Mié 23.05.2007

EL PAíS

Una cita en tribunales para una testigo muy particular

La directora del diario de Bahía Blanca La Nueva Provincia, apologista de la última dictadura, fue citada en La Plata en el marco del Juicio por la Verdad. Es por el caso de una detenida –sobrina del abogado de la empresa– por la que intercedió ante Camps.

› Por Diego Martínez

A sus 79 años, luego de casi medio siglo como directora del diario La Nueva Provincia y mientras siguen impunes los asesinatos de los obreros gráficos que en los años previos al golpe le paraban la rotativa, Diana Julio de Massot fue citada por primera vez ante la Justicia. Los jueces de la Cámara Federal de La Plata no le preguntarán sobre Enrique Heinrich y Miguel Angel Loyola, que hasta la madrugada de sus secuestros trabajaron en su empresa, sino sobre la detenida desaparecida Susana Lebed, médica, militante de la Juventud Peronista y sobrina del abogado del multimedio naval, por quien la viuda de Massot intercedió en 1976 ante los generales Ramón Camps y Edmundo Ojeda, jefes de las policías Bonaerense y Federal. La cita es en los tribunales platenses en el marco del Juicio por la Verdad.

Lebed fue secuestrada en la casa de sus padres, en City Bell, la madrugada del 1º de octubre. “Soy un jefe de familia honorable, cristiano, católico nacionalista. Es un atropello”, reaccionó Aníbal Lebed.

–¿Son de las fuerzas combinadas? Confío en el Ejército –agregó ingenuo.

–¿Qué Ejército? Somos policías –le respondieron.

Susana se despertó con una ametralladora en la cabeza. Otra apuntó a su hermana Fátima, de 12 años. “Es una criatura, no pueden”, rogó su madre Nélida Jáuregui. En tres Torino cargaron a Susana y a tres compañeras de estudios con quienes había vivido hasta dos meses antes. La mujer quiso seguirlos pero Aníbal y Fátima la frenaron. Juntos rezaron un Padrenuestro.

Según relató Lebed en el Juicio a las Juntas, “desesperados hablamos a Bahía con mi cuñado, doctor [Néstor] Jáuregui, asesor letrado de La Nueva Provincia, para que interiorizara a la señora Diana Julio, amiga de la familia y vinculada con el gobierno, a efectos de que tratara de hacer lo posible”.

El pedido llegó en un momento particular: septiembre fue especialmente sangriento en Bahía Blanca. En tres enfrentamientos fraguados los militares habían fusilado a ocho personas previamente secuestradas en La Escuelita. El diario no se limitó a publicar los comunicados oficiales con información falsa. En esos días difundió cuatro notas tituladas “¿Qué pasa en Bahía Blanca? Radiografía de la subversión”.

“La señora, con toda decisión tomó el teléfono y habló con el coronel Camps –siguió Lebed–. Le contestó que aún no tenía los listados. Entonces se trasladó a Capital y se entrevistó entre otros con el jefe de la Policía Federal, general Ojeda, que le dijo: ‘Recomiéndele a Lebed que no se mueva porque lo van a chupar a él también y va a perjudicar a su hija. Trabaja en tres hospitales de la guerrilla’.” Católica como Lebed e integrante de la Liga Anticomunista Mundial, hoy la señora podrá detallar sus gestiones tras el diálogo con Ojeda.

El resto de la historia de Lebed se conoce por sus amigas, que declararon en el Juicio por la Verdad. A Mónica Salvarezza y Susana Ceci las encerraron en el baúl de un auto, desde donde escuchaban los gritos de Susana. Al llegar al centro clandestino les advirtieron “de acá no sale nadie”, contó Salvarezza. “Te vamos a dar con la verdulera”, le advirtieron. La desnudaron, la picanearon y la llevaron a otra habitación. “Ahí estaba Susi. No la veo pero la escucho. ‘Mónica me muero. Llamen a un médico porque me muero, se me cortan las manos’, gritaba. Se sentía olor a carne quemada y había un hombre que le hablaba en francés. Ella era profesora de francés. Fue la última vez que la escuché”, relató (paradójicamente Salvarezza es empleada de La Nueva Provincia, célebre por la apología de la verdulera de Vicente Massot, hijo de la señora).

La psicóloga Liliana Polenta, que trabajaba en el mismo hospital de Florencio Varela que Lebed, contó que al llegar al centro clandestino la encandilaron y le mostraron fotos de compañeros de estudios de Susana. Consultada sobre el médico Enrique Oscar Rosón, jefe de Lebed en la guardia de los viernes, recordó que “era más bien fascista” y destacó su “enemistad marcada hacia Susana”, quien “defendía sus ideales, no se callaba, discutía”. Rosón habría admitido en un sumario interno del hospital haber dicho “los mocosos me quieren embromar, los voy a hacer reventar con la SIDE”.

Las tres jóvenes fueron tiradas al costado de una ruta el 10 de octubre. “En media hora sáquense las vendas”, ordenaron los militares. “¿Cómo calculo media hora si me robaron el reloj?”, preguntó Salvarezza. Como respuesta le quebraron el tabique.

Una semana después del secuestro de Lebed, el diario de Diana Julio aseguró que “en la Argentina no hay crímenes como no sean los perpetrados por las bandas marxistas y peronistas; no hay torturas como no sean las del ERP y Montoneros”. Hoy podrá ampliar el porqué de semejante certeza.

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