Vie 23.11.2007

EL PAíS

El preferido de los que reclaman “mano dura”

Nació en Baigorrita, fue panadero y egresó de la escuela policial Juan Vucetich en 1971. Ya pasó dos veces por la cárcel. Entró a la política de la mano de Menem, después de que lo acusaran de torturar a dos presos.

› Por Santiago Rodríguez

“Se están terminando los cojudos en la Argentina, ¡tienen miedo! Me voy con el pueblo que me votó”, gritó desafiante hace casi dos años Luis Abelardo Patti, tras evocar a los policías y los militares muertos durante la dictadura. Fue el día en que la mayoría de los diputados le cerró las puertas de la Cámara baja por su participación en la represión ilegal por la cual desde ayer está preso. “Asesino, asesino”, le gritaban entonces desde los palcos que rodean el recinto y el hombre mostró la hilacha: se jactó, como tantas otras veces de ser un “duro”, una característica de su personalidad con la que sedujo a los partidarios de la mano dura para mutar de policía torturador a político.

La carrera de Patti está plagada de frases que lo definen y entre sus máximas hay una que lo muestra tal cual es: “Cuando yo digo que es blanco, es blanco”.

Patti egresó de la escuela policial Juan Vucetich en 1971. Allí había llegado desde Baigorrita, el pueblito de la provincia de Buenos Aires en el que nació y donde trabajó de panadero hasta el momento de su adolescencia en que decidió ser policía. Su ingreso a la Bonaerense lo alejó de la práctica del fútbol en las inferiores de Sarmiento de Junín, pero le abrió otro camino: una vez recibido de oficial subayudante, Patti arrancó una carrera que registra pasos por la división Robos y Hurtos, las brigadas de investigaciones de Martínez y Caseros y las comisarías de Escobar, Tigre, Maschwitz y Pilar, entre otros destinos.

De los años de la dictadura militar en que era elogiado por el temible jefe de la Bonaerense y de su participación en la represión ilegal, Patti prefiere callar. “El tema ya pasó a la historia. Si no lo olvidamos, no vamos a terminar de discutir nunca”, dijo alguna vez. Ahora no le quedará otro remedio que rendir cuentas ante la Justicia por las desapariciones de Gastón Gonçalves, Diego Muniz Barreto y Carlos Souto, entre otras. Su silencio tampoco puede borrar su participación en la muerte de los montoneros Osvaldo Cambiasso y Eduardo Pereira Rossi, fusilados en una emboscada en 1983.

Patti sabe de qué se trata trajinar los estrados judiciales. También conoce la vida en la cárcel: estuvo ya tras las rejas por el asesinato de Cambiasso y Pereira Rossi y por la aplicación de tormentos al vendedor de churros Miguel Angel Guerrero y el ex preso Mario Claudio Barzola en la comisaría de Pilar. “Puede ser que a veces se bordee el límite de la legalidad. Pero nunca se atraviesa. Yo les digo a mis camaradas que hay que actuar con cierta dureza con la delincuencia porque si no, nos van a pasar por encima”, explicó también en algún momento Patti. El juez Raúl Borrino constató que en su caso pasó ese límite al picanear a Guerrero y Barzola.

Ese episodio le dio fama entre los afectos a la mano dura, quienes a principios de los ’90 tomaron a Pa-tti como icono de la lucha contra los delincuentes que amenazaban la apacible vida country que por entonces se impuso en la zona norte del Gran Buenos Aires. Carlos Menem aprovechó su popularidad y lo mandó a Catamarca a investigar el crimen de María Soledad Morales: su conclusión fue que la joven había sido asesinada por motivos pasionales y que Guillermo Luque no había tenido nada que ver.

Después de prestar ese servicio, Patti entró a la política de la mano de Menem y también de Eduardo Duhalde, quien lo nombró interventor del Mercado Central. “Me hice peronista el 1º de julio de 1974, cuando murió Perón, porque la congoja de la gente me conmovió”, contó para justificar su afiliación al PJ.

A Patti lo apasionaba pilotear ultralivianos y a Menem solía encontrárselo en el Aeroclub de Maschwitz. Siempre explicó que esos gustos de buena vida no los financiaba con su salario policial, sino con los ingresos de dos panaderías de su propiedad.

En 1995, como explícito defensor de la mano dura, arrasó como candidato a intendente de Escobar. Cuatro años más tarde fue reelecto ya al frente de su propio partido. En 2005 obtuvo una banca de diputado como candidato en la boleta que acompañó la de Hilda “Chiche” Duhalde al Senado, pero se quedó con las ganas y sin los fueros que ayer le hubieron permitido sortear la detención.

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