EL PAíS › PASADA LA UNA DE LA MAÑANA, CAPITANICH GANABA POR MEDIO PUNTO A ROZAS
Lejos del tranquilo triunfo radical previsto, en un virtual empate técnico los candidatos peleaban voto a voto. Escrutado el 90 por ciento, Capitanich sumaba el 47 por ciento de los votos y al cierre de esta edición se proclamaba nuevo gobernador.
› Por Alejandra Dandan
desde Resistencia
Aquello de que Buenos Aires está demasiado lejos o demasiado cerca de estos lugares podría explicar los resultados del Chaco. Lo que a la tarde parecía un triunfo imbatible de los radicales se transformó a la noche en un impresionante escrutinio voto a voto que cambió todas las tendencias. De un lado quedó arrinconado Angel Rozas como dueño del sello de un radicalismo puro que le peleó al peronismo, alejado de las corrientes de correligionarios kirchneristas. Y en el otro extremo quedó Jorge Capitanich que revirtió en las últimas semanas la diferencia de 20 puntos que lo separaba de los radicales y llegó con una alianza formada por un abanico de fuerzas de izquierda a derecha que se unieron en contra del rozismo. Pasada la medianoche de ayer, escrutadas casi el 80 por ciento de las mesas, iban 47,1 a 46,5, a favor de Capitanich, y todavía nadie aceptaba la derrota. El corte de boleta en la capital parecía haber favorecido al candidato peronista: el radicalismo lograba retener la intendencia de Resistencia, pero ahí mismo Rozas reunía 4 puntos menos que la candidata local. Las de ayer fueron las últimas elecciones provinciales antes de octubre, el último test con componentes poderosamente locales.
El barómetro de los resultados oficiales del escrutinio se mantuvo irresistiblemente fluctuante desde las 18, con números sudorosos que alternaban las tendencias de los dos principales candidatos. Mientras una y otra vez el fantasma de los cómputos de Córdoba volvían a poner todo bajo un manto de sospecha en la calle, donde nadie sabía si salir a festejar, ora ganaba Capitanich, ora ganaba Angel Rozas.
Los dos candidatos principales salieron a adjudicarse el triunfo con sendas conferencias de prensa. Angel Rozas convocó a dos consultoras que dieron sus impresiones en la Casa de Gobierno, entre ellas hubo una local y una de alcance nacional como la de Enrique Zuleta Puceiro cuyos resultados dejaron a Rozas a increíbles 10 puntos de ventaja. La estrategia de Capitanich fue distinta. En 2003 peleó y perdió la gobernación por un punto con Roy Nikisch, el radical que había sido vicegobernador de Rozas. El día de las elecciones, Capitanich se apuró a darse por ganador, por eso esta vez esperó. A las 21 dio una conferencia de prensa para anunciar que a la medianoche comenzaría con la fiesta.
Esta vez Capitanich apostó todo por el todo. Era la cuarta vez que peleaba con los radicales, la primera fue en 1999 en un cuerpo a cuerpo con Angel Rozas en el que terminó con una derrota, 30 puntos abajo (ver aparte). Ahora las cosas iban a ser distintas. Llegó a Chaco con tiempo, en marzo, para ponerse a hacer una campaña completamente local a la que logró ir sumando a un potente abanico de fuerzas de derecha a izquierda que se aglomeraron para ganarle al caudillo. Entre esas fuerzas hubo alianzas con Recrear, con dirigentes de las Ligas Agrarias. En total fueron siete boletas de partidos distintos que se colgaron del candidato y le pelearon a una sola lista radical.
En esa alianza hay que buscar algunas de las explicaciones de este cuerpo a cuerpo. Pero también en las debilidades que acumuló el radicalismo, que mantiene el gobierno con el mismo signo político desde 1995, y en los tropiezos del propio Angel Rozas, blanco de denuncias de todo tipo y responsable de las pesadillas que están viviendo las comunidades aborígenes con las expropiaciones de las tierras en el norte.
Fuera de eso, la presencia de lo nacional parece opacada. Capitanich, que ganó visibilidad nacional en el gabinete de emergencia de Eduardo Duhalde en 2001, jugó fuerte dentro del kirchnerismo en el Senado. En los últimos meses o años, sin embargo, el kirchnerismo no hizo demasiado para mostrar que lo acompañaba y él mismo ayer a la noche decía que hasta aquí había llegado con un apoyo de la Nación de última hora. Si lo nacional jugó o no jugó detrás de su voto es aún un interrogante.
¿Por qué logró Capitanich tantos votos sorpresa? Noelia Pezzano es una ama de casa que estaba detenida en las puertas de una escuela del barrio Güiraldes, al mediodía. Recién había votado y estaba en compañía de Oscar Benítez, un maestro de una de las escuelas de Barranqueras, las afueras del cordón urbano. Sus edades eran de 26 y 37 años. Y ambos habían votado a Capitanich. “Porque estamos cansados de esto”, le dijo el maestro a Página/12. “Queremos el cambio porque la provincia no soluciona los problemas estructurales que está teniendo.” En su colegio los maestros estuvieron 40 días de paro porque no tenían agua y el sistema de electricidad estaba colapsado. Los padres tomaron la escuela, los maestros se sumaron y las autoridades terminaron poniendo parches porque, dice él, con “dádivas están tapando la necesidad”. Esa especie de apelación a los parches continuos es lo que disparó la creencia en la alternativa, y en el reingreso de un peronismo errático que pidió una “oportunidad” en su campaña para hacer las cosas distintas.
Pero la ansiedad de la noche se intuía en los boca a boca del día cuando el compás de espera se hizo poco a poco más y más irresistible. Desde la mañana cada quien masculló todo tipo de hipótesis para sumar antecedentes que a sus criterios ya adelantaban posibles resultados a favor de uno y otro. Tal vez por eso, uno de los voceros del peronismo estaba tranquilo. Echado sobre una mesa de café durante la tarde se acordaba de los días del final de la campaña y de los momentos en los que el invencible de Angel Rozas había dado alguna muestra de los números de la derrota. Entre otras escenas, saltaron las imágenes del cierre de campaña en las que después de su recorrido con la caravana radical abandonó a su gente sin pronunciar, insólitamente, el discurso del final.
En ese sentido, durante el día se dijo una y otra vez que los radicales estaban desesperados esta vez. Que por eso habían apelado a los métodos del clientelismo peronista como el reparto de camiones o hasta a la falsificación de las boletas. Eso que atraviesa a las elecciones como leyendas urbanas, corrieron aquí como denuncias reales durante el día.
A las 14, Estela González estaba metida en un cuarto oscuro de una de las escuelas públicas del Güiraldes, en las barriadas pobres de Resistencia. Ella era fiscal general de ese EGB 17. Con ella, otras siete mujeres controlaban el aula de una de las mesas. Cada cinco votos estaban adentro porque alguien les cambiaba una y otra vez las boletas de Capitanich por unas falsas. A esa hora, Estela se había dado cuenta de lo que sucedía: entre las fiscales del PJ se le había colado una falsa, un agente de la contrainteligencia que les ponía boletas que no servían de Capitanich como candidato a senador. De película o no, el caso de las boletas falsas terminó en una denuncia judicial y en un allanamiento luego de una denuncia oficial del PJ contra la imprenta Grafic Center, una de las proveedoras más importantes del gobierno radical. En el allanamiento saltaron los restos de las boletas falsas del peronismo.
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