EL PAíS
La sociedad del Diablo, el Manzano y el Avila
El pase de acciones entre el Grupo Avila y el Grupo Uno hace nacer un multimedio cercano a Menem y Moneta, con América TV como estrella. La rara historia de los flamantes socios.
› Por Susana Viau
No sacaron dinero del bolsillo, canjearon acciones. Uno, Carlos Avila, el “dueño” de las transmisiones futbolísticas, aporta su 83 por ciento de América TV, CVN, Canal 10 de Junín, y el 20 por ciento que posee en Ambito Financiero; el otro, el Grupo Uno, cuyo rostro es el mendocino Daniel Vila, pone Canal 6 de San Rafael, Canal 7 de Mendoza, Canal 8 de San Juan y el 50 por ciento de la revista La Primera. La fusión da por resultado un nuevo polo de poder en el negocio de los medios: América Multimedios. En los hechos, el ex ministro del Interior del menemismo José Luis Manzano, pieza clave del Grupo Vila, desembarca en el negocio de la comunicación y la información de alcance nacional.
Importa poco si América está en convocatoria, como Supercanal y La Capital de Rosario, dos gemas del Grupo Uno. La operación no pasa por la aprobación del Comfer puesto que, se argumenta, no hubo un cambio en la titularidad de la licencia. Los dos empresarios fusionados están próximos a Carlos Menem y a quien fuera su gran esperanza propagandística en el intento de re-reelección: el ex banquero Raúl Moneta. Muchos se preguntan: ¿muerto el CEI, viva el CEI? La historia del humilde origen del paraguayo Carlos Avila y su fulgurante ascenso, es conocida; bastante menos se sabe de la vida y milagros de Daniel Vila, “Diablo” para los amigos.
Hace veinte años, Daniel Vila ni soñaba ser un personaje en el mundo de las comunicaciones. Sus intereses y su dinero procedían de “Dalvian” la compañía constructora iniciada por su padre, Alfredo Luis. A Alfredo Luis Vila todos se referían con el apócope del “don Alfredo” con que se dirigían a él los conocidos y los empleados. Don Alfredo era “Donal” y Dalvian se había desarrollado en Mendoza durante los años de la dictadura. Se cuenta que hubo incluso militares en su directorio. Quizá por esas relaciones privilegiadas, indispensables para progresar en aquella etapa, obtuvo un primer gran crédito del Banco de Mendoza: 2 millones, cuyo pago estuvo en litigio hasta el año pasado, cuando se canceló a cambio de terrenos –que las malas lenguas sostenían que estaban sobrevaluados– y una interesante reducción de deuda. Los Vila también eran propietarios de terrenos en la zona del pedemonte, camino a el Challao. Los enemigos de “Donal” suelen murmurar que su expansión fue fruto de adquisiciones de “títulos supletorios”, es decir beneficios de la posesión veinteañal. Esas mismas fuentes redondean: “Eran los reyes del título supletorio”.
Un hecho fortuito al que nadie, excepto los Vila, hubiera adjudicado otra relevancia que la doméstica, acerca a la familia al negocio de los medios: la separación matrimonial de Guillermo Sánchez Cores y su mujer, Raquel Marteletti, propietarios de Radio Nihuil. En 1983, el emprendedor hijo de “Donal”, Daniel, le compra la parte de la sociedad a Raquel Marteletti. A partir de allí se inicia una larga batalla en los tribunales para desalojar a Sánchez Cores de la presidencia del directorio de la radio. En esa embestida, Sánchez Cores quedó jaqueado por una lluvia de denuncias penales. Finalmente, arrojó la toalla, accediendo a vender a los Vila el resto del paquete accionario. Pero el pago no termina de efectivizarse y se abrió una prolongada instancia judicial que culminó el año pasado, cuando la Suprema Corte de la provincia falló en favor del derecho de Sánchez Cores a cobrar. O mejor, del de sus descendientes puesto que Guillermo Sánchez Cores ya no pertenecía a este mundo.
Un trámite similar tuvo, seguramente por casualidad y años más tarde, el intento de los Vila por obtener el Canal 9 de Mendoza. Allí no había esposas enojadas sino un socio minoritario de Sigfredo Alonso, a quien le compran las acciones. Dueños de esa porción menor de la sociedad, denunciaron a Alonso. Fueron muchas las denuncias y todas quedaron radiadas en el juzgado de Orlando Juan Vargas, quien, piano piano, dictó el procesamiento y detención de Alonso. Así fue que el propietario fue alejado durante seis meses del canal, que quedó intervenido por el Comfer: según las normas, ningún propietario de medios puede permanecer si se encuentra procesado. La Cámara, en este caso, revocó lo actuado por Vargas y procesó al interventor de Canal 9. En la Justicia Civil, la suerte fue igualmente hostil a las pretensiones de los Vila.
