Dom 04.08.2002

EL PAíS  › UN REVELADOR LOBBY EMPRESARIO QUE TUVO OREJAS EN EL GOBIERNO

Somos los peores del barrio

La crisis se expande pero no encuentra a todos igual. Un pressing de primer nivel sobre Duhalde. Una fantasía presidencial. Petrobras e YPF: vidas paralelas. El gallego, campeón de los bonaerenses. Predicciones sobre la interna. Y más.

› Por Mario Wainfeld

Los saqueos en Uruguay no imitan los sucedidos en Argentina, los replican. No es un ajeno que toma los gestos del otro, son grupos sociales que atraviesan situaciones similares y obran de modo semejante. La pobreza, la desolación, la pérdida de horizontes futuros, la caída de la clase media, el ensanchamiento de la brecha social nos igualan. Todos somos parecidos a nuestros contemporáneos, máxime si somos vecinos y nos vemos a través del río. Cada época alienta sus propias formas de resistencia y protesta y las similitudes y sincronías no se deben a imitaciones sino a derivaciones de las condiciones objetivas.
Si se repara en lo episódico, Jorge Battle no es idéntico a Carlos Menem. El oriental es culto, refinado, se expresa de corrido en un par de idiomas aparte del castellano, en el que asimismo se expresa con propiedad. O sea, nada que ver con el ex presidente argentino. Battle, cuentan en Uruguay, desdeña íntimamente a Menem y también al peronismo, con retintines gorilas.
Pero Battle y Menem han coincidido en algo esencial, que es embarcar a sus países en proyectos inviables y perversos cuyos costos se vienen pagando desde hace un buen rato, se agravan en estos días. Y habrá más.
Un fantasma recorre el Mercosur y aledaños: el del fin de una quimera que enriqueció a unos cuantos y famelizó a muchísimos más. La desdicha llegará –está llegando– en forma escalonada porque eso está en la naturaleza de las crisis globales e impactará algo distinto porque no todos compramos el paquete neoliberal sin beneficio de inventario. Los argentinos, los mejores alumnos, los recontralcahuetes del Fondo, los que privatizamos el petróleo y enfeudamos la renta petrolera entonando la marcha peronista hemos sido los más pavotes y por algo caímos primero y -quizá– caeremos más profundo y de más alto. Pero nadie se salvará del terremoto, Brasil ya está en eso. Y Chile, que adoptó más salvaguardas, preservó para el Estado recursos estratégicos, puso algún límite al ingreso y egreso de capitales, tuvo menos corrupción y aún conserva importantes reservas en su Banco Central, también padecerá lo suyo, puede que en una versión más leve y ciertamente dentro de un tiempito cuando, acaso, haya algún destello de luz al final del túnel.
Privatizaron el Arca
El diluvio está llegando, en estas pampas privatizamos el arca y se robaron los paraguas. Pocos tan desguarnecidos como los argentinos que arrasamos con todas las instituciones del Estado benefactor y permitimos un nivel de desnacionalización tal que transforma a la palabra cipayos en un eufemismo. El reciente acuerdo entre Petrobras y el grupo Pérez Companc es un dato y un símbolo de la crisis: somos los peores del barrio y de qué barrio...
En ese contexto letal, el Gobierno intenta una curiosa reacción, que este diario viene contando en detalle desde el viernes y vale la pena recuperar en este repaso semanal. Eduardo Duhalde, es sabido, adscribe a un vago desarrollismo que imanta la brújula ideológica de muchos políticos nativos. Hasta podría coincidirse en algún sentido con ese anhelo que tiene que ver con el recuerdo de épocas de pleno empleo, capitales nacionales, obreros que vivían con lo que ganaban y empleados de servicios que eran hasta arrogantes. Pero, como le cuadra a toda la dirigencia actual, el Presidente no tiene ni pálida idea de qué instrumentos conducen al logro de esos objetivos, del logro de esa extraña utopía fijada en el pasado que, queda dicho, no es solo suya. El bochornoso tránsito por el gabinete del flautista de Hamelin, José Ignacio de Mendiguren, tuvo que ver con esa fantasía que induce al Presidente a dar crédito (en sentidoestricto y lato) a cualquier charlatán que le vende cuentas de colores en dólares sin pesificar. Tal parece que los escucha más atención si son lobbistas descarados, como el ex ministro de la Producción.
