Al cierre de esta edición, el Directorio del Banco Central aprobaba el desguace del Scotiabank Quilmes. Las 91 sucursales que estaban manejadas por los canadienses estaban a punto de pasar a manos de dos grupos locales: el Comafi y el Macro Bansud. Mientras el primero se queda con 53 filiales, incluida la casa central en plena city porteña, el Macro Bansud se apropia de 38. Estas sucursales estarán cerradas hoy y recién abrirán dentro de una semana a diez días. Cuando lo hagan, funcionarán bajo el nombre de los bancos adquirentes ya que la marca Scotiabank Quilmes desapareció. El principal escollo para rubricar el acuerdo era el dinero que pondrán el Comafi y el Macro Bansud para quedarse con el ex Scotiabank. Mientras las entidades financieras querían aportar apenas 20 millones de pesos en total, el Gobierno y el Banco Central reclamaban que los banqueros dupliquen la apuesta. A última hora, el Macro Bansud levantó su parte de la oferta a 20 millones.
Con la urgencia por el vencimiento de los plazos legales –el Scotia se encuentra suspendido desde mediados de abril–, banqueros y funcionarios debieron reunirse en un feriado y a una hora inusual: las 10 de la noche. El punto más conflictivo para ellos era el aporte de fondos frescos que concretarán los nuevos dueños del ex Scotiabank Quilmes. En cambio, altas fuentes del Gobierno dijeron a este diario que ya existiría un acuerdo con el gremio bancario para que de las 1750 personas que trabajaban en la entidad manejada por los canadienses, ahora queden sólo 1200. “Quienes queden afuera cobrarán indemnización doble”, comentó un funcionario. En principio, el Macro Bansud absorberá 420 personas y el Comafi, a otras 780. Los 1200 empleados que queden serán vueltos a emplear, con lo cual perderán su antigüedad, entre otros beneficios.
A partir del acuerdo, los nuevos dueños se harán cargo de los 456 millones de pesos de depósitos que cuenta el ex Scotiabank: 196 millones corresponden a cuentas a la vista y 260 millones a depósitos reprogramados.
Por otra parte, el Comafi y el Macro Bansud percibirán 190 millones de pesos por parte de Sedesa (Sociedad de Seguros de Depósitos), una entidad privada que se nutre de los aportes mensuales de los bancos, equivalentes al 3 por mil de los depósitos. En la actualidad cuenta con 245 millones de dólares que están depositados en el extranjero. Además, los compradores recibirán otros 50 millones del Fondo Fiduciario de Capitalización Bancaria, administrado por el Banco Nación y Economía.
Estos datos son importantes porque deberán contrastarse con el aporte de dinero fresco que hagan tanto el Comafi como el Macro Bansud. Los préstamos que reciban, por un total de 240 millones de pesos, tendrán que devolverlos a diez años de plazo a un costo equivalente a la tasa de interés que rinden las cajas de ahorro. Si este flujo de dinero, sumado a los 10 millones de pesos mensuales de costos fijos de las 91 sucursales del ex Scotiabank, resulta inferior a lo que los compradores cobren en concepto de comisiones, por ejemplo, habrán hecho un negocio redondo. Precisamente, la ecuación de los banqueros terminará cerrando si el aporte de fondos frescos es muy inferior a los 80 millones que les pidió el Gobierno. La única variable incontrolable para el Comafi y el Macro Bansud tiene que ver con la fuga de depósitos. Si la huida es importante, el negocio correrá peligro.
La otra pata del negocio se relaciona con la posición estratégica que asumen los bancos. El Comafi, que hasta el momento cuenta con apenas una sola filial, gana una red de sucursales en Capital y el Gran Buenos Aires. El Macro Bansud, por su parte, gana en presencia en los distritos del interior del país.
El balance inicial de la operación deja también a la vista una tendencia distinta en el sistema financiero. Después de una década de extranjerización de la banca, con la salida del Nova Scotia parecedespuntar el camino inverso. Los grupos locales empiezan a recuperar el protagonismo perdido durante la década menemista.