EL PAíS • SUBNOTA › RODOLFO MATTAROLLO, DEFENSOR DE PRESOS
En agosto de 1972, Mattarollo viajó a Trelew para asistir a su defendida.
› Por Adriana Meyer
Rodolfo Mattarollo fue uno de los abogados que viajó a Trelew entre la fuga y la masacre. Tenía 30 años, era defensor de presos políticos de distintas ideologías, en aquel caso lo fue de María Angélica Sabelli, una de las militantes fusiladas. Reabierta la causa declaró como testigo sobre las gestiones infructuosas que hicieron en aquel momento, que revelaban ya “la gestación de un crimen de lesa humanidad como anticipo del plan criminal que se aplicaría con la Junta Militar a partir de 1976”, según recordó en diálogo con Página/12. Mattarollo, ex subsecretario de Derechos Humanos, militaba en la Asociación Gremial de Abogados de Buenos Aires.
–¿Qué pasó en aquel viaje?
–Intentamos entrar a la cárcel de Rawson para ver a los presos pero fue imposible, lo mismo pasó en la Base Almirante Zar. Viajamos en remises porque no había pasajes. Intentamos ver a nuestros defendidos, a María Angélica, de quien tengo un recuerdo imborrable, de su sonrisa, de su juventud. Era profesora de matemáticas, una de las víctimas asesinadas ese 22 de agosto. Intentamos hacer una conferencia de prensa, pero volaron con una bomba el estudio de un colega que nos lo había facilitado. Nos dimos cuenta de que teníamos que volvernos. Lo habían detenido a Mario Abel Amaya, luego asesinado bajo la dictadura, abogado radical, muy valiente. A nosotros también nos llevaron a una comisaría pero luego nos liberaron.
–¿Volvieron frustrados?
–Tuvimos la sensación de que algo se preparaba, lo denunciamos y, lamentablemente, lo anticipamos. Había un clima ominoso: un juez que no nos recibe, una cárcel imposible de acceder, una bomba en un estudio, un cuadro muy nefasto. Cuando llegamos a Buenos Aires nos encontramos con la noticia (de la masacre), y ponen otra bomba en la Asociación de Abogados, por eso dimos la conferencia de prensa en la calle.
–¿No había nada más que hacer?
–En Rawson y Trelew no. Acá sí. Había un clima tal de enfrentamiento con la dictadura, fueron tan burdas las explicaciones que dieron, diferentes y contradictorias, sobre lo ocurrido. Había una gran repulsa de vastos sectores, el sindicalismo clasista y combativo, los curas del Tercer Mundo, protestas en las universidades, periodismo de investigación e intelectuales que abrazaban la causa popular. Era una situación de conmoción que no nos permitió el desaliento.
–¿Qué fue lo determinante para llegar a estos procesamientos?
–Se está derribando el muro de la impunidad, después del Juicio a las Juntas, es el proceso más importante porque remonta a los orígenes del terrorismo de Estado. Trelew fue un ensayo de eso, y por eso constituye un crimen de lesa humanidad, porque anticipa un plan sistemático como el que se comprobó en el Juicio a la Juntas. Es el resultado del clima de lucha contra la impunidad. Pero para nosotros mismos fue inesperado. Es la realización de una larga aspiración de verdad y justicia, que ya parecía un capítulo cerrado. Para los familiares que sobreviven, como Alicia Bonet que vive en Francia, es una experiencia inimaginable que pudiera llegar este día.
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