Tras su abrupta salida en 2006, Luis D’Elía está a punto de regresar al Gobierno. En esta entrevista admite los diálogos con Alberto Fernández para crear un área de Tierras y Hábitat.
› Por Martín Piqué
Nada mejor que un best-seller de suspenso para describir el presente de Luis D’Elía. El espía que volvió del frío es el título en cuestión. Aunque no se dedique al espionaje, D’Elía sabe lo que es la frialdad. A fines de 2006 fue obligado a renunciar a la Subsecretaría de Tierras por presentarse en la Embajada de Irán y expresar su desacuerdo con la acusación del fiscal Alberto Nisman en el caso AMIA. Desde entonces había ingresado en el freezer kirchnerista. Su caso parecía un exilio forzado. Pero los humores del oficialismo empezaron a cambiar en los últimos meses, sobre todo tras la denuncia que D’Elía hizo primero en soledad y que repitió a principios de diciembre: que la CIA estadounidense estaba detrás del affaire Antonini Wilson. D’Elía incluso llegó a mencionar a un oficial de Inteligencia de nombre William Cooper. Su advertencia no pareció molestar a la Casa Rosada, más bien lo contrario: ayer, el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, sugirió que el Gobierno evalúa reincorporar al fundador de la FTV, una posibilidad que ya despierta polémica dentro de la comunidad judía.
D’Elía se encuentra de vacaciones en Trapiche, San Luis, con su esposa Alicia Sánchez. Candidata a senadora provincial, la mujer está peleando su ingreso a la Legislatura bonaerense (el resultado la dejó a las puertas de la Cámara y la banca está en discusión). D’Elía cree que su esposa terminará asumiendo como legisladora. El matancero también está pugnando por poner en funcionamiento la Subsecretaría de Tierras, que hasta ahora vegetó por la administración pública casi sin presupuesto y nulas posibilidades de llevar adelante políticas concretas. El problema podría resolverse con una duplicación del presupuesto y el pase a la Jefatura de Gabinete de toda la estructura. “Queremos una estructura mucho más operativa y eficaz”, dice D’Elía en la entrevista con Página/12.
–¿El jefe de Gabinete le ofreció un cargo?
–Efectivamente, tuvimos una charla de dos horas y media antes de que yo me viniera para San Luis. Hablamos mucho. Con Alberto Fernández una de las grandes dificultades es que no habíamos tenido diálogo. A medida que nos vamos conociendo se va construyendo una relación creativa y de confianza. Eso es muy positivo para la relación y para los dos en política.
–¿La propuesta está circunscripta al área de Tierras?
–Estamos pensando en reformular lo que fue el original Plan Arraigo. Se piensa en crear una comisión nacional de Tierras para el Hábitat Social, que dependa de la Jefatura de Gabinete. Eso haría desaparecer la Subsecretaría de Tierras y haría posible una estructura mucho más operativa y eficaz. Alberto Fernández ha hablado con José López (secretario de Obra Pública), que ha prestado acuerdo. Hemos charlado la situación de Alicia, mi compañera, y algún tema más ligado al Ministerio del Interior.
–Su eventual regreso a la administración pública fue muy criticado por sectores de la comunidad judía.
–Están en su derecho. No estoy inhabilitado ni política ni judicialmente para ejercer ningún cargo. Jamás me ha rozado ninguna denuncia de corrupción, ni mucho menos.
–¿Es una mención para Rubén Beraja (ex presidente de la DAIA y del Banco Mayo) que estuvo detenido por estafa?
–No necesariamente. Beraja en su momento tuvo sus responsabilidades. Lamentablemente, fue un dirigente de la comunidad que negoció con Menem la sangre de los muertos en pos de sus propios intereses.
–A usted lo acusan de desconocer lo resuelto por la Justicia argentina, que acusa a iraníes de planificar el atentado a la AMIA.
–A mí me sorprendió escuchar que hablan sobre decisiones de la Justicia argentina. Que yo sepa, todavía no hay ningún fallo que condene a nadie. Hay imputaciones que deberán ser probadas en un proceso judicial que ojalá en el futuro no tenga a Nisman, un fiscal que hace declaraciones cuando viaja a Tel Aviv que lo alejan de la natural imparcialidad que debe tener un funcionario judicial. Obviamente también Canicoba Corral, un juez de la servilleta de Corach. El tema de los atentados no está cerrado. Es un proceso y no hay condenas.
–¿Cuál es su balance del primer mes de la gestión de Cristina Kirchner?
–Es una gestión que está reorganizando sus equipos, reorganizando la política para determinados sectores. Esta gestión armó un plan de energía muy similar al de Cuba. Alguna vez Fidel Castro me explicó en persona el plan de racionalización energética cubano. Le puedo asegurar que nuestro plan tiene muchas similitudes. Ahora se están diseñando estrategias para que tengamos una Argentina con un rol distinto internacionalmente. También, para que se avance en la distribución de la renta nacional y en la construcción de una sociedad más democrática y más equitativa.
–¿Cómo evalúa la liberación de los rehenes tras la intervención fallida de Kirchner?
–No hubo nada fallido. Hubo un intento deliberado de Bush utilizando a Uribe como títere para abortar esta apuesta a la libertad y a la vida que hicieron Chávez, Kirchner y, de alguna manera, también Lula. Afortunadamente en el día de hoy, con un fuerte reconocimiento de los liberados, vivimos la alegría de tener este primer gesto. Es un éxito rotundo de Chávez, de Kirchner y de Lula. Y es de esperar que en el futuro tengamos estos 150 kilómetros cuadrados como ámbito geográfico para futuros diálogos e intercambios.
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