Esa tendencia se corroboró en la semana que epiloga hoy. Desde el domingo pasado los remanentes “dueños del poder” que van quedando fueron sugiriendo al Presidente que intentara frenar la venta a Petrobras. Benito Roggio (el ariete de la movida), Paolo Rocca, Amalita Fortabat y Carlos Bulgheroni se hicieron escuchar por Duhalde, telefónicamente (en un par de casos desde el exterior) o de cuerpo presente. Los argumentos tocaban una melodía cara a los oídos presidenciales. Riesgo de desnacionalización, monopolio u oligopolio extranjero en materia de combustible, efecto dominó que arrastraría a otras (¿ex?) grandes empresas... Oscar Vicente, directivo de Pérez Companc y hombre de consulta permanente de Duhalde, coincidía con esta mirada. Desde luego, el tardío nacionalismo camuflaba, mal, la defensa de sus intereses como compradores de insumos que ahora controlará Petrobras.
Duhalde analizó la posibilidad de frenar la venta de Pecom armando el Estado con “el empresariado nacional” una vaquita, un fondo con recursos públicos, para hacerle una oferta alternativa. Se habló de un holding mixto, se barajaron cifras, pero la plata no aparecía.
Duhalde “durmió” todo lo que pudo la reunión que le pedían los representantes de Petrobras y la concedió anteayer. El embajador brasileño, cuyo nombre parece surgido de la pluma de Fontanarrosa
(José Botafogo Gonçalves) se incorporó al cónclave, dando cuenta –sí que en un tono afable y hasta intimista– de la presencia del Estado limítrofe. Duhalde manifestó “su dolor” por la venta de Pecom y también reveló el pedido de formación de un fondo de los lobbistas locales, pero reconoció que –salvo que se descubran maniobras monopólicas– nada podrá vetar el Estado argentino respecto de las ventas de combustibles.
Lo afirmado por Duhalde revela parte del entramado, pero no todo.
La posibilidad de hacer una megacompra –que en la Rosada fantaseaban con ir anunciando progresivamente a partir de anteayer– es difícil de urdir porque en la sociedad entre Estado y privados que proponen los privados (esto es Argentina, amigos) hay de todo... menos el aporte de los privados. ¿Le suena, lector?
En el camino Fernando Henrique Cardoso fue durísimo con Duhalde en un diálogo telefónico. Y Repsol le hizo saber que cualquier movida que propenda a generar holdings semiestatales en materia de energía contará con su oposición frontal y la del Estado español. Una voz imposible de desoír.
Oscar Vicente fue desandando su parecer y con él cierto diario de la City que operó descaradamente a favor de los grandes capitales que nos quedan.
El Gobierno, empero, conserva por jugar dos barajas. La más confesa es insistir en su postura antimonopólica en lo que hace a la red eléctrica que vendió Pecom y armar –ad hoc– el susodicho holding. El portento es relativamente posible toda vez que el negocio eléctrico fue comprado por Petrobras como integrante de un paquete, pero el monstruo brasileño no se dedica usualmente a ese métier y podría, más adelante, negociarlo.
