EL PAíS › DE MACRI A OCTUBRE
La derrota electoral del kirchnerismo en la Capital y Tierra del Fuego no se explica sólo por los errores tácticos ya analizados o por los aciertos publicitarios del vencedor, que escondió los colmillos para que lo votaran. Forma parte de un cambio de etapa, del que no es seguro que el gobierno haya tomado nota. El principal proyecto de Macri es endeudar la Ciudad y la policía le dará una excelente justificación.
› Por Horacio Verbitsky
Las razones de la derrota electoral del kirchnerismo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires han sido motivo de anuncio y análisis en esta columna en los tres meses previos a que se produjera, de modo que sin agregar ni quitar nada sólo restaría recurrir a la simpática sección “Yo te lo dije”. Pero no se agotan en los errores tácticos, en los problemas obvios de quien condujo la escaramuza perdida o en la astucia de quienes diseñaron la campaña del candidato vencedor. Lo sucedido en la Capital Federal, como en Tierra del Fuego, forma parte de un cambio de etapa del que es imprescindible tomar nota.
Para eso hay que reparar en una serie de episodios políticos y sociales que testimonian un nuevo humor en la sociedad y/o una pobre gestión oficial. Ellos van desde la ríspida huelga docente en Santa Cruz hasta los volcanes de encono que entran en erupción en cualquier lugar y por cualquier motivo, ya sea el retraso de un tren o un subte o la rivalidad entre dos cuadros de fútbol de ascenso. También aportan lo suyo la restricción energética, el arrasamiento del INDEC donde personas armadas llegaron a controlar las pantallas de las computadoras para intimidar al índice de precios y la cobertura mediática del primer caso de corrupción que avanza en una causa judicial desde 2003. Cuando el presidente comenzó a plantear la candidatura de su esposa, Cristina Fernández de Kirchner, la mayoría pensó que se trataba de un capricho. Más adelante algunos comenzaron a verla como una conveniencia y no está descartado que termine pareciendo una necesidad. En los términos en que Kirchner lo planteó, mientras él se dedicaría a construir el movimiento político cuya ausencia lo hace depender de personajes impresentables como los que fueron derrotados en Tierra del Fuego, ella tendría a su cargo la sintonía fina para enfrentar la nueva etapa. No está claro en qué lugar quedarían el disfraz de nuevo rico y las corbatas rosadas fosforescentes con traba de oro de Ricardo Locomotora Jaime, que fuerzan a cerrar los ojos para impedir el deslumbramiento a diez metros de distancia.
Anillos
Maurizio Macri opinó que el gobierno nacional ha perdido contacto con la ciudadanía, porque “sigue enojado cuando la gente ya no está tan enojada”. Por el contrario, el enojo social parece crecer y ahora entre sus destinatarios también entra en campo el gobierno nacional, víctima de su propio éxito al haber dejado atrás lo peor de la crisis. Es cualquier cosa menos casual que la nueva etapa se haya abierto junto con la batalla por la sucesión de Néstor Kirchner y durante las discusiones salariales, en el preciso momento en que los índices de crecimiento inician un tenue descenso: este año no será del 9 sino del 8 o del 7,5 por ciento. Como estudió Eduardo Basualdo en su último libro, lo mismo le sucedió a Juan D. Perón cuando la rentabilidad de las mayores empresas dejó de rondar el 40 por ciento anual y se acercó al 20 por ciento. Ese es el debate de fondo, que la oposición silencia y el gobierno explica menos que a medias. El caso de las empresas energéticas no deja dudas: pese a sus ganancias extraordinarias quieren incrementarlas vía aumento de tarifas, y presionan con dificultades en el suministro, a favor de las necesidades extraordinarias que plantea el sostenido crecimiento del consumo y las demoras en la ampliación de la capacidad instalada. La suspensión de la venta de GNC a los taxistas porteños, en plena carrera electoral, se debió a la ausencia de un filtro de gasoil en la Central Puerto, gestionada por Carlos Miguens Bemberg, que pasó a generar con gas y a la falta de voluntad de reemplazar ese filtro hasta que terminara el fin de semana largo. Esto recién se detectó cuando la presión en el anillo de ductos que rodea la capital marcó un punto crítico y obligó a cortarles de apuro el gas a los tacheros.
