EL PAíS › LOS PLANES DE NESTOR KIRCHNER CUANDO SEA EL “PRIMER CABALLERO”
Néstor Kirchner tiene otras misiones en mente, amén del armado político y el café literario. Una es la formación de jóvenes cuadros políticos y técnicos para ampliar su base de sustentación e intervenir con más fortuna en el espacio público. Sus argumentos, los límites propios que reconoce, los precedentes, el ejemplo del PSOE.
› Por Mario Wainfeld
“Fue nuestra pata renga en estos años”, asume Néstor Kirchner y hay que parar la oreja cuando el Presidente hace algo parecido a una autocrítica o, al menos, a un amague de rectificación. No es tan usual, vamos. Kirchner tilda de coja a su fuerza política que, como fuera, le permitió ganar la elección de medio período y arrasar en la presidencial. No la subestima, qué va, pero la ubica en contexto: “En 2005 y 2007 fuimos con lo que pudimos”. Ese esquema, imagina el mandatario ante sus allegados y eventualmente ante la prensa, debe ser superado. Dos expresiones clásicas, aggiornadas desde el fondo de la historia, “fuerza propia” y “cuadros políticos”, cobran un nuevo sentido en su boca y en la coyuntura.
“Necesitamos renovar nuestros cuadros, sumar gente joven, formar 500 cuadros de no más de cuarenta años”. Una particular lectura de la conformación actual del PSOE español le sirve de relativo punto de comparación y de partida. El Presidente confiesa una debilidad que jamás aceptó hasta ahora, su débil presencia discursiva en el espacio público. Sacar del freezer a la Fundación Calafate será parte de la tarea reparatoria. Un empeño que ni reemplaza ni excluye al “armado” convencional, a la toma de definiciones respecto de la relación entre el PJ y el Frente para la Victoria (FPV). Pero que le añade un nuevo ingrediente, que entusiasma de modo inopinado al Presidente que se va y responde (en parte, más vale) dos preguntas homófonas que están de moda: “¿Qué va a hacer?” y “¿qué va a ser?”.
Entusiasmado, verborrágico como suele estar cuando habla de política, el Presidente desconcierta pues daba la impresión de sentirse confortable en su modo de construir poder y lealtades, que era interpelar desde los recursos del Estado. Dos formas de reclutamiento combinó desde la Casa Rosada. En ambas “pagando” muy generosamente pero generando pocas semillas. La primera fueron las incorporaciones a dirigentes o personalidades ajenas al peronismo (Torcuato Di Tella, Graciela Ocaña, José Nun, Pablo Lanusse) o muy distantes de su actual conformación (Horacio González). La otra es la relación, pura racionalidad instrumental, con intendentes o gobernadores. Puesto en un slogan puede aventurarse que su modo de tender puentes en términos políticos es erigir puentes en sentido estricto. La obra pública fue basal en ese trato que le permitió ir desmadejando al duhaldismo y granjearse la afinidad de los radicales K. Una liga de gobernantes y un espacio generoso en cargos para los recién llegados compusieron un dispositivo bien “a lo Kirchner”, rudimentario y funcional.
Sus zonas oscuras eran también evidentes: el único espacio convocante era el estatal, la incitación a adhesiones de otro tipo quedó obturada de facto. En aquellas elecciones en las “que hicimos lo que pudimos” Kirchner debió echar mano a su gabinete para formar listas: Rafael Bielsa, Alicia Kirchner, Daniel Filmus, Jorge Taiana sin agotar la nómina.
La resultante fue una debilidad asombrosa para una fuerza política ascendente, exitosa en sus indicadores socioeconómicos, dominante en la arena política y con amplia aprobación en la opinión pública.
Kirchner mira donde está y no se conforma. Registra críticas que fue cosechando y, que en sus momentos, daba la sensación de ningunear. “No tenemos presencia argumental. En todas las discusiones nos atacan de todos lados y sólo nos defendemos desde el gobierno”, describe. No son sus palabras, jamás las dirá, pero detecta que el atril y los Fernández no le bastarán a Cristina Fernández de Kirchner en los años por venir. El Presidente retoma nombres que son una de sus obsesiones favoritas y les da un giro de tuerca. “¿Cómo puede ser que Solanet o Artana hablen y se les dé una chapa enorme, de especialistas reconocidos?”, se indigna como de costumbre pero le imprime un giro hacia adelante: “Nosotros no tenemos centros de saber con reputación, que te legitimen en los medios o los debates. ¿Por qué no contrarrestar al supuesto prestigio de FIEL, el de la Fundación Fénix o la Fundación Calafate?”. Socrático, se interroga para responderse solo: porque ese prestigio alternativo debe ser construido.
“No pueden hacerlo funcionarios, eso se edifica en otro lugar.” El café literario va tomando color.
