Dom 02.12.2007

EL PAíS  › KIRCHNER PREPARA UN VIAJE A CUBA PARA CUANDO ABANDONE LA PRESIDENCIA

Para tomar un mojito en La Habana

“Voy a viajar a Cuba”, les dijo el Presidente a sus íntimos en una de las pocas definiciones concretas de qué hará cuando deje su despacho en la Rosada. Una asignatura pendiente que tuvo que esperar por las alternativas que fue adquiriendo la relación con Fidel Castro a lo largo de su mandato.

› Por Fernando Cibeira

Evidentemente, es una espina que le quedó clavada de estos cuatro años y medio. “Voy a viajar a Cuba”, anunció por estos días el presidente Néstor Kirchner, en una de las pocas pistas concretas sobre lo que hará después de dejar la Casa Rosada. Durante su mandato Kirchner tuvo una relación de gestos afectuosos con Fidel Castro, pero que terminó signada por el episodio de la médica Hilda Molina y sus frustrados intentos de viajar a Buenos Aires para reencontrarse con su hijo. Por ese motivo, el Presidente nunca visitó la isla, una deuda que desea saldar ahora, luego de entregarle la banda y el bastón a su esposa, Cristina Fernández.

La visita se terminó de cerrar tres semanas atrás en Santiago de Chile. En medio de una Cumbre Iberoamericana signada por el conflicto por las papeleras y que se recordará por el “¿Por qué no te callas?” del rey Juan Carlos a Hugo Chávez, también hubo espacio para algún acuerdo. Kirchner se cruzó con el vicepresidente cubano Carlos Lage y el canciller Jorge Taiana conversó con su par caribeño, Felipe Pérez Roque. En esos contactos quedó resuelto el viaje, según contaron a Página/12 fuentes de la Casa Rosada y de la Cancillería.

Lo que todavía no terminó de definirse es la fecha y la ocasión. Si el Presidente tiene ganas de concretarlo rápido, una oportunidad la tendrá durante la primera semana de marzo, cuando sesione en La Habana la décima edición del Encuentro sobre Globalización y Problemas del Desarrollo. Por ese escenario pasó este año en su carácter de presidente de la Comisión Permanente del Mercosur Carlos “Chacho” Alvarez, para hablar de los desafíos de la integración. Y en la edición anterior lo hizo Rafael Correa, cuando apenas era un ex ministro y todavía no había sido electo presidente de Ecuador. El temario del encuentro, explicaba un funcionario argentino, es acorde al paladar del santacruceño, con debates sobre el rol de los organismos internacionales, el papel que debe cumplir el Estado en la economía, el crecimiento económico y las estrategias para la reducción de la pobreza, todos tópicos habituales en el discurso K.

Pero la decisión todavía no está tomada. Lo que se cree es que la visita llegaría junto a un cambio de mando en la representación diplomática argentina en la isla. Luego de casi tres años en La Habana, el ex frepasista Darío Alessandro habría dado señales de tener suficiente tropicalismo por el momento. Quien suena como su reemplazante es el gobernador de Santa Fe, Jorge Obeid, tal vez junto al diputado Miguel Bonasso, el político argentino de mejor relación personal con Fidel Castro. Sería otro gesto de buena voluntad.

Merengue

A juzgar por los gestos iniciales, la relación entre Fidel Castro y Kirchner tenía otro destino. El líder cubano estuvo en Buenos Aires para la asunción de Kirchner, en mayo de 2003, respondiendo a una invitación de Eduardo Duhalde. Castro tenía motivos para la visita. Argentina y Cuba habían separado sus caminos a partir de la política de relaciones carnales de Carlos Menem, que convirtió en costumbre votar en contra de la isla en la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Esta decisión, que cambió la tradición argentina en la materia, tuvo una inesperada continuidad durante el gobierno de la Alianza que generó aquel “lamebotas de los yanquis”, en una airada consideración de Fidel hacia el fino canciller radical Adalberto Rodríguez Giavarini.

Recién con Duhalde Argentina volvió a su histórica posición abstencionista que Kirchner prometía continuar. Castro llegó a la Casa Rosada y fue recibido con todos los honores. Mantuvo una reunión de una hora con Kirchner, donde habló de la necesidad de que Argentina, Brasil y Venezuela impulsen un cambio en la región. “Cuando quiera está invitado a La Habana, siempre que no le genere problemas”, le dijo entonces Fidel a Kirchner. En aquella visita, la primera al país desde 1959, Castro convocó a miles de simpatizantes frente a las escalinatas de la Facultad de Derecho. Se fue encantado de la Argentina.

