Mar 04.12.2007

EL PAíS

Cuando parecía que el Gobierno y la Iglesia empezaban a acercarse...

El arzobispo Aguer dijo que en la negociación de la deuda “se asumió la política del endeudamiento perpetuo” y “la lógica de la usura”. Fue hace catorce días en el Vaticano, pero se difundió ayer.

“Se asumió la política del endeudamiento perpetuo según la lógica de la usura”, fueron las palabras que el arzobispo de La Plata, Héctor Aguer, le dedicó al Gobierno y al modo en que renegoció la deuda externa. Las pronunció en el Vaticano, el 20 de noviembre, pero recién fueron difundidas ayer, a pocos días de la asunción de Cristina Fernández de Kirchner como presidenta y cuando diversas señales sugerían un virtual acercamiento entre el oficialismo y la Iglesia.

“Después de la declaración del default a fines de 2001, el gobierno que está concluyendo su mandato renegoció buena parte de la deuda pública reiterando procedimientos financieros de los gobiernos anteriores”, dijo Aguer ante la asamblea plenaria del Consejo Pontificio de Justicia y Paz, del que es miembro.

Publicitados por AICA, la agencia de noticias católica, los dichos de Aguer vuelven a marcar un punto de fricción entre la Iglesia y el gobierno K, tras los esbozos de una supuesta tregua o mejoría de las relaciones, trazados durante la visita al país del número dos del Vaticano, Tarcisio Bertone. O también, en el mismo sentido, por los trascendidos que hablan de la intención del presidente del Episcopado, Jorge Bergoglio, recién llegado del Vaticano, de pedirle una entrevista a CFK con el propósito de acortar la distancia que mantuvo con el presidente saliente, Néstor Kirchner, durante casi todo su mandato. De hecho, la última reunión entre ambos data de 2004.

“A pesar de ciertas apariencias en contrario, la deuda continúa siendo un obstáculo principal en el camino hacia un desarrollo sostenido que asegure la prosperidad de la población y la justicia en la distribución de la renta nacional”, sostuvo el prelado platense, en línea con su habitual discurso de matices nacionalistas. Objetó así que la Argentina sea habitualmente “señalada como un ejemplo reciente de feliz renegociación de su deuda pública”.

Y argumentó apelando al lenguaje de los economistas: “Se mantiene un alto stock de deuda que resulta rigurosamente impagable –agregó–. El país no puede atender siquiera el pago total de los intereses devengados, los cuales siguen el mecanismo de tasas crecientes y variables... Estas obligaciones pesan sobre el gasto público e imponen la necesidad de mayores presiones fiscales”. Para Aguer, de esa manera “crece el monto de la deuda, sin contar la inercia de las indexaciones y los premios a los tenedores de nuevos bonos del canje realizado recientemente”, por lo que “esta situación determina la necesidad de tomar nueva deuda, sea en el mercado de capitales, sea en los organismos internacionales de crédito”. Ese mecanismo configura –dijo– “un círculo vicioso según el cual la carga permanente de la deuda pasa a ser un rubro estructural del gasto público del Estado. La situación configura un caso específico de usura... Esta figura moral negativa se verifica no sólo por la imposición de intereses exorbitantes, sino también cuando el deudor se encuentra de tal modo atrapado por el mecanismo del débito que nunca dejará de ser deudor; vivirá pagando y morirá debiendo”, vaticinó.

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