Hay otra apuesta a placé, menos factible y menos confesa. Es “burocratizar” la operación total, que tiene que transitar surtidas y densas instancias administrativas que terminan, por imperativo legal, en una aprobación del jefe de Gabinete. Por cierto, para hacerlo se necesita haber urdido lo que en Balcarce 50 llaman “la red” y el lector menos afecto a neologismos llamaría juntar la guita. Algo que suena imposible. Los tiempos juegan en contra del Gobierno. La trama administrativa comenzará recién en septiembre, cuando Petrobras termine de armar frondosos expedientes y durará meses, sin necesidad de ninguna zancadillaoficial. El paso del tiempo, la cercanía de las elecciones conspiran contra cualquier intento gubernamental de quebrar la inercia. El pato rengo lo será aún más y no estará para grandes inventos. Lo más factible es que el Gobierno termine no haciendo nada, su especialidad. Pero, contra lo que dijo Duhalde a los brasileños, aún no archivó definitivamente su veto a la compra.
Algo para recordar
Algunos datos para dar contexto a las anécdotas que preceden. Petrobras es una empresa estatal de combustibles, equivalente a YPF, que el peronismo entregó. La compra de Pecom se inscribe en un “plan estratégico” decenal (2000- 2010) del conglomerado brasileño. Leyó bien, decenal, es decir que cubrirá toda la presidencia del sucesor de Fernando Henrique (sea Lula, Gomes o Serra) y parte de la ulterior. El plan incluye una “integración vertical” del territorio americano que ya abarca Brasil, Perú, Venezuela, Argentina –queda dicho– y hace más de un año que los brasileños negocian instalar una refinería en los Estados Unidos de América. La integración vertical precede a la horizontal, Brasil mira hacia el este, a Nigeria, para su expansión. Tienen tamaña crisis como acá pero al unísono crecen, diseñan estrategias....
¿Por casa cómo andamos? Repsol, más que sponsor, hincha oficial de la selección nacional de fútbol, controla (gracias a los afanes y afanos de un gobierno del mismo signo que el actual) más del 50 por ciento de la producción de petróleo y más del cincuenta por ciento de la comercialización local. Domina el mercado, fija a su antojo precios siderales, tiene cooptados a algunos gobiernos provinciales y lleva de la nariz a los remanentes empresarios argentinos del sector. Argentina, los peores del barrio.
Minimalismo y realidad
Un ala optimista del Gobierno, que conduce Roberto Lavagna, insiste en prodigar un moderado alivio espigando algunos indicadores económicos que no dan pánico. La creciente recaudación fiscal es el más consistente de sus argumentos, otros francamente son prodigios de creatividad: surtidos funcionarios explican que los depósitos bancarios subieron, que el goteo mermó, y cuentan como maná el irrisorio aumento de las reservas del Banco Central.
El país real, en tanto, sigue inmóvil, sin mover ningún amperímetro. En estos días se verá qué pasa con el aumento de cien pesos dispuesto para el sector privado. Pero, aun en la Rosada, se admite que no llegará a muchos de sus destinatarios. Una proporción enorme de empresas pequeñas y hasta medianas no los pagará o los pagará recortando (en cruel canje) su planta de trabajadores en negro. La federación de transportistas (la indómita FATAP), anunció que no pagará el incremento si no se traslada a los boletos. Empresarios gastronómicos también se pusieron de punta.
En tanto, dos conflictos de empresas aéreas (Dinar y Lapa) dan cuenta del fenomenal tirabuzón del sector que creció sin plan ni son durante la década del 90 y ahora va derechito a una concentración y achique feroz. Otro sector que tiene un porvenir sombrío, sobre todo, si avanzan las negociaciones es el financiero, lo que por la cantidad de trabajadores involucrados en un potencial ajuste salvaje, su implantación –todo el país, pero en especial grandes ciudades y muy especialmente la Capital– augura un conflicto fenomenal.
El nicho de la felicidad
Las “operetas” políticas son el mínimo nicho que da –algunos– alivios al oficialismo. El adelanto electoral, hasta ahora, confundió más a los opositores –incluyendo dentro de este rango a Adolfo Rodríguez Saá yNéstor Kirchner– que al atribulado oficialismo. La interna del PJ domina el horizonte y los muchachos peronistas se divierten.
