 personas, Pinochet fue privado de la inmunidad como senador vitalicio. La Corte tenía “sospechas fundadas” sobre su culpabilidad. Pero renunció a principios de este mes y se acogió a un nuevo fuero, el de los ex presidentes. En el medio, la propia Corte renunció a seguir el proceso penal argumentando un supuesto estado de locura irreversible del reo.
A Canetti le sería difícil elegir un sitio desde donde controlar a Pinochet. Está loco, pero no en un manicomio. Y tampoco en casa, al cuidado de su esposa Lucía Hiriart. El dictador se ha convertido, más bien, en un paciente ambulatorio. Estuvo diez días en Iquique, al norte, donde tiene un departamento de 380 metros cuadrados revestido con vidrios antibalas en el edifico Portal del Pacífico. En Siete+7, el semanario más confiable de Chile, su directora Mónica González reconstruyó la “milagrosa recuperación” de Pinochet:
- “Reconoció de inmediato a sus antiguos conocidos y amigos, como la ex alcaldesa designada Mirtha Dubost”.
- “Tan satisfactorio es su estado de salud que no necesitó tiempo para reponerse. Esa misma tarde (de la llegada, el viernes 12) salió a visitar la Zona Franca y a su regreso y sin pausa se reunió con el empresario Leonardo Solari, presidente de la Fundación Pinochet local”.
- “El sábado caminó por la playa sin necesidad de bastón y sin ayuda”.
- “Al día siguiente volvió a dar muestras de su excelente salud: se e vio seguir atento el desarrollo de la misa dominical en la capilla Virgen de los Rayos y estrechar entusiasta la mano de sus adherentes”.
- El lunes paseó saludando “a sus antiguas relaciones”.
- El martes 16, los escoltas del general detuvieron violentamente a tres jóvenes que portaban rifles de aire comprimido.
- El viernes 19 recibió a un grupo de generales retirados.
Dice González –la misma periodista que en 1986 halló en los tribunales argentinos la documentación que permitió el inicio de la pesquisa judicial– que las imágenes de un Pinochet rozagante impactaron en los tribunales y en el Ejército. El dictador recibió la sugerencia de que volviera de su show en Iquique. Lo hizo el lunes 22, justo la fecha fijada para la audiencia. Pero la audiencia se postergó hasta ayer. Y ayer, cuando la Corte de Apelaciones en lugar de rechazar el pedido de la familia Prats dijo que lo examinaría, pareció el final lógico. El desafío público de Pinochet había sido intolerable. “Pinochet demostró que no está loco ni demente”, decía la tapa de la cobertura publicada en Siete+7. “¿Qué hará la Justicia ahora?”, se preguntaba. Página/12 pudo establecer que esa pregunta desveló a Santiago de Chile el último fin de semana y simbolizó la nueva esperanza de que el caso Prats sea resuelto y Pinochetjuzgado como Héctor Arancibia Clavel, el agente de la DINA, la policía secreta, que cumple perpetua en la Argentina.
Prats fue comandante en jefe del Ejército durante casi todo el gobierno del presidente socialista chileno Salvador Allende, entre 1970 y 1973, a quien acompañó también como ministro del Interior y de Defensa, y después del golpe se exilió en Buenos Aires. La DINA lo asesinó aquí por órdenes de Pinochet el 30 de septiembre de 1974. Cuarenta minutos después de la medianoche, una bomba colocada bajo el asiento del conductor y activada por control remoto hizo volar los cuerpos de Prats y de su mujer, Sofía Cutberth. Los dos venían de ver Pan y chocolate en el cine y cenar en la casa del ex embajador de Allende en la Argentina, Ramón Huidobro, y su esposa, la madre de la escritora Isabel Allende.
El fantasma de Prats persigue desde hace 28 años a Pinochet. Es nada menos que el asesinato de un general –además, antecesor suyo en el cargo y luego su principal crítico militar en el exterior–, cometido en el exterior por miembros de la inteligencia militar y agravado por el homicidio de la esposa de Prats. Ni siquiera los combates más crueles legitiman que muera la mujer de un militar.
La jueza Servini de Cubría jugará el martes, a distancia, una de sus últimas cartas. Si se debilita la acusación contra Pinochet, se perjudicarán los procesos contra el grupo de militares acusado de la muerte de Prats. Por eso dentro de una semana tendrán gran peso los alegatos. Luego, la Corte de Apelaciones decidirá. Y después el caso puede llegar a la Corte Suprema con un doble antecedente de importancia. Uno, los indicios contra la patota que mató a Prats por orden de Pinochet. Y otro, la magnífica salud mental del dictador. Un problema que, si Canetti viviera, ojalá pudiera resolver instalándose junto a la familia de Prats. Pero no frente al manicomio sino ante los tribunales de Santiago.