Vie 25.05.2007

EL PAíS

“El kirchnerismo sólo administra la injusticia y desigualdad del presente”

El economista Martín Hourest es el primer candidato a legislador porteño del Movimiento por Buenos Aires que postula a Claudio Lozano para la Jefatura de Gobierno. Dice que en la sociedad falta una oposición seria y critica a Macri, Telerman y Filmus.

› Por Adriana Meyer

Ya casi no queda nadie en el Palacio Legislativo, y en su despacho el diputado porteño Martín Hourest atiende el teléfono mientras conversa con Página/12. Este economista de 47 años –de cuna radical, participación en organismos de derechos humanos, militancia en la Central de Trabajadores Argentinos y fundador del Frente Nacional contra la Pobreza– asumió como legislador el 19 de abril en reemplazo del fallecido diputado socialista Norberto La Porta y le gustaría ser electo para poder quedarse. Pero sólo sería por un mandato, porque se encargó de que quedara vedada la reelección cuando redactó la Constitución de la ciudad. Hourest, primer candidato a diputado porteño de Movimiento por Buenos Aires, nació en Caballito pero se crió y empezó a militar en Lugano. Le gustan tanto el jazz como el tango, está casado y tiene 6 hijos. “No tengo que explicar nada que me ponga colorado”, dice cuando se le pregunta por qué votarlo, pero no lo pide desde el progresismo porque considera que “eso en la ciudad ya no representa nada”.

Tan cómodo en el rol de referente técnico como en el de analista político, afirma que “el escenario da para sorpresas porque no está definido el voto de oposición, no ha sedimentado todavía que Filmus desde el Ejecutivo nacional, Telerman desde el Ejecutivo local, y Macri desde la Legislatura son todos el oficialismo”. Y plantea sus dudas. “No sé si un votante de Filmus, acostumbrado a que el Ejecutivo nacional no tiene un sistema de control serio, votaría a sus legisladores para controlar.” Hourest llegó a la banca por haber sido parte de Fuerza Porteña, aquella coalición progresista armada para enfrentar a Macri en la pasada contienda. Pero rompió por diferencias programáticas y de lógica política. “Nos dijeron que el gabinete era cosa de ellos e incorporaron a (el ex duhaldista Rafael) Romá, lo cual fue demasiado”, recordó.

–¿En aquel momento Aníbal Ibarra era un referente?

–Consideramos que podía nuclear a los que estaban por la defensa de lo público y los derechos colectivos, como un simple representante de esa constelación. Ibarra es incapaz de cualquier construcción colectiva, piensa exclusivamente en él y tiene un nivel de fatuidad enorme. Todo el proceso de construcción que podía haber orientado no lo quiso hacer. Cromañón demostró las miserabilidades de todo el sistema político, pero Ibarra capituló su proyecto político antes de esa masacre. Tuvo un pésimo manejo hasta de proximidad física con la tragedia, el sufrimiento humano obliga al acercamiento. Y además prostituyó lo que quedaba del sistema político con su estrategia defensiva. Su destitución fue parecida a la manera en que construyó el poder en la ciudad.

–Hace un mes y medio que está en ese sillón. ¿Piensa que se va a quedar?

–Si me guío por la temperatura de la calle, supongo que sí. Pero no estamos disputando el voto con Patricia Walsh ni con la izquierda. Cuando se cae el sistema no cae sólo el oficialismo sino también su oposición. El progresismo en la ciudad no puede decir que era lo que fue porque ya no representa nada. Es una coalición con la UCeDé, con Nueva Dirigencia, con Enrique Rodríguez, con Santa María. Si el progresismo es combatir desigualdades, achicar las brechas sociales y aumentar los espacios de libertad ciudadana, en esas boletas no está.

–Pero si no es desde el progresismo, ¿desde dónde piden el voto?

–Desde ampliar los niveles de libertad individual y colectiva, y de igualdad. Y de reconstituir la democracia en la ciudad, que está en manos de oligarquías partidarias.

–¿Cómo se define ideológicamente?

–Me siento un heredero de Moisés Lebensohn y Germán Abdala. Me incorporé al radicalismo a los 12 años, desde el alfonsinismo de izquierda, por eso para mí es incomprensible que haya radicales con López Murphy o con Macri. Sin la cultura política del radicalismo, del peronismo y de la izquierda no se puede pensar en términos igualitarios. Pero con la orgánica de cada uno de ellos no se puede construir la igualdad.

–Imagino que usted no hubiera votado el actual presupuesto.

–No, pero no votar el presupuesto puede ser un acto de conciencia que se agota en algo testimonial si no hay un serio control de gestión. Las fuerzas de izquierda que no lo votaron no tienen esta actitud. Le doy un ejemplo, presentamos un pedido de informes al Ejecutivo porque los trabajadores de la ciudad no se pueden desafiliar de la obra social. Somos la única fuerza política que propugna el fin del monopolio sindical de Datarmini-Genta, que mantiene presos a maestros, médicos y empleados para engordar los negocios de la burocracia. Y la otra iniciativa es discutir el programa “Con todo derecho” de la ciudad, que tiene 2,7 del gasto, que financia muy poco de la situación de indigencia y de pobreza y mantiene a la gente comiendo en comedores o esperando que le llegue la chapa. ¿Y quién nos acompaña en esto? Nadie. Esto es un mueble (toca el sillón en el que está sentado) si no lo articulamos con sectores sociales.

–¿Qué hay que hacer en la segunda vuelta?

–Jamás votaría a Macri. En la primera vuelta se vota con el corazón, en la segunda se opta sobre lo que construyeron otros.

–¿Votar en blanco o no hacerlo no es una opción para evitar avalar lo menos malo?

–Claro, pero también puede ser lo más malo. Karl Krause decía “entre dos males no me obliguen nunca a elegir el menor”, es decir, sustráiganme de sumergirme en la porquería. Hay que arrancarles compromisos políticos a los que lleguen. Prefiero correr el riesgo de que alguien traicione su palabra públicamente, que irme a mi casa diciendo “estoy contento, no me ensucié”.

–¿Se considera opositor al Gobierno?

–El kirchnerismo no es el Gobierno de la reforma social en Argentina, administra la injusticia y desigualdad del presente. Pero no la va a agravar más como sí pasaría si gana la derecha.

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