Los primos de ultramar
El Presidente usa como referencia el PSOE, con cuya elite dirigente alterna hace mucho tiempo. Se vale del ejemplo cuando se dedica a estimular a algunos de sus compañeros de gestión. Viene charlando desde hace meses con Daniel Filmus, Jorge Taiana, Carlos Tomada y Carlos “Chacho” Alvarez, después de haber macerado el punto en la mesa chica. A estar a la narrativa de Kirchner, los socialistas españoles han sabido aleccionar una generación de cuadros que combinan pertenencia política, formación ideológica y aptitud para desempeñarse en el gobierno. Es posible que ese modelo sea chúcaro a la importación, pues hay demasiadas características locales irreproducibles en las pampas. Los primos de ultramar provienen de una experiencia resistente al franquismo y de un núcleo de ideas muy sólido, el marxismo, que convulsionaron con revisionismo socialdemócrata y con una idea fuerza revulsiva: entrar a Europa. Ni el peronismo, ni la generación post dictadura (la que se busca interpelar si se quiere agregar personas de 30 o 40 años) se dejan calcar con ese ejemplo distante.
Ese tipo de pruritos no arredra a Kirchner si tiene algo entre ceja y ceja. Cuando rumia algo, lo han visto quienes lo rodean, pasa a la acción. Así que será hora de desoxidar a la Fundación Calafate, para arrancar.
La primera Fundación
En Palacio nadie lo rememora a los gritos pero la susodicha Fundación es hija de una intuición y de una llamada de Eduardo Duhalde, el ex presidente que otrora fuera aliado. Cuando el Frepaso crecía a ritmo desafiante, seduciendo a cuadros del peronismo renovador, el entonces gobernador bonaerense pensó que era forzoso pelear a los advenedizos en su propio terreno. El Frepaso venía nimbado de un aire intelectual o al menos de albergue para cuadros políticos capacitados.
Duhalde comidió a disputar ese espacio a Alberto Fernández, a quien, con prognosis llamativa, consideraba tangente con esos sectores. La idea fue armar un encuentro de dirigentes peronistas capacitados y con historia para elaborar un núcleo de pensamiento propio que los diferenciara virtuosamente del menemismo (iletrado y muy despectivo del legado nac & pop) y también de los “socialdemócratas” del Frepaso.
Fernández tiró las líneas. Néstor Kirchner, muy concernido en la movida, fue anfitrión del puntapié inicial jugando de local en Calafate, en uno de los escenarios más hermosos del mundo, que le cedió su nombre al Grupo. Sobrevinieron otros encuentros, como el Tanti, Córdoba, y luego multitud de reuniones, preferentemente en Capital.
Si se repasa someramente la lista de los integrantes fundacionales o de la primera y la producción del Grupo Calafate la conclusión es paradójica o, por ser más precisos, muy congruente con el debe y el haber del kirchnerismo. El Grupo Calafate anudó un conjunto importante de lealtades que se prolongaron hasta el gobierno nacional, al que aportaron en buena medida: Carlos Tomada, Esteban Righi, Norberto Ivancich, Alberto Iribarne, Miguel Talento por mentar algunos conspicuos.
La cara oscura de la luna fue la productividad intelectual pública del grupo y su capacidad de reclutar adhesiones y o de atraer sangre joven. Rondaron el cero. “Nunca pudimos trascender nuestro núcleo original”, evoca uno de los fundadores, kirchnerista como el que más.
El objetivo actual es mucho más ambicioso: un ámbito que congregue a militantes o profesionales o funcionarios de baja graduación e ir formateando el perfil de una dirigencia futura, del palo, bien nutrida de saberes. Y, last but not least, llamada a revertir la impotencia discursiva del kirchnerismo en el ágora.
A pocas cuadras
Habrá muchos otros afanes para el primer ciudadano, referidos a conservar lo adquirido antes que a cimentar el porvenir. Se rumorea bastante sobre ellos aunque, como en el aspecto que nos ocupa, escasean las precisiones. El Presidente deberá decidir “qué hace” con la mélange PJ-FPV. El mapa electoral ha dado para barridos y fregados. Sin aspirar a cerrar las polémicas, es palmario que el oficialismo ganó más y mejor en casi todos los bastiones tradicionales del peronismo. Y que la gobernabilidad clave para ese desenlace tuvo mucho que ver con la pax romana sellada con la dirigencia política y sindical peronista.
Es imaginable que Kirchner se avenga, de una buena vez, a normalizar el PJ, jugando con el FPV como su línea hegemónica. Las fantasías sobre desafiliaciones masivas para formar un nuevo partido, también remedo del PSOE, han perdido piné sometidas a la luz de la única verdad, la realidad.
En su torno se da por hecho (o se anhela, vaya usted a saber) que también mantendrá contactos con los radicales K y sobreviven los que anhelan que exista una nueva llamada a los “progresistas” que repuntaron durante su gobierno: Hermes Binner y Martín Sabbatella a la cabeza.
Mientras se maquina cómo hacer operativas esas tácticas, que son preponderantes, Kirchner se da manija con su naciente criatura: el partido de cuadros, reemplazo epocal de los viejos y traspapelados partidos de masas. La Fundación Calafate tiene su nueva sede en la cabeza de Goliat, más próxima a las luces del centro que la original. Se puede ir caminando de ahí hasta la Plaza de Mayo, sin mayor despliegue aeróbico, queda cerquita.
Es profetizable que haya reuniones de canjes políticos, con compañeros de rostros adustos, que encarnan en cuerpos fornidos a la puja territorial o a la distributiva. Todo indica que también habrá otros participantes, aunque queda muy abierto todavía vaticinar quiénes, cuándo y cómo.
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