Economía no es política
Kirchner repite que cuando termine su mandato anhela que la Argentina esté a las puertas del purgatorio. Luego de cinco años de crecimiento económico a tasas sin precedentes algunos sectores de la población dan esa meta por cumplida y se plantean objetivos diferentes, mientras otros perciben sus beneficios en forma muy atenuada, debido a la concentración y la desigualdad, que siguen siendo muy altas. Con un Producto Interno Bruto que recuperó la caída de 2001/2002 y es hoy la mitad más grande que en 2003 las tensiones que se registran son las del crecimiento, dice Kirchner. Solo este año (de mayo a mayo) el consumo residencial de gas creció el 33 por ciento y el de electricidad el 25 por ciento, en el otoño más frío en medio siglo. El gas que consumen en invierno los hogares es la mitad del total y la luz el 75 por ciento. Según el Ministerio de Planificación las limitaciones al consumo cesarían en agosto mientras avanza una gran cantidad de nuevas obras de generación y transporte. Pero incluso con una visión tan complaciente, el traslado del análisis económico y sociológico a la política no es automático. Nueva York y Sicilia sufrieron esta semana masivos apagones. El presidente de la empresa eléctrica Con Edison, Kevin Burke, dijo que no podía explicar qué había fallado ni asegurar que no se repitieran problemas similares en el verano, pero que creía que “los consumidores tienen confianza en nosotros, entienden que puede haber problemas”. Ningún político ni gobernante fue interpelado por el apagón, porque el humor general es otro. Por eso en la ciudad más rica del país, Filmus recibió una tunda a manos de un rival anodino cuya oferta se redujo a ocultar los colmillos por los que el núcleo duro de su base lo votó. Ahora vuelve a mostrarlos, con el objeto de convertirse en la primera alternativa electoral creada por la derecha argentina en un siglo de democracia representativa. Pero esto no tiene una proyección inmediata y depende de cómo le vaya al gobierno local que asumirá en diciembre. Entretanto, la oferta opositora es la que ya se conoce y su mayor esperanza es llegar a una segunda vuelta para unir el agua con el aceite.
Racionalización del fracaso
Alberto Fernández tuvo un duro encuentro con el Partido Justicialista, cuyos pormenores fueron ventilados a la prensa por el heredosindicalista de los porteros, Víctor Santamaría. Ante el malhumor de su auditorio, el jefe de gabinete presentó como un éxito el haber confinado a Macri a la Capital e impedido que hiciera pie en la provincia de Buenos Aires, cuya incidencia en las presidenciales de octubre será casi cuatro veces mayor (algo menos de 10 millones de votantes contra poco más de 2,5 en la Ciudad). Es real que ésa fue la especulación de Kirchner para impulsar la candidatura de Daniel Scioli en la provincia, ante el temor a un acuerdo del ingeniero a secas con el ingeniero entre comillas. De no ser Scioli, para batir a la yunta Macri-Blumberg la candidata en la provincia debiera haber sido CFK. Esto a su vez hubiera forzado a Kirchner a postularse para la reelección, lo cual a corto plazo lo hubiera convertido en un presidente aún más débil de lo que es ahora, pese a la imagen de autoritario y hegemónico que el establishment y la Coalición Cívica Libertadora han logrado instalar, como ideología eficaz para minar su base de sustentación.
Pero este complejo razonamiento no convierte en favorable el resultado de la Capital: después de cuatro años de desarrollismo kirchneriano y con todo el apoyo presidencial en la campaña, el 39 por ciento es una cosecha escasa. Tampoco hace de Scioli una opción razonable para el kirchnerismo sino apenas una confesión implícita de fragilidad, consecuencia de la falta de una construcción política por debajo que respalde los cambios políticos, económicos, sociales e institucionales que Kirchner emprendió desde arriba. El presidente cree que si él arma el gabinete bonaerense y sus listas de legisladores nacionales y provinciales y si además controla el Banco Provincia, Scioli no será un problema. Tal vez, mientras las relaciones de fuerzas no se alteren. De lo contrario, Scioli, tan parecido a Macri pero sin su pecado original UCeDé, será el polo de reagrupamiento de esa runfla que en forma sucesiva fue cafierista, duhaldista, menemista y kirchnerista y que está siempre dispuesta para una nueva mano del juego.
