EL PAíS › MALESTAR DENTRO DEL PJ POR EL ACUERDO CON LAVAGNA
Varios dirigentes oficialistas se muestran con recelo por el acuerdo con Lavagna. Kirchner ordenó desactivar eventuales reacciones.
› Por Martín Piqué
¿Qué tienen en común una película de Woody Allen con el ex ministro de Economía Roberto Lavagna? Aparentemente nada, pero si se hiciera una leve adaptación a la comedia musical Todos dicen te quiero la comparación dejaría de ser caprichosa. Sólo es necesario un ajuste. La película imaginaria se llamaría Todos dicen te odio. Y describiría la relación actual entre Lavagna y una parte no menor del oficialismo –exceptuando a Néstor Kirchner y al peronismo bonaerense– tras su hiperpromocionada reconciliación pública con el ex presidente. Sorprendidos por la foto conjunta de Kirchner y Lavagna en Olivos, funcionarios y dirigentes oficialistas estuvieron varios días sin entender nada. Desde el ministro de Planificación, Julio De Vido, hasta los referentes de los movimientos sociales K se debatieron entre la confusión y el descontento. Kirchner supo que el acuerdo con su ex ministro no caería bien y encargó a Alberto Fernández y Oscar Parrilli que desactivaran eventuales reacciones públicas. Aun previendo malhumores internos, Kirchner eligió tender puentes con una figura de peso que podría competir con el armado de Mauricio Macri en el distrito porteño.
Sólo unos pocos privilegiados tuvieron algún elemento para imaginar lo que pensaba hacer Kirchner. Haciendo honor al mecanismo radial en la toma de decisiones, el ex presidente mantuvo en secreto la negociación con Lavagna y las gestiones del senador José Pampuro. En algunas charlas en su bunker de Puerto Madero, Kirchner apenas alcanzó a anticipar que quería formar un instituto de economistas afines al keynesianismo (en sus propias palabras, que defiendan un modelo de “crecimiento e inclusión social”) para enfrentar a los gurúes ortodoxos. Al principio imaginó a ese instituto dentro de la Fundación Calafate, luego lo vinculó con el nuevo justicialismo que surja tras la normalización y la reafiliación masiva.
Ante sus interlocutores, el ex presidente comentó que quería formar ese think thank con economistas de ideas heterodoxas que pudieran debatir en foros internacionales. Pocos economistas argentinos responden a ese perfil. Y el más conocido fuera de las fronteras es, sin duda, el propio Lavagna. Por otro lado, la recuperación del diálogo con el ex ministro aportaba otros beneficios. Si la crisis económica estadounidense llegara a afectar a la Argentina, Lavagna sería una fuente de consulta natural. Quizá hasta una alternativa de recambio para desembarcar en el Palacio de Hacienda. Pero la figura del economista tiene también un perfil político, sobre todo tras haber salido tercero en las elecciones presidenciales con más tres millones de votos. En los últimos días, Kirchner llegó a reconocer que Lavagna podría posicionarse en el sistema político como un “contrapeso” de Mauricio Macri con vistas al 2007 o 2011.
Ajenos a todas estas consideraciones, muchos dirigentes del oficialismo reaccionaron con descontento ante el acercamiento a Lavagna. Archienemigo declarado desde los primeros tiempos, De Vido no ocultó su bronca. Incluso hubo quienes lo escucharon hacer catarsis mientras acompañaba al empresario Marcelo Mindlin a entrevistarse con la Presidenta. La escena se produjo el martes a la noche en la Casa Rosada. El titular de Planificación no fue el único que tuvo que hacer un esfuerzo por no hacer público su pensamiento. También los dirigentes de los movimientos K observaron la negociación como un hecho consumado, sin decir mucho o directamente callando. Fernández y Parrilli se las ingeniaron para contener a los jefes de las cuatro agupaciones con más presencia en el país, el Movimiento Evita, Frente Transversal, Federación de Tierra y Vivienda y Libres del Sur. Con matices, ninguno veía con demasiado entusiasmo la reaparición de Lavagna en la escena K.
El propio Kirchner ofreció sentarse con los dirigentes sociales. La reunión con Emilio Pérsico, Edgardo Depetri, Luis D’Elía y Humberto Tumini tendrá lugar el miércoles 13 de febrero. El lugar todavía no está definido. Podría ser la Quinta de Olivos, también las oficinas de Puerto Madero. En la reunión se hablará de la decisión del ex presidente de aceptar la presidencia del PJ. También sobre la negociación con Lavagna para que ocupe un cargo en la conducción del PJ. Kirchner quiere que el nuevo consejo nacional incorpore caras nuevas que tengan un pasado en el peronismo y que al mismo tiempo supongan un cambio. En ese lugar habría puestos garantizados para Depetri y Pérsico, también para el diputado Juan Carlos Dante Gullo, en los ’70 cara visible de la JP regionales.
La discusión sobre Lavagna seguirá por mucho tiempo. Su retorno a la Quinta de Olivos divide aguas, aunque el ex presidente se está ocupando por atenuar las diferencias. El temor de ciertos sectores del kirchnerismo –y aquí están también los ex Frente Grande– es que el regreso del economista sea un eslabón más de la cadena que parece dejar al kirchnerismo en manos de la estructura tradicional del peronismo.
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