El Diablo con Chupete
Se cuenta que tener a “Donal” de enemigo era desgracia segura. En favor de esa afirmación se narran anécdotas de difícil constatación. Como la que habría ocurrido con el jardinero del “Barrio Dalvian”, un barrio privado donde vivía el propio Don Alfredo. Aseguran que tras muchos meses sin cobrar, el hombre juntó coraje y decidió hablar cara a cara con “Donal”, aunque eligió una mala hora, la del almuerzo. “No tengo plata para pagarle pero cóbrese con las herramientas”, habría sido la respuesta de Don Alfredo. El hombre pensó que el trato era aceptable, cargó las herramientas en un flete y partió feliz. Le duró poco: unas horas más tarde estaba preso porque “Donal” había presentado una denuncia por robo.
Los dos hijos de Don Alfredo, de acuerdo a la leyenda local, habrían heredado sus artes. Por algo a Daniel los amigos lo llaman “el Diablo”.
La casualidad parece ser una constante en la vida de “el Diablo” Vila. Así, inesperado, fue su encuentro con el hijo del contratista de viñas de Tupungato, al que Guardia de Hierro y Eduardo Bauzá convirtieron en diputado: José Luis “Chupete” Manzano. Es vox populi que al entrar a competir en las grandes ligas de la política, Manzano se transformó. Un escenario nacional exigía prestancia y ropa adecuada. La prestancia no se compra pero la ropa la encontró en una casa de buena confección, propiedad de un jugador de rugby, Carlos “el Loco” Mora, muy amigo de otro rugbier, Orlando Terranova. El “Loco” Mora devino en una suerte de asesor de vestuario del diputado que creían tener en las nalgas el punto débil. Fue Mora quien presenta a Vila y Terranova a Manzano. Muy pronto descubrirían que tenían una afinidad fundamental: los negocios.
La primera consecuencia de la amistad del trío es un contrato que el “Chupete” gestiona ante Carlos Grosso para la empresa “Luces de mi Ciudad”. Terranova era dueño, en Mendoza, de Publicidad Sarmiento, que entre otros trabajos tenía la propaganda en vía pública. A “Luces de mi Ciudad” el ex intendente ahora detenido le concedió toda la publicidad de la vía pública en Capital. El contrato le valió a Grosso una de las tantas causas penales que condecoraron su gestión. Los favores no terminaron ahí. Relatan que entusiasmados con la idea de quedarse con Canal 9 de Mendoza, Manzano, que ya era ministro del Interior, le llevó a Menem un decreto para firmar. En él se disponía la caducidad de la licencia de Alonso y un rápido pase de mano. Menem se limitó a decirle: “Dejámelo”. Era un tema de Mendoza y el “señor” de Mendoza no era Manzano, era Bauzá. Apareció un escollo insalvable: el “Fideo” se odiaba con “Donal”. La aversión había comenzado por una disputa insignificante, un juicio que llevaba Bauzá y por el cual “Donal” había sufrido el embargo de un motor. Cosas de pago chico, la inquina creció y creció transformándose en lucha encarnizada. Resultado: Bauzá bombeó la firma del decreto. En esas fechas, otro personaje había crecido y frecuentaba la amistad de Vila y de Manzano: Raúl Moneta. Manzano era visita frecuente en las instalaciones del Banco República y luego, cuando debió expatriarse en California corrido por denuncias de corrupción, eran frecuentes sus comunicaciones telefónicas. De la amistad que Vila conservó con el “Rulo” Moneta dan cuenta los servicios que tanto el diario Uno como el Canal 7 de Mendoza prestaron a la causa de la imagen del financista.
Otro hecho imprevisible convirtió en socios a “el Diablo” y “el Chupete”. También en él, “Donal” y su carácter borrascoso fueron gravitantes. En Supercanal eran socios Daniel Vila y Terranova. Todo era tan próspero que en 1995 decidieron lanzarse a la publicación de un diario (Uno). Mientras se encontraban en la fase preoperativa, pero ya con la maquinaria comprada, “Donal” se trenza en una feroz pelea con los Terranova. El proyecto, en esas condiciones, estaba abortado. En la negociación los Vila resuelven comprarle a los Terranova. Ponen una cifra: 18 millones. ¿De dónde sacarlos? Manzano estaba de regreso y traía al menos la fachada de la representación del cubano anticastrista Mas Canosa. Adelina Dalesio de Viola, la mujer de confianza del “Chupete”, su segunda en Interior, era apoderada de Mastec, la supuesta representación de Mas Canosa en Argentina. Es Mas Canosa quien reemplaza a Terranova y aporta el dinero necesario para pagar los 18 millones al socio despedido. Tanta confianza le inspiraban los argentinos que, pese a participar con un 20 por ciento de las acciones, no tenía ni síndicos ni directores que velaran por sus intereses.