EL PAíS
El conflicto entre Solá y Duhalde recalienta una provincia caliente
Aunque Duhalde ordenó bajar los decibeles en la crítica a Solá, seguidores del gobernador tienen dudas de que el conflicto esté congelado. Los más duros amenazan con desempolvar viejas historias, o al menos tenerlas a mano para cuando la pelea sorda vuelva a ser guerra abierta.
› Por Martín Piqué
“Hay que respaldarlo a Felipe, hay que pacificar, el horno no está para bollos”, aconsejó el diputado José María Díaz Bancalari citando al Presidente. La sugerencia volcada ante el PJ bonaerense no alcanzó para mucho. En La Plata, los hombres de confianza de Felipe Solá masticaban bronca por las dichos de Osvaldo Mércuri, que había propuesto crear en la Legislatura bonaerense una “comisión de investigación bicameral” del asesinato de Diego Peralta. Uno de ellos retrató la situación a Página/12: “La guerra ya no es más subterránea. En cualquier momento Felipe se va a pintar la cara. Y vamos a empezar a darles manija a algunas cosas”, dijo en un tono que sonó a amenaza.
La frase resumía el clima que se vivía ayer a la tarde entre los allegados a Solá. Unos criticaban al canciller Carlos Ruckauf, el ministro de Justicia Juan José Alvarez y el secretario general de la Presidencia Aníbal Fernández. Ruckauf fue canciller huyendo de la gobernación, Fernández fue intendente de Quilmes y Alvarez de Hurlingham, época en que conoció justamente al actual jefe de la Bonaerense, el comisario general Alberto Sobrado.
Otros allegados al gobernador, en tanto, ya sabían que la última orden de Duhalde había sido “bajar los decibeles”. “Se dieron cuenta que podían ganar la batalla, pero al extremo de perder la provincia”, resumió un dirigente que respalda a Solá.
La orden de Duhalde no alcanzó para convencer a Solá. Sus colaboradores recordaron que Duhalde, en público, siempre lo respaldó, pero que en las reuniones con los intendentes fomentó o dejó pasar los ataques al mandatario bonaerense. “Hablan de pacto de gobernabilidad y después piden la palabra para pegarle a Felipe. Así pasó el otro lunes en Olivos, con la primera sección electoral. Y también en la quinta Los Caudillos”, se quejó, en diálogo con este diario, uno de los hombres de confianza de Solá.
Cierta o no, cumplida o no, la decisión de bajar el tono salió de la reunión del Consejo del PJ bonaerense, en Avenida de Mayo al 800. Allí, el martes, faltaban pocos rostros del duhaldismo de paladar negro, pero unos cuantos intendentes, los que aspiran a mantenerse distantes en la pelea de fondo, habían pegado el faltazo. Los intendentes que siguen alineados con Duhalde no podían disimular el enojo por las declaraciones del segundo de Juan Pablo Cafiero, el viceministro Marcelo Saín. Y aprovecharon la reunión para hacer catarsis. “Yo no me voy a callar, no voy a parar, voy a seguir hasta el final”, desafió entonces Osvaldo Mércuri, titular de la Cámara de Diputados y enfervorizado opositor a Solá.
A esa altura de los acontecimientos, Mércuri ya había ordenado confeccionar una carta documento para que Saín ratificara o rectificara sus dichos. Pero seguía muy irritado, como si las críticas del funcionario estuvieran dirigidas a él. Tanto, que sus propios compañeros le pidieron calma. Y hasta el propio Duhalde hizo llegar sus órdenes: sugirió, a través de Díaz Bancalari, que se bajara el tono de las críticas a Solá.
Incrédulos ante la supuesta tregua decretada por Duhalde, los alfiles de Solá se preparan para dar una respuesta. Si no hay tregua, o hay y la tregua se rompe, esa respuesta podría consistir en la difusión pública de algunos hechos de corrupción que se habrían cometido durante la gestión de Carlos Ruckauf. Y también en los dos períodos de Duhalde como gobernador. “Tenemos el Banco Provincia”, explicó a este diario uno de los dirigentes alineados con Solá, y de esa forma insinuó de dónde saldrían las denuncias. Esa posibilidad será discutida hoy a la noche, en una reunión en la sede del banco, donde se encontrarán los principales operadores de Solá sin la presencia de su jefe. Estarán Federico Scarabino, Luis Genoud, Gerardo Amieyro, Mariano West, Alberto Balestrini y el vice Hugo Corbata.
Los representantes del “duhaldismo puro”, entretanto, minimizan la pelea entre Duhalde y Solá. Advertidos por su jefe, concentran todo su poder de fuego en el sociólogo Saín, a quien le reprochan “falta deresponsabilidad” por denunciar “sin dar pruebas”, y evitan las críticas a Juampi Cafiero. “El gobernador tendrá que resolver qué es lo que conviene a su política”, aseguró ayer a Página/12 un diputado ligado a Duhalde, en relación con la suerte del ministro de Seguridad. En la misma línea, a la hora de explicar la escalada de violencia de los últimos días, los intendentes duhaldistas buscan que las sospechas caigan sobre los servicios de inteligencia, y en menor medida, sobre el menemismo. “¿A quién lo beneficia la hecatombe? A Menem, que además lo tiene a Patti.”
En la reunión del Consejo del PJ del martes compartieron esa línea Hugo Curto (Tres de Febrero), Mabel Müller, Baldomero “Cacho” Alvarez, Julián Domínguez, Jesús Blanco, Julio Pereyra (Florencio Varela), además de Díaz Bancalari y Mércuri. Y también Oscar Rodríguez, el segundo de la SIDE. Todos ellos estuvieron en el encuentro partidario y luego se corrieron al restaurante Puro Humo, de Daniel Lalín, donde se escucharon críticas muy duras para el segundo de Cafiero. Y también hubo cuestionamientos para Solá, aunque algunos trataron de calmar a los más fervorosos, como Mércuri: “¿No es demasiada la calentura que estás teniendo?”, le preguntaron al titular de la cámara de Diputados y jefe de la “Diputadora”, como llaman al bloque del PJ.
La advertencia tiene su explicación. Algunos intendentes sospechan que Mércuri, quien está en la línea de sucesión ante una eventual renuncia de Solá, quiere profundizar las diferencias entre el gobernador y el Presidente. Y por eso tratan de contemporizar entre los dos contendientes de la nueva pelea del peronismo. Al final, en la reunión del PJ bonaerense se decidió apoyar la carta documento dirigida a Saín, publicada ayer. Y acordaron no hacer declaraciones a la prensa para no recalentar la interna. Al menos públicamente, porque por lo bajo la guerra sigue.
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