EL PAíS
“El termómetro lo marcan las luchas sociales, no el partido”
El diputado boliviano y líder cocalero Evo Morales se sorprendió con su popularidad en Buenos Aires. “Me ha sorprendido la solidaridad”, dijo y explicó su modelo de lucha.
› Por Eduardo Tagliaferro
Hasta sus acompañantes están sorprendidos por la atracción que produce su presencia en el Foro Social Mundial en Argentina. “¿Es Evo Morales?” Pregunta extasiada una paqueta señora que acierta a pasar por el hotel en el que el diputado boliviano de los cocaleros recibe a Página/12. A pesar de su hablar tranquilo, se percibe la fuerza con la que está dispuesto a enfrentar la “revancha de la embajada norteamericana”, que se involucró frontalmente en su contra durante la última campaña proselitista en la que estuvo cerca de ganar las elecciones. La misma firmeza que utiliza para hablar de la “embajada” la utiliza cuando se refiere al ALCA, al que no duda en calificar de “un proyecto colonial”.
–¿Sorprendido por las simpatías que despierta su presencia en el Foro?
–Sí. Me ha sorprendido la solidaridad de los compañeros argentinos y también la de los hermanos bolivianos. Los problemas de Latinoamérica son uno solo: las transnacionales imponiendo un sistema para arrebatar nuestros recursos, nuestras empresas, y esas políticas de concentración de la riqueza en pocas manos. Algo que en el tema de la tierra se da mediante la reconcentración de muchas tierras en pocas manos. Esto nos obliga, con mucha espontaneidad y con muchos principios, a unirnos, a organizarnos contra un modelo y contra un sistema.
–¿Cómo se da en Bolivia el ALCA como proyecto colonial?
–Hay dos instrumentos que el imperio privilegiará: el tema del ALCA y el de la lucha contra el narcotráfico. Esos son instrumentos de la recolonización de nuestros países. Ahí viene justamente la resistencia de una manera globalizada contra las políticas de globalización.
–Usted dijo que privilegia los movimientos sociales sobre la lucha partidaria. ¿Cómo se hace para que las estrategias no sean contradictorias y permitan construir un poder que ponga fin a la hegemonía neoliberal?
–El termómetro lo marcan las luchas sociales, las organizaciones sociales y sindicales y no tanto el partido, que tiene que ser un instrumento. El movimiento político debe ser una herramienta de las organizaciones sociales. No hay por qué traer nuevas estructuras, porque las de las organizaciones sociales están en cada país, se llamen piqueteros, se llamen sindicatos, se llamen comités cívicos, se llamen juntas vecinales, se llamen CODE o CUT, pues están ahí. Lo que falta es que esto se convierta en la base social de un instrumento político al servicio de la equidad y la liberación.
–¿Los movimientos sociales no presentan un espectro muy amplio que a la hora de definir estrategias se contradigan con una política transformadora?
–En nuestra cultura, ser autoridad es servir al pueblo, y no como la clase política occidental que aparece convertida en una ciencia de corrupción, de enriquecimiento ilícito. Esta es una confrontación cultural, ideológica, son dos principios enfrentados. La próxima semana estaremos planteando una rebaja del 50 por ciento en las remuneraciones de los funcionarios. ¿Cómo es posible que unos vivan con 470 bolivianos, un poquito más de 50 dólares, y otros, como los parlamentarios, lo hagan con más de 20 mil (cerca de 3 mil dólares)? La Corte de Justicia gana hasta 35 mil bolivianos, los superintendentes 13 mil dólares por mes. La propuesta para enfrentar la crisis económica es bajar a quienes ganan mucho y subir a quienes ganan poco con el objetivo de que haya cierto equilibrio en el tema de salarios, especialmente del sector público. Mientras alguna gente solo acepta ser diputado, senador o ministro para amasar plata, en nuestra cultura llegamos a ser diputado para servir al pueblo, compartir el sufrimiento, el pensamiento, el sentimiento del pueblo.
–¿Cómo influye la embajada norteamericana en el presente de Bolivia?
–Impulsa una política vengativa contra el MAS, contra todo un movimiento social que busca la liberación y su autodeterminación. Y desde ese marco el gobierno boliviano ha tomado muchas represalias contra nuestras bases, empezaron a reinstalarse los juicios políticos contra los dirigentes sindicales, esa es una actitud vengativa que promueve la embajada norteamericana, usando a la clase política tradicional, que quiere aparecer como el niño mimado de la embajada.
–¿Este momento neocolonial puede traer riesgos de una invasión militar?
–Pueden tomar esas acciones, pero no van a durar. Estoy convencido de que esos planes que están diseñando, como el Plan Colombia o el Plan Nieve en Bolivia, o el plan Puebla-Panamá, son planes de exterminio de los pueblos indígenas. Son como el segundo Plan Cóndor. Ahora camuflan el exterminio bajo la lucha contra el narcotráfico y la lucha contra el terrorismo, porque detrás de eso está el exterminio de los pueblos indígenas. ¿Por qué el exterminio de los pueblos indígenas? Porque seguimos reclamando planes indígenas. Cuando hablamos de tierras me refiero a los recursos naturales no renovables: gas, plata, maderas, que son latinoamericanos y no pueden estar en manos de las transnacionales.
–¿Qué espacio ocupa la coca en la cultura indígena?
–Nunca va a haber coca cero. Con el plan de coca cero, cocalizaron la Amazonia boliviana. Eso demuestra que quienes diseñan los planes de coca cero lo hacen para engañar a la comunidad internacional, sacar plata a organismos y fundaciones. La coca es el eje central de la cultura quechua, es su economía, es su medicina, es fundamentalmente su identidad. Y cuando hablas de coca, es como hablar de eucaliptus andino. Antes los quechuas aymaras no teníamos derecho a caminar en las aceras, no teníamos derecho de entrar a las plazas, no teníamos derecho de estar en las ciudades, ni en los centros o cascos viejos. A esta altura, en Bolivia, en Ecuador, en Perú, estamos a un paso de tomar el poder, de recuperar el poder. El Palacio Quemado allá en Bolivia está en Plaza Bolivia pero es territorio Aymara y tenemos que recuperarlo. Estamos frente a frente.
–En el acto de apertura usted rescató a Cuba. ¿Qué significa para usted?
–La dignidad, el derecho por la soberanía, y fundamentalmente la lucha por los derechos y la autodeterminación para los pueblos latinoamericanos.
–¿El socialismo es el otro mundo posible?
–Tenemos que tener un modelo económico basado en empresas colectivas, en empresas autogestionarias, pero viviendo en estrecha relación con la madre tierra. Todo lo que está pasando en Europa, inundaciones, las nevadas en el sur, es producto de estas políticas de Occidente, de la destrucción del medio ambiente. Nuestra cultura es respetar a la madre tierra, producir para el bien común, producir en el marco de la solidaridad y la reciprocidad, y no simplemente para acumular capital.