Tanto se divierten que algunos (cabe consignar, los menos) creen advertir un dato que no llega aún a la percepción de los demás mortales: el crecimiento de José Manuel de la Sota. “En noviembre va a haber una sola interna... o quizá ninguna”, se da manija el hombre, que “lee” que Carlos Menem está por tirar la toalla.
El optimismo, antes que precisión, traduce un dato que también se reflejó en presencias oficiales en el discreto lanzamiento del Gallego en territorio bonaerense (ver asimismo página 4): el oficialismo juega ya fuertemente a mano del cordobés. Dos operadores de plena confianza del Presidente, José Pampuro y Aníbal Fernández, dialogan a diario con la esposa del precandidato Olga Riutort, y Juan Schiaretti, su mano derecha y candidato a sucederlo en la gobernación. La expresión “comando de campaña” no se pone de manifiesto porque eso desataría denuestos y chicanas del menemismo, pero de eso se trata.
Las ilusiones oficialistas se centran, valga la expresión, en el perfil que elige mostrar De la Sota. Un candidato que no polarice, que tenga un electorado potencial en el 70 por ciento del padrón. Los primeros sondeos encargados por el Gobierno, según ellos los cuentan, dan para la cal y la arena: De la Sota mide bien en el primer cordón del conurbano, ese que se parece y se mimetiza a la Capital. Pero da mal a medida que el conurbano se hace más humilde, más parecido a lo que sigue siendo la base fiel del peronismo. Por ahí hay unos cuantos dispuestos a reincidir con Menem y muchos que pondrían en la urna la boleta de Rodríguez Saá.
Los estrategas del duhaldismo confían en que el candidato por fin crecerá. Y, si no, está el aparato. Las internas, al fin, se ganan con el aparato y el bonaerense está intacto. “Si usted fuera candidato en la interna –antes metaforiza que ofrece al cronista un bonaerense con oficina en la Rosada– nosotros le garantizamos 800 o 900.000 votos, parte baja.” Es un arcano saber cuántos peronistas e independientes sufragarán en la madre de todas las batallas, la interna justicialista (tres millones pondera Heriberto Muraro, el asesor de De la Sota), pero cerca de Duhalde se jactan de tener “abrochada” la mitad de esos votos. La máquina va a funcionar, Alberto Pierri no existe fuera de La Matanza y aún allí ya fue barrido por Duhalde, explican al cronista que rehusó la candidatura.
El vice, si no es el muy remiso pampeano Rubén Marín –una figura que quisieran para ese lugar tanto varios duhaldistas como algunos menemistas del ala sensata– será un bonaerense. En tal caso, no lo dudan, Duhalde será el gran elector.
Adolfo Rodríguez Saá también está convencido de que los aparatos dominan la interna, rodeada de muchas menos garantías que una elección nacional. En esta, al menos, hay autoridades oficiales de mesa y fiscales de muchos partidos que limitan las pillerías y los fraudes de los más grandes. Esa percepción lo empuja, cada día más, a ir por afuera, aunque los sondeos lo pinten como un competidor temible.
Coda
Los empresarios más poderosos, que instaron el proceso de privatización y desnacionalización, que fueron socios menores del capital foráneo, que vendieron y luego fugaron sus divisas, volvieron a la carga. Pidieron, como tantas veces, que el Estado se hiciera cargo de sus desaguisados y sus pérdidas. Por ahora no les salió porque, ya se sabe, plata no hay. Pero sí encontraron, como tantas veces, autoridades dispuestas a acompañar sus embustes y sus negocios, por buenos o malos motivos.
La región sufre la zozobra de una crisis que se ahondará y ahí estaremos todos. El diluvio lloverá sobre todo el barrio, pero algunos están más reparados que otros. Los mejores, dentro de lo malo, fueron los que tuvieron estrategia, mirada nacional, un empresariado con mínima conciencia, algún coto a la frivolidad.
Los peores, ya se sabe, somos los de esta manzana. Los que cometemos siempre el supremo pecado de volver a tropezar con las piedras que ya nos hicieron caer otras veces.

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