Mañana comienza la reunión plenaria de cada año, pero en éste con la sospecha de que los obispos pueden tomar posición contra el Gobierno. Ellos niegan, Heller los acusa.
› Por Washington Uranga
En medio de un clima de sospechas y desconfianzas entre el gobierno de Néstor Kirchner y los obispos presididos por el cardenal Jorge Bergoglio, se inicia mañana la 93ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina. Es en Pilar, se extenderá hasta el sábado y en ciertos sectores del oficialismo ha cobrado cuerpo la idea de que por lo menos entre algunos obispos existe la intención de posicionarse críticamente frente al Gobierno, marcando errores y señalando diferencias. Carlos Heller, compañero de fórmula de Daniel Filmus en la ciudad, fue el encargado de verbalizar lo que otros piensan en las filas oficiales: que “el cardenal Bergoglio algo ha tenido que ver en el acercamiento” entre Jorge Telerman y Elisa Carrió. Bergoglio no hizo declaraciones al respecto, pero sus hombres más cercanos niegan totalmente la especie y subrayan que no sirve como argumento el hecho de que el cardenal haya tenido encuentros tanto con el actual jefe de Gobierno porteño como con Carrió. “El cardenal no sólo habla con ellos sino con todos los que lo que desean dialogar con él. El cardenal habla siempre con todos”, sostienen enfáticamente y casi como argumento de defensa.
Lo cierto es que se llega a la asamblea episcopal en medio de una evidente situación de tirantez en las relaciones entre el Gobierno y la Iglesia. Al anunciar la reunión, el secretario general del Episcopado, Sergio Fenoy (obispo de San Miguel), describió el mecanismo que los obispos seleccionaron en la pasada asamblea para “los contactos institucionales”.
Hablando en nombre de Bergoglio, el obispo Fenoy dijo que esa recorrida de los obispos se inició en diciembre pasado cuando la cúpula eclesiástica pidió cita y fue recibida por los titulares entrante y saliente de la Corte Suprema, Enrique Petracchi y Ricardo Lorenzetti. Luego se solicitó audiencia a los presidentes del Senado, Daniel Scioli, y de Diputados, Alberto Ballestrini. Según Fenoy, estas últimas entrevistas fueron pedidas “en diciembre en forma verbal” y “por escrito el 27 de febrero pasado” sin que “hasta el momento haya existido una repuesta”. El secretario general dijo también que sólo después de que se concrete la reunión con los presidentes de ambas cámaras legislativas los obispos solicitarán audiencia con Néstor Kirchner. “Este es el camino elegido por nosotros”, dijo enfáticamente Fenoy, reafirmando que no se apartarán de allí. Los dichos del obispo de San Miguel no coinciden, sin embargo, con declaraciones recientes formuladas al diario La Nación por el obispo de Lomas de Zamora y vicepresidente del Episcopado, Agustín Radrizzani, que sostuvo que “las audiencias están pedidas”.
Dejando de lado las cuestiones de procedimiento, desde ámbitos muy cercanos al presidente Kirchner se insiste en que hay vocación y decisión de parte del Gobierno para dialogar con los obispos católicos, pero que no encuentran, por lo menos en los más altos niveles de la jerarquía, igual disposición y apertura. En los mismos despachos oficiales se preocupan frente a las iniciativas de apoyo a demandas sociales como las que tomó el obispo de Río Gallegos, Juan Carlos Romanín. Preferirían que los obispos no se involucren en este tipo de hechos. Otros van más allá y alimentan la sospecha de que, a falta de una oposición aglutinada, algunos obispos quisieran jugar ese rol. Tampoco se deja de señalar que existen fluidos contactos entre gente del Gobierno, funcionarios y políticos, y muchos de los obispos, con quienes también se avanza en proyectos de colaboración, particularmente en áreas sociales.
Sin lugar a dudas, todos estos temas estarán presentes en las conversaciones de los obispos que se reunirán a partir del lunes. Durante las dos primeras jornadas se concretará lo que en la agenda se denomina “intercambio pastoral” y que no es otra cosa que un análisis de la situación social, política y cultural vista de la perspectiva eclesiástica. Allí aparecerán todas estas cuestiones y seguramente los miembros de la Comisión Ejecutiva que encabeza Bergoglio darán cuenta de los pasos dados para avanzar en el “diálogo institucional” tal como le fue encargado por la plenaria en su último encuentro del año anterior. En algún momento aparecerá también lo relativo a la situación del obispo castrense Antonio Baseotto, a quien el Vaticano aún no le aceptó la renuncia a pesar de que ya cumplió los 75 años el pasado 4 de abril. Este es otro tema que perjudica las relaciones. La Conferencia Episcopal asegura que la resolución del caso Baseotto está fuera de su alcance y que es Roma la que debe aceptar la renuncia. El procedimiento para nombrar el sucesor requiere que la Conferencia Episcopal eleve una terna, que la misma sea aceptada por el Gobierno y que de entre los tres el Papa elija uno y lo designe. El Episcopado argentino ya seleccionó tres nombres: Carlos Malfa (obispo de Chascomús), Rubén Frassia (obispo de Avellaneda-Lanús) y Carlos Franzini (obispo de Rafaela). En el camino y por propia decisión quedó el nombre de Agustín Radri-zzani. Falta todavía el acuerdo del Gobierno sobre la terna y nadie piensa que éste llegará antes de que se concrete el retiro efectivo de Baseotto.
Así planteadas las cosas, se puede asegurar que las relaciones entre el Gobierno y el Episcopado están en uno de sus momentos menos entusiastas. Se sabe ya que Kirchner estará en Mendoza el 25 de mayo y que allí se celebrará el Tedeum. Como el arzobispo de Mendoza, José María Arancibia estará en esa misma fecha en Aparecida (Brasil) participando de la Conferencia General del Episcopado de América Latina y el Caribe, lo más probable es que la ceremonia religiosa sea presidida por el obispo de San Rafael, Eduardo Taussig, uno de los prelados más conservadores del país.
En su asamblea los obispos se proponen hablar sobre adicciones (juegos, drogas y alcohol) porque consideran que es un problema urgente. En la agenda aparece además la educación, en particular educación sexual. Pero más allá de estos temas, los ojos políticos estarán puestos en Pilar durante toda la semana. También porque ésta será la última asamblea episcopal antes de las elecciones que se celebrarán en varias provincias y de los comicios presidenciales de octubre y no sería extraño que los obispos quieran decir una palabra al respecto.
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