Sin embargo, sería el inicio de la comedia de enredos en que se convirtió la relación bilateral. Por un lado, estaba la invitación a Kirchner. La fecha inicial que se planteó para el viaje a La Habana fue la de febrero de 2004. Pero cosa de un mes antes, el entonces encargado de Estados Unidos para América Latina, el ultraconservador Roger Noriega, cuestionó públicamente la relación entre el gobierno argentino y el cubano, y se mostró decepcionado por lo que consideró era “un giro hacia la izquierda” de la administración kirchnerista. El gobierno argentino respondió en duros términos esas consideraciones. Pero Kirchner buscó no tensar más la cuerda y en una entrevista reveló que no tenía en sus planes inmediatos un viaje a Cuba. La salida motivó una carta personal de Fidel Castro en la que le comentaba que no tenía dudas de que la suspensión de la visita no había sido “una concesión” hacia Estados Unidos. Unos meses después, en un programa de televisión, Fidel incluyó al argentino entre sus gobiernos amigos y anticipó que Kirchner visitaría la isla en enero de 2005. Pero a fines de 2004 ocurrió el episodio que enturbiaría una relación que hasta ahí venía con viento a favor.

Hilda Molina es neurocirujana y, durante mucho tiempo, un cuadro activo de la revolución. Luego se distanció de Fidel y ahora se muestra como una disidente. En diciembre de 2004, ingresó junto a su madre a la embajada argentina en La Habana, con la intención de pedir asilo político y así poder viajar a Buenos Aires, donde vive su hijo, el también médico Roberto Quiñones, casado con una argentina y padre de dos hijos. Cuba se negó de plano a aceptar las condiciones que le planteaban y Molina, luego de resistirse durante unas horas, debió abandonar la residencia. La frustrada maniobra les costó el puesto al embajador Raúl Taleb y a Eduardo Valdés, jefe de gabinete del canciller Rafael Bielsa, presentados como los autores intelectuales del plan.

A partir de allí, Argentina no abandonaría el reclamo por Molina con la misma fuerza con la que Cuba se resistió a aceptar que la forzaran a actuar de determinada manera.

El canciller Pérez Roque viajó a Buenos Aires para reencausar la relación. La visita de Kirchner quedó fijada entonces para fines de mayo de 2005, pero se trabó en las negociaciones. Kirchner, y especialmente su esposa, Cristina Fernández, no querían volver de La Habana sin avances respecto a la situación de la médica. Incluso, trascendió que Cuba estaba alarmada con la posibilidad de que CFK se entrevistara con las “damas de blanco”, las esposas de los presos políticos de Cuba. Llegó la fecha y el avión volvió a pasar de largo.

Tango

En julio del año pasado, Fidel Castro viajó a Córdoba, invitado a participar de una cumbre del Mercosur. Le habían quedado buenos recuerdos de su anterior visita a la Argentina y en esta ocasión encabezaría un nuevo acto multitudinario junto a Hugo Chávez, organizado por Madres de Plaza de Mayo. Pero en el avión se enteró de que el gobierno argentino le haría un reclamo por la situación de Molina. Ya en camino, Castro no recibió la noticia del mejor modo.

En la sesión plenaria de la cumbre mantuvo un contrapunto con Kirchner a propósito de los índices de mortalidad infantil en el país, que dejó en evidencia que la relación entre ambos había desmejorado con el tiempo. Antes de volver a La Habana, el canciller cubano recibió de manos de Taiana la anunciada carta exigiendo “una pronta y positiva respuesta” respecto a la situación de la neurocirujana. A poco de regresar a su país, Fidel cayó enfermo.

El resultado de la historia fue que, pese al deseo que mostró en repetidas oportunidades, Kirchner no pudo convertirse en el primer presidente argentino en veinte años en poner un pie en Cuba. Desde que viajara Raúl Alfonsín en el primer tramo de su gestión, ningún mandatario volvió a hacerlo. Las visitas a la isla son casi un guiño para los gobiernos de signo progresista en la región. Por poner un ejemplo, La Habana fue uno de los primeros destinos internacionales del brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, quien por estos días planea una segunda visita.

Por eso la intención de Kirchner de compensar la ausencia con una viaje ya como ex presidente, donde no sería necesario cumplir con los issues de la agenda bilateral, como el de formalizar un nuevo reclamo por Hilda Molina. “Cuba tiene la mejor predisposición hacia el gobierno de Kirchner. No hay encono”, explicó a Página/12 Miguel Bonasso. El diputado kirchnerista es uno de los más entusiasmados con la posibilidad de normalizar el vínculo bilateral que, asegura, traería beneficios para ambos lados. Bonasso, junto a Patricia Vaca Narvaja, presentó en el Congreso un proyecto para que se haga una quita del 75 por ciento a la añeja deuda de casi 1600 millones de dólares que Cuba mantiene con Argentina desde los setenta. Según su visión, si esa deuda se normaliza, se podría incrementar rápidamente el flujo comercial entre ambos países, que hoy es de unos 140 millones de dólares.

La duda que queda es si a Cristina Kirchner le interesa la idea de afinar el nexo con Cuba, siendo que siempre pareció más dura respecto del régimen de Fidel. “Es cierto que ella es más crítica, pero no se opondría a un mejoramiento de las relaciones”, opinaba un diplomático que sigue de cerca el entramado.

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