EL PAíS
“Para cobrar, todo acreedor debe querer que su deudor siga vivo”
Juan Carlos Maccarone, obispo de Santiago del Estero, es uno de los obispos que participan en la concertación. Alimentación, trabajo y salud son las prioridades, y expresa su confianza en la actitud de los sectores del poder económico.
› Por Eduardo Tagliaferro
No oculta su temor por la gravedad de la crisis. Franco y directo, repara en la actitud que deben tener los centros del poder económico para que la concertación sea exitosa. “Si quiere cobrar, todo acreedor debe querer que su deudor siga vivo”, responde cuando se le dice que a los sectores económicos los impulsa más el rédito que el bien común. Con Página/12, el obispo de Santiago del Estero, Juan Carlos Maccarone, uno de los tres clérigos que integran la comisión eclesiástica que junto al Gobierno darán forma a la concertación, se muestra obsesionado por las urgencias sociales.
–¿Cuáles son las expectativas de la Iglesia y las suyas en particular en esta ronda de diálogo?
–La principal es que pueda servir para superar estos momentos tan peligrosos que vive el país. Momentos de posible disolución social. Esperamos que también ayude a recrear la credibilidad. Algunas demandas son primarias: alimentación, salud y trabajo. Otras hacen a un proyecto de país que parecería que se está diluyendo. El rol de la Iglesia no es el de meros testigos, ni tampoco el de actores. No somos un factor de poder y no queremos serlo. Por eso como Episcopado también queremos una conexión fluida con el Parlamento. Ese es el ámbito formal de la sociedad y allí habrá que instrumentar muchas cosas.
–¿Qué demandas serían las prioritarias?
–Estamos hablando de urgencias. Necesidades que eran para ayer. Vengo de una provincia del norte argentino y por lo tanto le diría que hay que pensar en alimentación y salud, pero por sobre todo en crear trabajo. Cuando digo esto pienso que los pequeños agricultores puedan tener un mercado disponible y precios para sus productos. No debemos olvidar el deterioro que está sufriendo la educación.
–¿Qué objetivos tiene la Iglesia en educación?
–Qué la educación tenga calidad. Lo hemos dicho en el último documento. Calidad no significa una excelencia excluyente sino que incluya a todos en niveles de calidad.
–¿Considera que estas rondas les darán credibilidad a algunos sectores que hoy están siendo cuestionados por la sociedad, como la dirigencia política?
–En agosto pasado ya los políticos habían reclamado la intervención de la Iglesia. Tanto por esto como por las conversaciones que la gente de las Naciones Unidas, encargada de contactar a todos los grupos, me parece que hay cierta declaración de impotencia y un reconocimiento de que necesitan otra cosa para poder llevar adelante la Nación.
–¿Quiénes serán los primeros convocados?
–La urgencia reclama estar muy atentos a las conversaciones con los sectores de poder. Sectores que son muy importantes, entre ellos el FMI, embajadores extranjeros y algunos particulares. Creo que el país explotó porque estuvo aprisionado por la usura internacional y la voracidad de algunos grupos económicos. Le doy tres indicadores que me llamaron la atención: la poca voluntad de la gente de asociarse con fines solidarios, a pesar de la gran cantidad de voluntariado; el 46 por ciento preferiría un gobierno autoritario si le solucionan el problema de seguridad. Esto me sabe a mano dura. El 47 por ciento también confiaría en un gobierno autoritario si éste le soluciona el problema económico. Estos tres indicadores expresan la claudicación moral de un gran sector. Esto es lo que más me moviliza a participar en la comisión del diálogo.
–¿Por qué cree que los grupos económicos, que recibieron grandes beneficios, se sentarían a una mesa de negociación?
–Si no se sientan y no muestran una actitud distinta, no van a encontrar país.
–Muchos de estos grupos no son nacionales.
–Entiendo que un acreedor tendrá interés en que el deudor sobreviva.
–¿Qué diferencias encuentra entre esta iniciativa y las realizadas tantas veces por Fernando de la Rúa?
–La última semana de Navidad y Año Nuevo fue traumática. El país no se merece lo que sucedió. Más allá de los ajustes anteriores y la falta de dinamismo para que este diálogo se hubiera expresado mucho antes, ese espectáculo fue muy triste. Mostró no sólo la gravedad de la crisis sino también algunas mezquindades. Escuché algunas expresiones de políticos que están dispuestos a otra cosa y no a un mero salvataje como clase.
–¿Se minimizó la gravedad de la crisis?
–Desde hace dos años que los obispos del NOA venimos previniendo a los gobernadores. En marzo pasado lo hicimos frente al presidente De la Rúa con la presencia de medio gabinete. También hubo una desarticulación política entre el Gobierno nacional y los gobernadores.
–¿Está de acuerdo en salir del modelo económico conocido como neoliberalismo?
–El neoliberalismo tiene tantas objeciones como cualquier otro sistema que aglutina solamente a un factor, en este caso el económico. En la doctrina social de la Iglesia, el Estado es un servicio al bien común. Por eso un Estado no puede claudicar a serlo, ya que de lo contrario la sociedad se diluye. El país ha mostrado su exasperación y creo que la clase dirigente parece haber tomado nota. Si nos quiebran la libertad, perdemos.
–¿Cómo ve a este Gobierno?
–Por lo que acabo de hablar con el señor Presidente, tiene conciencia de la situación y aun de los límites propios. Eso me parece bueno.
–¿Qué opina de las últimas declaraciones de Carlos Menem?
–Me parece que están fuera de momento. Hace falta una participación de todos en forma positiva. Las críticas deben ser acompañadas de propuestas. Ningún político puede excluir su responsabilidad en que hayamos llegado a esta situación.