EL PAíS › UN EX SARGENTO LE PIDIO A KIRCHNER QUE LE DEVOLVIERA EL GRADO
Al enterarse de que Defensa permitió el casamiento entre militares de distinto rango, Néstor La Veglia vio la oportunidad de que se reviera su caso: fue dado de baja por convivir con la ex esposa de un oficial.
› Por Irina Hauser
Néstor La Veglia acababa de volver de una misión de seis meses en Croacia. Era sargento del Ejército y había viajado como casco azul. “Usted tiene que deshacer esa situación, la sociedad militar no lo ve bien”, fue la bienvenida que le dio su jefe del Regimiento 8 de Comodoro Rivadavia aquel octubre de 1993. “Esa situación” era que se había enamorado de María Inés, la ex mujer de un mayor retirado. El romance continuó y la pareja comenzó a vivir una historia cinematográfica que incluyó –según contó el ex sargento– 45 días de arresto para él, la quita de la mitad de su sueldo, sanciones, amenazas a ambos, mensajes siniestros por debajo de la puerta, intentos de secuestro a ella y tres incendios a su verdulería. A La Veglia le dieron de baja, pero asegura que la persecución siguió y terminó exiliado en España. Desde allí le envió una carta al presidente Néstor Kirchner en la que pide que le devuelva el “honor como soldado”.
“Soy veterano de Malvinas, estuve en Croacia, soy un profesional que hizo una carrera brillante. No cometí ningún delito: sólo el de enamorarme. Pero no tuve la oportunidad que tuvieron los violadores (de derechos humanos) y asesinos de defenderme ante nadie. Al menos merezco que me devuelvan el grado”, le dijo La Veglia a Página/12, desde su casa en Asturias. Explicó que se sintió movido a escribirle a Kirchner al enterarse de que el Ministerio de Defensa había derogado normas arcaicas como las que impedían el matrimonio entre militares de distinto rango.
Lo suyo ni siquiera era un flechazo de Cupido entre militares: su compañera, María Inés Mullhall, era “una civil” que atendía un almacén en Comodoro Rivadavia. Sólo que se había separado del mayor retirado del Ejército Marcos Patterson. El amorío –ya concubinato– trascendió en Croacia, cuando la mujer fue a visitar a La Veglia, en plena misión. “A la vuelta tuve una suspensión como suboficial, 45 días de arresto supuestamente por hacer mal un documento y me quitaron el cincuenta por ciento del sueldo”, relató el ex militar. “Como dije que no iba a romper la relación, de castigo me mandaron a La Rioja”, señaló. Allí, en febrero de 1994, pidió su pase a disponibilidad por el hostigamiento.
Mientras su solicitud recorría el laberinto burocrático, volvió al Sur. Pero la pesadilla –dijo– fue en aumento. “Todos los días me iban a buscar con el camión del Ejército para mandarme a La Rioja. A mi señora la seguían con autos Falcon y la amenazaban. Denunciamos un intento de secuestro, que el juzgado federal se negó a investigar. Luego ella tuvo tres incendios provocados en su verdulería. Por debajo de la puerta nos tiraban mensajes con letras recortadas de los diarios. ‘Puta de mierda’, decía uno”, describió. “Y como nuestro primer hijo nació con síndrome de Down a María Inés llegaron a decirle que era un castigo por haber formado pareja conmigo”, agregó, acongojado.
El Ejército rechazó su pedido de disponibilidad. Reclamó con un amparo, que también fue rechazado. El juez militar de Tucumán que llevaba su caso le dijo, según contó: “La Veglia, yo a usted tengo que defenestrarlo por estar con la esposa de un mayor del Ejército y por haber recurrido a la prensa”. Entretanto le iniciaron un expediente militar, pero nunca lo notificaron. Lo condenaron por rebeldía, por no asistir, y le dieron la baja en septiembre de 1994 y se la volvieron a dar –algo inédito– un año después. Ambas las firmó el ex jefe del Ejército Martín Balza, a quien denunció ante la Justicia federal por discriminación y violación de sus deberes, pero fue sobreseído.
En 1996, la pareja se fue a instalar a San Luis, donde vivían los padres de María Inés. “Pues ahí nos volvieron a amenazar a todos, incluidos mis suegros. Y no sólo eso. En 2002, mientras hacía un trámite en la policía me dejaron detenido. Después dijeron que había sido una equivocación”, detalló a este diario. Al poco tiempo decidieron irse lo más lejos posible y terminaron en España. Allí, a sus 48 años (tres menos que su esposa) La Veglia trabaja en una empresa de energía solar.
En la carta que le mandó a Kirchner, La Veglia atribuye lo que vivió a “un grupo de oficiales encabezados por el entonces general de brigada (Eduardo Rodolfo) Cabanillas”, detenido el año pasado por el juez Daniel Rafecas en la causa sobre los crímenes cometidos el centro clandestino Automotores Orletti durante la dictadura. Cabanillas era en los noventa jefe de la brigada de la que dependía La Veglia, quien le atribuye “vinculación con el ex esposo de mi mujer”.
Ninguna norma escrita, en rigor, le impedía al ex militar juntarse o casarse con la ex esposa de un mayor retirado. Según Eduardo Barcesat, abogado de La Veglia, “era un código secreto, de tradición, de esos que no se escriben pero se hacen respetar a muerte”. “La Veglia tenía diez puntos en todas sus certificaciones y –un detalle– cuando estuvo en Croacia fue uno de los que vio los cañones argentinos de la famosa venta ilegal de armas”, dijo, aunque nunca lo denunció ni declaró en la causa.
El ex sargento dijo que confía “en que el Presidente reparará este gran daño que me hizo un grupo de militares trasnochados”.
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