EL PAíS › DEFINICIONES DE LA PRESIDENTA EN EL COLEGIO MILITAR
“Ustedes no han sido responsables de los desatinos y tragedias del pasado”, les dijo a los cadetes en su discurso Cristina Kirchner.
“Creo que debemos y nos debemos todos los argentinos escribir una historia diferente”, anunció de pie, frente a cientos de uniformes blancos, la primera comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de la Argentina. Con un tailleur a tono con los oficiales vestidos de gala, Cristina Fernández les tomó juramento y les entregó el sable a los egresados del Colegio Militar de la Nación. En el Patio de Honor de la institución, acompañada por buena parte de su gabinete y de los jefes de cada fuerza, la Presidenta aseguró que los egresados “no han sido protagonistas ni responsables de los desatinos y tragedias del pasado” y aclaró que “sería injusto no mencionar que durante la etapa de decadencia institucional, no fueron solamente las Fuerzas Armadas” sino también quienes “desde afuera y adentro apoyaron esas rupturas institucionales”.
Fue su primer discurso al frente de los militares. Lo hizo, a diferencia de su esposo, Néstor Kirchner, de un modo más conciliador. No usó las palabras “reconciliación” o “perdón”, pero en un gesto de acercamiento eximió a los jóvenes de responsabilidades sobre la dictadura militar y los llamó a “la reconstrucción” de “una nueva historia”. “No significa exculpaciones, pero sí colocar las cosas en su justo lugar”, sostuvo. “En esta etapa que se avecina del bicentenario –explicó–, todos tenemos la inmensa responsabilidad de remontar la tragedia que hemos vivido, y hacerlo con memoria, verdad y justicia en el marco de la Constitución y las leyes.”
El helicóptero con la comitiva nacional llegó cerca de las once de la mañana y fue recibido por una salva de 21 cañonazos de artillería. Minutos más tarde, Cristina Fernández habló del “altísimo valor republicano” que significa que la “comandante en jefe, electa por la voluntad popular, de acuerdo con lo que prescribe la Constitución Nacional, les entregue los sables que son para defender al pueblo y a la Nación”.
“Sé que se van a comprometer en la construcción de una institución diferente en un país que también quiere ser diferente y mejor”, confió la jefa de Estado, que pidió lograr “unas Fuerzas Armadas con un rol moderno, contemporáneo, profesional, de cooperación con el modelo de desarrollo económico, social e institucional que tiene el lugar que la Constitución les asigna”.
Un breve momento de tensión se vivió cuando desde un piso superior se escuchó un grito: “Coronel Larrabure”. Argentino del Valle Larrabure fue un militar asesinado en 1974 por el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), cuyo caso levantó polvareda cuando este año fue considerado delito de lesa humanidad por el fiscal general de la Cámara Federal de Rosario, Claudio Palacín. La resolución del fiscal contó con la anuencia del juez federal Germán Sutter Schneider, quien le había permitido instalar judicialmente la teoría de los dos demonios. En respuesta, el procurador general de la Nación, Esteban Righi, instruyó a los fiscales para que sólo consideren delitos de lesa humanidad los cometidos desde el aparato del Estado. Los únicos que se inquietaron por esas palabras fueron los militares a cargo de la seguridad del acto, que siguió sin sobresaltos.
Todavía estaba presente el recuerdo del 29 de mayo de 2006, cuando Kirchner en una ceremonia por el Día del Ejército dijo “no les tengo miedo”, en alusión a la participación de un grupo de militares en un acto en la Plaza San Martín, donde se reivindicó el terrorismo de Estado. En esa ocasión algunos oficiales formados ante el entonces jefe de Estado, se dieron vuelta como muestra de su enojo.
La Presidenta continuó con su discurso e insistió en la línea de acercamiento con las fuerzas. “Concibo a las Fuerzas Armadas en dos etapas históricas, la primera, fundacional, la de la emancipación nacional”, “hombres que no eran militares se hicieron militares, porque eran patriotas” y luego “la etapa de la decadencia institucional de nuestro rol como Fuerzas Armadas de la nación en defensa del pueblo y de la patria”. En consecuencia, Cristina Fernández consideró que “la ruptura institucional trajo paradójicamente otra figura casi antagónica con la de (Manuel) Belgrano: la de los militares que se hacían políticos utilizando las armas de la nación y violando la Constitución”.
Junto a la ministra de Defensa, Nilda Garré, la Presidenta entregó los sables a los 198 subtenientes del Ejército, 74 guardiamarinas de la Armada y 57 alféreces de la Fuerza Aérea. Previamente, se realizó una oración y las armas fueron bendecidas por Pedro Candia, quien reemplazó interinamente a Antonio Baseotto en el obispado castrense. A la hora de la vuelta, el helicóptero presidencial sufrió una falla eléctrica que motivó modificar los planes para cumplir con los requisitos de seguridad. La presidente y su comitiva fueron trasladados desde el Palomar a la Capital Federal en un helicóptero de las Fuerzas Armadas.
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