La tarde del domingo
El lunes 4 de junio, terminados los festejos por haber logrado el pase de su candidato a la segunda ronda, el oficialismo supo que su interés se circunscribía a consolidar un piso con vistas a octubre. A lo largo de la última semana todos los sondeos propios y ajenos indicaban una proporción de 6 a 4. Al mediodía del domingo 24, cuando ya había votado una quinta parte del padrón, las encuestas en boca de urna lo confirmaron. Es decir que el gobierno tuvo entre una y tres semanas, o seis horas según se quiera fijar el comienzo de la cuenta, para pensar cómo encararía la tarde del domingo. Con todos estos elementos, Daniel Filmus pudo haberse presentado a las 18.01 en compañía de algún otro dirigente, para agradecer a sus partidarios, reconocer la derrota, felicitar a Macri, retirarse con celeridad y decoro y aguardar que en una hora más el chubasco informativo amainara. En cambio, recién al cerrarse los comicios los integrantes de la fórmula se reunieron con Fernández en el piso 15 del Hotel Panamericano a garabatear el machete que Filmus consultó varias veces cuando habló. Lo hizo al filo de las 20, cuando ya las transmisiones televisivas llevaban dos horas con el categórico resultado fijo en las pantallas, lo único que podía cambiar era alguna décima más o menos, y los amarillos festejaban en vivo y en directo.
La nacionalización
A Kirchner sólo le quedó decir que eran elecciones locales en las que él no había sido candidato (como otros presidentes lo hicieron antes en circunstancias parecidas) pero entonces ¿qué sentido tuvo que Filmus se presentara acompañado por todo el gabinete nacional, incluidos los ministros que no tuvieron ninguna participación en la campaña? Sólo se salvaron de esta autoderrotista nacionalización Alicia Kirchner, en Estados Unidos, y Julio De Vido, en cama con una gripe virósica de la que recién comenzó a reponerse el martes para ocuparse de sus enredos energéticos. Además hubo un contraste llamativo entre la nitidez del discurso de Macri (quien la misma noche de las elecciones no tuvo reparos en anunciar que había concluido el siglo de los derechos humanos y comenzaba el de las obligaciones y acusó al gobierno de revolver el pasado en busca de venganza) y la nebulosa del de Filmus, quien ni sabía cómo terminarlo. Además de algunos lugares comunes sobre el progresismo, que el voto popular castigó luego de una década en el gobierno local, le sobró tiempo para contradecirse y sostener que no estaba contento con la derrota pero que sí estaba contento con el resultado obtenido. Sin ninguna explicación, lo definió como el más alto de su fuerza en la Ciudad, algo insostenible y que dejó el acertijo de a qué fuerza se refería. Filmus sólo ganó si se comparan sus cifras con las que obtuvo el pavo real rotisado a la lámpara solar que hoy probará suerte en otra provincia contra un típico militante K.
A endeudarse
Cada vez con mayor claridad se muestra que el principal proyecto de Macri es endeudar la Ciudad, que está en excelentes condiciones para ello. Ese fue uno de los temas centrales de sus diálogos con Kirchner y con Telerman. Otro fue lo que llamó el traspaso de la Policía Federal. Ambos asuntos están vinculados. Durante la campaña, Macri invocó el inciso 2 del artículo 75 de la Constitución Nacional para postular que la transferencia policial se hiciera con los recursos correspondientes. Ese inciso es el que atribuye al Congreso la sanción de regímenes de coparticipación de impuestos mediante una ley convenio acordada entre la Nación y las provincias y que debe ser sancionada por la mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de ambas cámaras. La distribución de los recursos entre la Nación, las provincias y la ciudad de Buenos Aires será equitativa y solidaria para lograr “un grado equivalente de desarrollo, calidad de vida e igualdad de oportunidades en todo el territorio nacional”. Esta restricción a las aspiraciones del próximo gobierno porteño es taxativa, mientras que “la respectiva reasignación de recursos, aprobada por ley del Congreso” es una fórmula que navega en la más ambigua indefinición. Esa redacción constitucional no fue inocente y estuvo concebida como un freno a la Capital, cuya autonomía fue votada en el artículo 129 de la misma reforma. No es difícil entender que la gran mayoría de las provincias (ya sean gobernadas por radicales como el chaqueño Angel Rozas; provinciales como el neuquino Jorge Sobisch; republicanos progresistas como la fueguina Fabiana Ríos; peronistas de cualquier tendencia) no estará dispuesta a ceder recursos a la próspera Capital Federal, la gobiernen Fernando de la Rúa, Ibarra, Telerman o Macri. La ley de coparticipación debía dictarse en 1996, es decir que lleva once años de mora, porque la negociación no ha permitido llegar a un acuerdo.
