Parece que, de acá en adelante, en la ciudad de Mauricio Macri habrá nuevas costumbres. Una de ellas serán las reuniones de gabinete en destinos peculiares y variados, pero rara vez en la sede tradicional. Lo cierto es que el flamante jefe de Gobierno inauguró ayer esta modalidad al llevarse a sus ministros al Centro de Gestión y Participación número 8 de Villa Lugano para analizar su primera semana en el Ejecutivo porteño.

Una vez allí, sin dar precisiones, Macri reconoció dificultades en el primer tramo de su gobierno: “En la primera semana de trabajo tuvimos algunos problemas para tomar posesión, con gente de la política que se tenía que ir y no quiere renunciar”, dijo.

El comentario no es casual. Ocurre que en estos pocos días que transcurrieron desde que asumió, su gestión debió hacer frente a los conflictos abiertos en las últimas horas vinculados con el funcionamiento de la administración pública, el balance de caja recibido y temas puntuales como la demanda de vacantes en establecimientos educativos públicos.

Sin embargo, Macri se preocupó por demostrar vitalidad. Para eso remarcó que en su equipo existe “mucho entusiasmo” por el inicio de gestión y ratificó la necesidad de “inversión y reorganización”.

El jefe de Gobierno porteño anticipó también que recién la semana próxima tendrá los datos completos sobre “los números de la caja de la ciudad” y planteó la decisión de incorporar anestesistas para cubrir las necesidades en los hospitales públicos. Por su parte, el jefe de Gabinete de la ciudad, Horacio Rodríguez Larreta, reafirmó la prioridad del plan de “remodelación de la infraestructura” en edificios de escuelas públicas.

El funcionario defendió además la norma que revaluó los terrenos construidos en la ciudad de Buenos Aires y que incrementó el impuesto de Alumbrado Barrido y Limpieza (ABL), aunque admitió que “lo más justo sería un revalúo casa por casa, que lleva más tiempo”.