EL PAíS › OPINION
› Por José Luís Coraggio *
Los que fuimos sorprendidos positivamente por muchas acciones social y políticamente reparadoras de este gobierno, solemos sentir el deseo de más progresismo. En buena medida reclamamos coherencia entre esa positividad y la indolencia de la política de gobierno ante los graves problemas estructurales que amenazan el futuro de la sociedad en general y la dignidad de la vida misma de las mayorías populares. Por ejemplo, celebramos el fin de la impunidad de los crímenes de lesa humanidad, pero resentimos la impunidad brindada a los bancos, a los que se beneficiaron con la salida programada secretamente de la convertibilidad, y el agregado de una nueva capa a nuestra triste patria contratista.
Creo que nos ayudará admitir que algunas cosas no se pueden ya esperar de este gobierno:
a) la transformación del régimen social de acumulación, que más bien está siendo consolidado con cambios de estilo (modelo económico) pero no de sustancia (régimen), pues la riqueza y el poder se siguen concentrando;
b) la democratización de la política y del Estado, dando visibilidad a los procesos de decisión y abriendo una esfera pública donde los grandes problemas nacionales puedan ser diagnosticados y debatidos en igualdad de condiciones por todos los ciudadanos;
c) la democratización de las representaciones, en particular de la sindical, y el respeto a la autonomía de los nuevos movimientos sociales;
d) la sustitución de la ansiedad por la gobernabilidad y el control (con una fuerte dosis de asistencialismo clientelar y repartijas varias a aliados variopintos) por un florecimiento de la política democrática como voluntad de transformación;
e) un cambio en el estilo de “soy la vanguardia de lo posible, síganme sin chistar”;
f) la permanencia de la ideología neoliberal de que el crecimiento y una buena caja son la base de un derrame real de justicia social.
Si aceptamos estos y otros límites, a la vez que valoramos las muchas positividades, tal vez podamos despejar ilusiones y pensar en alternativas políticas para negociar de otra manera los destinos del país.
* Economista.
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