La Capital podría financiar el traspaso o la creación de una nueva fuerza con recursos propios pero Macri ya desautorizó a su futuro ministro económico Néstor Grindetti, a quien obligó a rectificar un anuncio previo sobre un posible aumento de gravámenes. El postergado revalúo de la propiedad inmobiliaria no sólo incrementaría la recaudación. Además tendría un efecto redistributivo ya que con las valuaciones actuales los sectores de la clase media baja pagan en proporción mucho más que Macri y sus vecinos, Mariano Grondona, Carlitos Bianchi y el fanático de las armas Gabriel Novaro. En Barrio Parque, donde ellos viven, la valuación fiscal está entre el 10 y el 15 por ciento del precio de mercado. En cambio en los barrios empobrecidos más próximos a la provincia de Buenos Aires, ha quedado un 30 por ciento por encima del valor venal. Telerman ya intentó hipotecar la Ciudad en el presupuesto que mandó el año pasado a la Legislatura y que debió modificar porque no se lo aprobaron. Ahora le toca a Macri.
Botones
La denominada ley Cafiero fue sancionada en 1995. Su artículo 7 mantiene a la Policía Federal a las órdenes del Poder Ejecutivo Nacional y prohíbe a la Ciudad Autónoma crear organismos de seguridad propios sin autorización del Congreso de la Nación. Se advierte que su derogación antes del 15 de agosto, como prometió Kirchner, no implica ni el traspaso de la PF ni la creación de un cuerpo nuevo. Sin demasiadas precisiones, Macri ha hablado del traspaso a la Ciudad de la Superintendencia de Seguridad Metropolitana, sus 53 comisarías y la policía de tránsito o comunitaria, para lo que reclama un presupuesto de 900 millones de pesos anuales. La Superintendencia de Seguridad Metropolitana además de las 53 comisarías tiene una dirección de Operaciones y otra de Orden Urbano cuyo carácter federal es indiscutible. Operaciones incluye departamentos de Apoyo Judicial y Protección Social (por ejemplo las custodias de los funcionarios de los tres poderes federales), el Cuerpo Federal de Aviación y la Dirección de Orden Público, de la que a su vez dependen las divisiones de Planificación de Servicios y Reuniones Públicas y el Comando Radioeléctrico. La Dirección de Orden Urbano y Federal comprende los Cuerpos especiales Guardia de Infantería y Policía Montada, las divisiones de perros y del Grupo Especial de Operaciones Federales (GEOF) y la sección Grupo de Operaciones Motorizadas (GOM). Estas estructuras prestan servicios en todo el país, por lo que su traspaso a la Ciudad está fuera de consideración. Macri dijo que le preocupa el combate contra el narcotráfico, pero no explicó cómo piensa encarar ese delito federal, ya que tampoco las superintendencias de Drogas Peligrosas, Delitos Federales Complejos y Policía Científica entran en el diálogo del traspaso, lo mismo que las superintendencias de Administración, de Asuntos Internos y de Bienestar. Es decir que Macri deberá crear nuevas estructuras de conducción superior (unas 40 personas de alto nivel), un Comando Operacional (de 300 a 400), un sistema administrativo (unas 1000 personas) que se encargue de los expedientes, la liquidación de sueldos, la planificación y ejecución presupuestaria, la administración económica, financiera, patrimonial y contable, la gestión de recursos humanos, la asistencia jurídica y las Relaciones Institucionales. Otros 200 o 300 deberán contratarse para los Institutos de Formación y Capacitación. El soporte comunicacional digitalizado que usa la Policía Federal es nuevo y cubre todo el país. No es posible dividirlo, por lo que la Ciudad deberá crear uno propio. Por último, Macri también anunció que se propone aumentar del 9 al 20 por ciento el presupuesto de seguridad en cuatro años, mejorar la infraestructura existente, equiparar los salarios con los de la justicia y dar libertad a cada funcionario de pasar o no a la policía metropolitana, lo cual implica indemnizaciones para los que se nieguen si la Federal no puede absorber a vigilantes de comisaría en organismos especializados. La puesta en funcionamiento de todas estas instancias insumirá mucho más de los 900 millones que Macri calculó a vuelo de pájaro. Como ya se ha visto, la Constitución Nacional sólo obligaría a una reasignación de recursos que el texto no cuantifica y que provincias mucho más pobres no estarán dispuestas a ceder, invocando la cláusula sobre la calidad de vida y la igualdad de oportunidades. No es indiferente para la calidad de vida de los porteños cómo se financie esta PROmesa electoral y el ávido plan de construcción de obras que el constructor Macri quiere poner en práctica. Si es por la vía impositiva, lo pagarán los sectores de altos ingresos de Buenos Aires. Por la vía del endeudamiento, en cambio, la carga caerá, una vez más, sobre los más pobres, que pagarán la factura. Esto no tiene nada que ver con ideología, sólo con negocios, ya no con el Estado sino desde el Estado.
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