EL PAíS › ROBERTO LAVAGNA, ENTRE EL PARTIDO Y LOS FISCALES
› Por Eduardo Tagliaferro
“Vamos Lavagna”, fue la primera cosa que escuchó no bien piso la vereda de la calle Udaondo, luego de franquear el portón del Tiro Federal donde había estacionado su automóvil. Con campera beige, buzo azul y jeans, Roberto Lavagna se aprestaba para ver a la selección argentina. Llegaba desde Escobar, donde había participado de una movida de campaña. En el Hospital zonal de Agudos Enrique Erill, había presentado su plan de salud. Lo esperaba una hora y media de fútbol y el saludo y reconocimiento de no pocos hinchas argentinos.
No había comenzado a dirigirse hacia el Monumental cuando desde una camioneta que se aprestaba a estacionar en el mismo predio en el que había dejado su auto, lo saludó el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli. Fue un saludo a la distancia. Después de haber sorteado varias vallas y controles, cuando ingresaba al hall central del estadio, el hombre de seguridad que le recibe los tickets de entrada le advierte: “Cuidado que acaba de entrar Scioli”. El guiño no terminó ahí. A las puertas del ascensor que lo llevaría hasta el palco 21, el control le pregunta algo al oído. Luego de que el ex ministro asintiera con su cabeza, se escucha que le dice: “Entonces como buen hincha de Independiente que soy, lo voy a votar”. “Me parece que los hinchas del rojo están saliendo debajo de la alfombra. Somos más de lo que parecíamos”, dice sonriente Lavagna, contento por la campaña de su equipo. “No saben si Pablo Aimar está en el banco”, pregunta irónicamente uno de sus acompañantes en el palco, que mostraba su molestia por la exasperante lentitud de Juan Román Riquelme. Luego del primer gol del Riquelme, Lavagna se da vuelta y busca al hincha de River, que apenas puede decir: “me sacaron de contexto”. “Ya podés ingresar a la política”, le responde el candidato. Vendrán los goles, el grito moderado que produce un equipo que a pesar de la superioridad no logra transmitir un gran fuego.
De los palcos vecinos no vienen saludos, ni ningún tipo de manifestaciones. El público vip está enfrascado en el espectáculo. El intervalo servirá para que el candidato repita que, a diferencia de Elisa Carrió, él tiene una estructura nacional de fiscales. Recurrentemente se encuentra respondiendo por la capacidad de su fuerza para fiscalizar la elección. “Por suerte lo tenemos a Eduardo Camaño”, responde cuando tiene que hablar del tema. El entretiempo trae los spots de la campaña de Alberto Rodríguez Saá. “Ahí hay mucha plata”, es el único comentario que se escucha en el palco. El partido se apaga sin sorpresas.
En la calle un grupo de personas de 35 años le pide fotos. Unos jóvenes repiten el pedido con un celular en la mano. “Yo lo voto Lavagna”, le dice un fan del rojo. La casualidad no lo cruzó ni con Scioli ni con el ministro Daniel Filmus ni con Carlos Tomada, que estaban cerca. El domingo será una jornada de descanso y el lunes vuelve a la campaña. Córdoba y Rosario serán sus próximas salidas del área metropolitana.
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