Dom 26.08.2007

EL PAíS

La del ABL es una vieja discusión junto a la del valor de la tierra

El aumento del impuesto sólo afectará el valor de los terrenos urbanos, no el de los edificios que los ocupan.

› Por Fernando Krakowiak

Más allá de las motivaciones políticas, la revaluación fiscal anunciada por el jefe de Gobierno, Jorge Telerman, estaba en discusión desde hace varios años. El aumento anunciado es progresivo porque supone un incremento porcentual del ABL mayor en los barrios mejor cotizados de la ciudad, pero no alcanza a revertir la fuerte regresividad existente. Por ejemplo, según datos de un informe oficial elaborado en 2004 por el propio gobierno de la Ciudad, en La Boca el valor fiscal promedio de la tierra por metro cuadrado es de 15,5 pesos y el valor de mercado es de 440 pesos (28 veces más), mientras que en Núñez el valor fiscal es de 17,9 pesos y el de mercado, de 2320 pesos (129 veces más). Pero ahora sólo se introducen modificaciones en el componente del ABL referido al valor fiscal de la tierra, no en el valor fiscal de los inmuebles. Por lo tanto, una vivienda suntuosa y una humilde ubicadas en el mismo barrio terminarán pagando el mismo incremento porcentual.

La última vez que se realizó un estudio del sector inmobiliario para establecer la valuación fiscal de las propiedades con relación al precio de mercado fue en 1977, hace exactamente 30 años. Los especialistas coinciden en señalar que técnicamente el análisis estuvo bien hecho, pero desde entonces algunos barrios incrementaron su cotización inmobiliaria de manera espectacular y otros se degradaron en términos relativos sin que esos cambios hayan sido incorporados en las sucesivas leyes tarifarias que se aprueban año tras año.

Lo único que se hizo en algunas ocasiones (la última fue en 1993) fue incrementar de manera porcentual y general la valuación fiscal, pero sin revisar la relación existente en cada zona con los precios de mercado. Esta situación provocó que las propiedades ubicadas en los barrios que más se cotizaron con relación al resto de la ciudad pagaran cada vez menos de Alumbrado, Barrido y Limpieza (ABL) en términos relativos.

Los cambios anunciados volverán al impuesto más progresivo si se toma en cuenta a las zonas como un todo homogéneo, aunque sin llegar a revertir la fuerte inequidad existente entre las mismas. El otro problema es que las zonas no son homogéneas. En Barracas, por ejemplo, hay propiedades de bajo valor y algunas muy caras. Para dar cuenta de esa diferencia, la modificación debería avanzar sobre la valuación fiscal de los inmuebles, pero según lo que trascendió hasta ahora en ese componente no se introducirán cambios, porque para ello se necesitaría la intervención de la Legislatura. Telerman podría realizar esas modificaciones con los votos del macrismo, pero el futuro jefe de Gobierno pareciera no estar dispuesto a pagar el costo político que supone esa decisión.

El ex director de Rentas, Alejandro Otero, señaló ayer a Página/12 que era necesario implementar una reforma, pero aseguró que el estudio que ordenó cuando estaba en la gestión, y que el oficialismo cita ahora para justificar la reforma, recomendaba lo opuesto a lo que se está haciendo. “Nuestra propuesta era llevar adelante una valuación fiscal integral tomando como referencia el precio de mercado y dejando en manos del legislador el tope que se le debería fijar a esa valuación. Modificar sólo el valor fiscal de la tierra no resuelve el problema y además es una decisión controversial desde el punto de vista técnico porque no hay suficientes valores de referencia de la tierra en la Ciudad y puede dar lugar a reclamos judiciales”, aseguró.

El economista Claudio Lozano también criticó los cambios porque “al ajustar sólo el valor del suelo por zonas se continúa expulsando a los sectores medios y pobres de los barrios más acomodados”. Además, agregó que no se busca recaudar más para fortalecer las inversiones sino para reducir el déficit generado durante la campaña electoral. Otro de los puntos que genera cuestionamientos es no implementar los aumentos de manera gradual, pues el atraso del valor fiscal que registran las propiedades es muy alto y el impacto se hará sentir en el bolsillo de los contribuyentes, sobre todo de aquellos de menor poder adquisitivo que tienen la “desdicha” de vivir en las zonas menos degradadas de la ciudad.

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